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Mirador

Por Armando Fuentes Aguirre / PULSO

Noviembre 19, 2021 03:00 a.m.

La mula del convento era obstinada,

Hacía desesperar a los pobres frailes; los volvía locos con su 

terquedad. 

Ellos la necesitaban para las labores del huerto, pero con frecuencia la acémila se negaba a trabajar.

Cierto día el padre prior le pidió a San Virila:

-Hermano: obre usted un milagro que haga que la mula cumpla su labor.

San Virila no hizo ningún milagro. Llenó a la tozuda bestia de maldiciones, de improperios tan enormes como jamás se habían oído en el claustro.

Los frailes quedaron espantados al escuchar semejantes badomías, pero inmediatamente la mula se puso a trabajar. San Virila dijo a sus hermanos:

-No hay que gastar los milagros cuando se puede usar otro recurso.

Esa noche San Virila le pidió perdón al Señor por los dicterios que había dicho. 

-No te preocupes -le dijo el Padre al frailecito-. Yo mismo siento a veces la tentación de hablarle a cierta gente como le hablaste tú a la mula. Los dos estamos perdonados.

¡Hasta mañana!...