¡Muera México!

Este septiembre habrá sido de Grito de Independencia e informes de gobierno a nivel federal y estatal. La verdad, aun con “la docena trágica” del panismo que no cambió mucho las cosas, tantas décadas de priismo han desgastado el festejo de los días 15 y 16, mientras que los informes se han alejado de la rendición de cuentas para arrimarse al spot y la mercadotecnia. Muy mal, pues.
Pero, oigan, los furores anti-políticos o anti-priistas no recogen los problemas de fondo que enfrentamos. Así lo trazaba un columnista en Reforma (3/IX/2016): Son ya varios sexenios en que el país carece de gobierno.
Al igual que estos primeros párrafos, el título del presente artículo es el mismo que se publicó aquí hace dos años (10/IX/2016). Voy ahora a parafrasear y actualizar o confirmar aquella columna.
Hemos visto una desmoralización en la sociedad y cierto demérito internacional entre tantas confusiones. Esto brota en el ensayo ‘Contra la idea de México’ (Nexos, 1/VI/2010), donde Mauricio Tenorio reclama que “la idea folklórica de México… debe morir para que México pueda verse como es y reinventarse a sí mismo”.
Desde la Expo Universal de Nueva York en 1939-40, el país ratificó sus estereotipos con “una sobredosis de rebozos, jícaras, Diego Rivera…” junto a su vocación antimoderna y no occidental. Así “México aún no logra ni los niveles de crecimiento económico que den lugar a una nueva esperanza de futuro, ni un optimismo basado en la mera ilusión colectiva de tener futuro”.
Claro, añadía, de un tiempo a acá hay menos Diego y más Frida, pero eso sí siempre Octavio Paz y Carlos Fuentes. En la violencia se va de las pistolas y los sombreros o Panchos Villas… a los cuernos de chivo o Chapos Guzmán.
El historiador remataba: No me canso de decirlo, debe reinventarse la política educativa y la de promoción de investigación y creación en México. Ojalá sucediera algo, no sé, un nuevo 1910, pero no en el sentido de la Revolución sino en el de Virginia Woolf (‘alrededor de 1910 hasta la naturaleza humana cambió’).
¿Irá por allí la ambiciosa y aún insondable “cuarta transformación”? O solamente se trata de una pretensiosa frase electoral que replican los voceros para halagar al líder. De no ser así, esperemos que le den cierto contenido con hechos aunque sea sin un nuevo Juárez o Madero por vías pacíficas.
Bien, en cuanto al “efecto Juan Gabriel”, nos decía también Tenorio: Necesitamos “una idea de México con los cojones de Juan Gabriel para presentarse tal cual es y ser no sólo tolerada sino admirada… la naquiza manda y mandará en este país, mas no es de exportación”.
Por otra parte, en su oportunidad, EPN consiguió que la opinión pública lo destruyera a partir de lamentables conductas y omisiones en su desempeño. Se ganó una enorme desconfianza y severas críticas; en libertad, aunque acaso con cierta falta de respeto a la investidura presidencial.
Los problemas de México son más graves y más profundos que la impopularidad de los políticos o sus omisiones y desaciertos (éstos, en mi opinión, no incluyen las reformas que impulsó Peña aun sin concitar todo lo necesario). Pero tampoco la popularidad asegura el éxito.
Algunos analistas concluyen que el carácter del problema es estructural: El régimen político no da más de sí. Es tal que “reducir la falta de gobierno a la mala gestión administrativa o, bien a la capacidad o la voluntad del mandatario no contribuirá a remontar la circunstancia y sí, en cambio, puede complicarla”.
No es mucho lo que se logra sólo con armonía o buenas intenciones, y nunca será fácil eludir resistencias e incluso graves conflictos. Una transformación educativa, digamos, necesita tiempo y aciertos que no van a ser valorados por todos de manera igualitaria. Tampoco será sencillo que la calidad sea alentada o respetada por intereses y maniobras de porros o malos sindicalistas.
Aun más, en Educación, Santiago Levy (2018) nos advierte que los efectos positivos de una mayor calidad sobre el crecimiento económico se pueden desvanecer si no se cuenta con ciertos elementos que faciliten la productividad.
Pero, ojo, no sólo de los fracasos de EPN y el viejo priismo podrá extraer lecciones el Presidente López Obrador, sino también de otros partidos y presidentes.
Pega aquí, amables lectores, lectoras, el balance de daños al país en los sexenios panistas de Fox y Calderón. Contaron, el primero, con condiciones políticas, y el segundo, con condiciones económicas insuperables para emprender la reforma política necesaria. Y las despilfarraron a partir de su terquedad y pequeñez, con antipolítica y confianza excesiva.
Miren, los prejuicios y las obsesiones tienden a nublar y simplificar de más. Hay que deshacer y volver a hacer, en tanto se confirma que nada habrá sido cuestión de “buenos” contra “malos que ni saben gobernar”, pues nadie va a lograr mucho si no cambian las condiciones esenciales.
En el sexenio que empieza tampoco veremos que los buenos llegan a sustituir a los malos que se van… Son seres humanos muy similares, aunque el país ha tocado fondo en corrupción y desatención social, lo cual no debería ser tan difícil de cambiar y mejorar. Con todo, prefiero la ética pública… no la hipocresía moralizadora. Aun menos, la ignorancia y la prostitución verde en el Legislativo.
A su vez, acá o allá al norte, algunos locos resultan demasiado ignorantes (aunque se hayan vuelto ricos o populares) y hasta peligrosos. Es mejor no provocarlos sino cuidarse de ellos… las razones o cortesías pueden calarse, claro, pero tampoco suelen funcionar.
Aparte de ser muy complejo e irracional, todo ello no explica la ruindad pendenciera de Trump en contra de México, Canadá y su propio país. Después de los festejos por un acuerdo bilateral, al TLC aún “le cuelga”… con obstáculos como los congresos en los tres países.
Advirtamos que, aquí o allá, un mandatario herido y acosado tiende a cometer más y más errores para satisfacción de sus enemigos y detractores, aunque eso puede ser sumamente negativo para todos. Eso sí, está por verse que tengamos gobierno en México y los estados.
En fin, tras estos dos años tantas cosas habrían “cambiado” para seguir igual, y muchas otras que se trataron de conservar están cambiando ahora al verse rebasadas. Que lo fundamental se transforme, pero no para empeorar… si acaso como impacto inicial.
A grito pelado, o quizá en un grito ahogado, hoy día 15 podemos comprometernos a ¡Que no muera México! Bueno… a que ¡Viva México, cabrones!