Mundos en número infinito

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El 17 de febrero de 1600, Giordano Bruno fue quemado vivo en la plaza Campo de Flores en Roma después de que la inquisición romana lo condenó por herejía. Si bien no fue la razón principal para su condena, Bruno fue acusado de sostener que el universo es infinito y que cada estrella que vemos en el cielo es en realidad un sol como el nuestro, con planetas orbitando a su alrededor. El 31 de octubre de 1995, 365 años después de su ejecución, supimos con certeza que, con respecto a este último punto, Bruno tenía razón plena. Lo supimos porque fue en esta fecha que la revista “Nature” aceptó el artículo sometido por Michel Mayor y Didier Queloz de la Universidad de Ginebra, Suiza, en el que reportaban el descubrimiento de un planeta fuera de nuestro sistema solar, orbitando alrededor de una estrella similar a nuestro sol. Dicho planeta, y más propiamente dicho, exoplaneta, fue bautizado posteriormente como Dimidio.

Dimidio se encuentra a una distancia de aproximadamente 50 años luz de la Tierra -un año luz es la distancia que recorre la luz en un año- y es similar en composición al planeta Júpiter. En contraste con Júpiter, sin embargo, Dimidio orbita a su estrella a una distancia considerablemente menor y esto hace que su temperatura sea superior a los 5,000 grados centígrados. 

El descubrimiento de Dimidio cobró relevancia esta semana cuando a Mayor y Queloz les fue concedido el premio Nobel de Física por haberlo llevado a cabo. El impacto que dicho descubrimiento ha tenido en nuestro conocimiento del universo ha sido muy grande, y a raíz del mismo se han descubierto más de 4,000 exoplanetas girando alrededor de estrellas en nuestra galaxia. 

Sabemos que cuando Galileo apuntó su telescopio hacia Júpiter -que se ve como un punto brillante a simple vista- pudo observar un disco con cuatros puntos luminosos a su alrededor -los cuatro satélites galileanos-. Cualquiera de nosotros con un telescopio relativamente sencillo puede repetir la experiencia de Galileo. Si, por otro lado, dirigimos nuestro telescopio hacia una estrella, seguiremos viendo un punto brillante. Obviamente, esto es debido a que las estrellas están a distancias enormemente mayores que las distancias a las que se encuentran los planetas. Dimidio, por ejemplo, está casi un millón de veces más lejos que la Tierra de Júpiter en su máximo acercamiento.   

En estas condiciones, no es difícil concluir que debe ser tremendamente difícil descubrir un exoplaneta orbitando una estrella, la cual tiene un tamaño enorme en comparación con el tamaño del planeta a detectar. Además, al no tener luz propia, la brillantez del exoplaneta es muchísimo menor y esto hace difícil distinguirlo de la estrella. Con todas estas dificultades ¿cómo se la arreglan los astrónomos para descubrir exoplanetas? 

Una manera para hacerlo es mediante mediciones de la intensidad de la luz emitida por la estrella, tomando en cuenta que al colocarse el exoplaneta enfrente de la estrella bloquea una parte -mínima- de la luz que emite. Así, si sus mediciones de intensidad de luz son suficientemente precisas, los astrónomos podrán detectar pequeñas variaciones periódicas en la luminosidad de la estrella que revelarán la presencia de un exoplaneta orbitando a su alrededor.

Otra manera de detectar un exoplaneta -que fue la empleada por Mayor y Queloz- hace uso del llamado efecto Doppler. Este efecto es el que produce el cambio en el tono de la sirena de una ambulancia cuando cruza enfrente de nosotros. Como bien sabemos, dicho tono es más grave cuando la ambulancia se aleja a gran velocidad que cuando se acerca. Un efecto similar ocurre cuando observamos la luz que emite un objeto cuando un objeto se aleja o se acerca. En este caso los cambios se observan en el color de la luz emitida, que es más azul para el objeto que se acerca en comparación con el que se aleja.

Para descubrir un exoplaneta por medio del efecto Doppler los astrónomos hacen uso del bamboleo hacia adelante y hacia atrás que sufre una estrella cuando un planeta gira alrededor de ella y que la hace acercarse y alejarse de nosotros una y otra vez. Una medición en los cambios periódicos en el color de la luz emitida por la estrella revelará entonces la presencia de un exoplaneta. Dichos cambios, por supuesto, son extremadamente pequeños, de modo que los astrónomos deben emplear instrumentos de medición con una gran sensibilidad. 

Dados todos estos impresionantes resultados ¿qué podríamos esperar para el futuro? Entre otras cosas, que se mantenga un ritmo acelerado de descubrimiento de nuevos exoplanetas, incluyendo mundos similares a la Tierra con condiciones adecuadas para el surgimiento de la vida. Y como siguiente paso natural, la detección de señales de vida extraterrestre. Esto último, dada la inmensa cantidad de exoplanetas en nuestra galaxia y el continuo avance en las técnicas de detección, con seguridad se logrará más temprano que tarde. Y con esto, la visión de Giordano Bruno de un universo infinito y uniforme se hará realidad con todas sus consecuencias.