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Nellie

Por Yolanda Camacho Zapata

Julio 11, 2023 03:00 a.m.

A

Nació llamándose Francisca, pero ella se autonombró Nellie. En el acta de nacimiento sus apellidos son Moya Luna, pero ella decidió apellidarse Campobello. Como a muchas mujeres de principios del siglo pasado, la muerte le ha venido mejor que la vida: en sus tiempos, el quehacer intelectual femenino resultaba ser un fastidio, y si bien iba, un estorbo que se tomaba como un arrebato de la “clásica predisposición femenina por el drama”, un capricho.  Reconocida en su momento, eso sí, pero no por eso libre de todos aquellos prejuicios que rodaban a las mujeres pensantes. En algo hemos cambiado ahora, aunque no tanto como para echar campanas al vuelo. 

Nellie Campobello nació en Durango justo cuando entraba el nuevo siglo. A los diez años la revolución estalló y fue testigo de luchas armadas que la marcaron de por vida. Admiraba a Francisco Villa, figura que ejerció en ella una fuerte influencia cuando comenzó a escribir, porque Campobello fue de las primeras, si no la única mujer que, a través de relatos vistos desde una óptica femenina e infantil, plasmaron en papel la vida de aquellos que no protagonizaron la Revolución, sino que más bien la padecieron. Así, apareció publicado Cartucho,  Francisca Yo! Versos, La vida militar de Francisco Villa, Las manos de Mamá, Tres poemas. Su estilo, directo, ágil, sin brincos, pero tremendamente profundo, introspectivo y sin pena de ir hasta la raíz de la mexicanidad, están a la altura de Pedro Páramo o La sombra del Caudillo, enmarcando, al igual que lo hicieron Juan Rulfo o Martín Luis Guzmán, la narrativa revolucionaria que nace en mucho, como una especie de terapia nacional, un desfogue necesario para entendernos. 

Así, Campobello entendió que, en ciertos momentos, México habla a través de sus muertos porque a los vivos no nos alcanzan ni el aire, ni las palabras. Por eso, los muertos de Nellie, o más bien de los que escribe, son personajes cautivos de la muerte que a través de los ojos de la niña que fue, entienden que la vida es una especie de sombra estorbosa, porque ellos ya llevan ropa de muerto, como el soldado Rafael en su relato Soldados sin 30-30, que usa un pantalón que le queda grande, como si hubiera sido de un difunto aún cuando a él todavía nadie lo mata, hasta que se le cruzan una veintena de balas que le atraviesan el cuerpo, para que sus pantalones, entonces sí, sean los de un difunto.

Cuando Nellie acabó lo que tenía que decir, dejó las plumas y el papel y se dedicó a la danza. Fue pieza clave en la fundación de la Escuela Nacional de Danza, que dirigió desde 1937 y hasta 1984. Ahí, como coreógrafa, bailarina y directora, encauzó su propio talento y el de su hermana, Guadalupe, quien ha sido considerada la Prima Ballerina de México. Ambas rescataron danzas indígenas y las fueron adaptando y difundiendo hasta darles una nueva identidad cultural que se popularizó gracias a las misiones culturales del Cardenismo. 

A los ochenta y cuatro años, Nellie Campobello desapareció de la faz de la tierra. Por doce años nadie supo nada de ella. Para 1998 se suponía que iba a aparecer en Bellas Artes en un reconocimiento que se le otorgaría junto con otras figuras claves de la danza mexicana. No apareció y eso reavivó el interés en ella.  Se interpuso una denuncia ante la entonces Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal y finalmente se encontró un acta de defunción donde se estableció que la escritora y bailarina murió a los ochenta y seis años de edad y fue enterrada en Hidalgo. Se dijo que sus últimos dos años había sido secuestrada en su propia casa por María Cristina Belmont y Claudio Fuentes Figueroa. La primera de ellas una ex alumna de la  Escuela Nacional de Danza que fue apoderándose de la confianza de la anciana y después de su casa y sus bienes, que incluían valiosas pinturas de Orozco, Mérida y Montelongo.  La pareja fue detenida para ser exonerados posteriormente.

Al confirmarse su muerte el 9 de junio de 1986, varios intelectuales y literatos rescataron la obra de Campobello y se dieron a la tarea de estudiar su obra y republicarla. Por eso a Nellie la plenitud le llegó hasta la muerte, así como pasó con sus personajes. 

Hoy, que estamos días después del aniversario de su deceso, me pareció importante recordarla y desear que a las mujeres como ella, se les reconozca en vida, aunque sepan hablar bien con la muerte.