Nikola Tesla: Un genio extravagante

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El pasado viernes 10 de julio se cumplieron 164 años del nacimiento de Nikola Tesla en la aldea de Smiljan en Croacia, en ese entonces parte del Imperio Astro-Húngaro. Para mayor precisión, el acontecimiento ocurrió justo a la media noche entre el 9 y el 10 de julio, según relata Margaret Cheney en su libro: “Tesla: Un hombre fuera de tiempo”.

Es posible que el nombre de Nikola Tesla no nos resulte tan familiar como el de Thomas Alva Edison, mejor conocido este último como el inventor y empresario que comercializó la luz eléctrica. Es incluso posible que lo primero que nos venga a la mente al escuchar la palabra Tesla sea el automóvil eléctrico fabricado por la compañía norteamericana Tesla, Inc. En los hechos, no obstante, el nombre de esta compañía hace referencia a Nikola Tesla, quién fue un inventor cuyas ideas y desarrollos dieron forma en buena medida a la industria eléctrica actual.

A través de las páginas del libro de Margaret Cheney se descubre a un Nikola Tesla singular y extravagante que, por ejemplo, aborrecía que las mujeres llevaran aretes, especialmente si eran de perlas, y que contaba el número de pasos que daba. Tenía igualmente la costumbre de calcular los centímetros cúbicos del plato de sopa o de la taza de café que tenía enfrente, so pena de no  disfrutarlos. En cuanto a sus habilidades intelectuales, tenía la singular capacidad de diseñar sistemas mecánicos y eléctricos enteramente en su mente, sin necesidad de recurrir a esquemas y planos. Esto último, por supuesto, limitaba su capacidad de interacción con otros colegas que no contaban con la misma habilidad.

En los inicios de su carrera, después de emigrar a los Estados Unidos en 1884, Tesla trabajó para la compañía de Edison. Pronto, sin embargo, surgieron problemas. De acuerdo con Cheney, Edison habría encargado a Tesla el rediseño de los generadores de electricidad de la compañía y le habría ofrecido 50,000 dólares por el trabajo. Tesla puso manos a la obra por varios meses, con jornadas de trabajo que corrían desde las 10:30 de la mañana hasta las cinco de la mañana del día siguiente. Al terminar con el encargo de manera exitosa Tesla reclamó el pago ofrecido. Edison se lo negó con el argumento de que todo había sido una broma: “Tesla, tu no entiendes el humor americano”, le habría dicho. Nikola, sin embargo, fue poco receptivo a los dichos de Edison y renunció de manera inmediata a la compañía.

Según escribe Cheney, el rompimiento entre los dos inventores podría haber sido anticipado, pues si bien Edison reconocía las grandes habilidades de Tesla como ingeniero eléctrico, en realidad desconfiaba de él. En efecto, recordemos que hacia el final del siglo XIX competían por el mercado de la electricidad dos sistemas: el esquema de corriente directa y el de corriente alterna. El sistema eléctrico desarrollado por Edison eran los de corriente directa, mientras que Tesla defendía al de corriente alterna. 

Después de dejar la compañía de Edison, Tesla se asoció con la compañía Westinghouse para desarrollar comercialmente el sistema de corriente alterna basado en sus patentes y con esto se inició la llamada “Guerra de las Corrientes”. Durante esta guerra Edison se defendió denunciando a la corriente alterna como altamente peligrosa, habida cuenta que su red de distribución emplea -en contraposición con la corriente directa- etapas de alto voltaje. Con este propósito, contrató a un grupo de escolares para que secuestraran perros y gatos del vecindario –pagando 25 centavos de dólar por cabeza- los cuales fueron electrocutados en su laboratorio con corriente alterna. Con esto Edison pretendía demostrar los peligros que enfrentan los humanos al entrar en contacto con la corriente alterna. Inventó incluso la palabra “Westinghoused” en referencia al acto de morir electrocutado por la corriente alterna de la compañía Westinghouse.       

Al final, las ideas de Tesla, por razones técnicas, se impusieron a las de Edison y  con esto la industria eléctrica se decantó primordialmente por la corriente alterna, que es la  que actualmente tenemos en nuestras casas.

Nikola Tesla vivió como una persona singular que, con todas sus extravagancias, tuvo un impacto enorme en el desarrollo de la  industria eléctrica. Murió, igualmente, de manera singular: solo y de trombosis coronaria en un hotel de Nueva York a los 86 años de edad. Sin hacer caso del letrero de “No molestar”, la recamarera accedió a la habitación y lo encontró muerto en su cama el día siguiente a su fallecimiento.