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Nostra culpa

Por Yolanda Camacho Zapata

Agosto 01, 2023 03:00 a.m.

A

A nuestros hijos les gustan los corridos tumbados. Es duro admitirlo, pero sí: los disfrutan, los cantan, los ponen cada que nos trepamos al coche, cuando estamos en la casa, en sus propios dispositivos. Escuchan esta ola de cantantes que parecen constantemente mormados, que traen cortes de cabello francamente espantosos, que usan nada más tres palabras que se repiten en  todas sus letras, que tienen tientes aspiracionistas, que muy frecuentemente reflejan actos violentos, armas, contenidos explícitos. Esos que hablan, como muchos otros géneros, de amor, pero principalmente de desamor, despecho, dolor. Se saben todititas las letras, las cantan con sentimiento. El mayor quiere  ir a ver a Natanael Cano, tipo que me era completamente desconocido hasta hace un par de meses. 

Su padre y yo nos hemos preguntado qué demonios hicimos mal para que tuvieran esos gustitos. Hemos procurado darles un buen ejemplo en casa, han sido educados en escuelas  por arriba de la media, hemos buscado que desde pequeños escuchen a ACDC, Pink Floyd, Def Lepard, Metallica, The Beatles, The Rolling Stones, Eric Clapton, Madonna, Michael Jackson, Billy Joel, Tracy Chapman, Billie Holiday, Nat King Cole. En español la instrucción musical también ha sido variada y extensa. Lo mismo cantan a Luis Miguel que a Mercedes Sosa, Sabina, Serrat, Maldita Vecindad, Caifanes, Calle 13, Botellita de Jerez, pasando por la ola pop ochentera que sus padres escuchábamos de chavitos. También escuchamos cualquier cosa que nos sugieran los amigos melómanos que tenemos. Grupos alternativos en español o inglés, cantantes emergentes que tienen dos escuchadas en Spotify, vaya, de todo. Marcos es el encargado de descubrir ritmos que  escuchamos todos y que luego, ya saben cómo funciona, nos van enlazando a música similar y de ahí, a otros tonos. No tiene fin. 

Y sí, como es fácil imaginar, después de profundas reflexiones nos hemos dado cuenta de que es nuestra culpa. Todita nuestra. Eso nos pasa por alentarlos a escuchar de todo, a apreciar lo raro, a entender que no todos somos iguales, ni nos gusta lo mismo. Y nos dimos cuenta de que estamos justamente cayendo en esa tradición ancestral que hace que los padres no estén conformes con los gustos musicales de sus hijos. La generación de arriba de nosotros lo vivió igual. Nosotros también. Bien documentados han quedado los escándalos que los padres hacían por la atrevidísima música de Los Beatles, o las letras explícitas de los Rolling Stones. Nuestros abuelos detestaban las greñas de John Lennon y las contorciones de Mick Jagger. A nuestros padres les parecía escandaloso que Mujer contra Mujer, de Mecano, fuese un tema abiertamente homosexual, o que la Princesa Tibetana de Timbiriche estuviera ahora en la habitación de Eric Rubín, o que Axl Rose cantara en calzones después de quitarse su kilt. Entonces, no hay nada nuevo bajo el sol. 

Si a esta generación de chavos y chavas las ha atrapado este subgénero de música regional mexicana, que así sea. No se va a acabar el mundo, ni esta generación nos llevará a la perdición. Creer eso es claramente caer en una falacia de composición. Recordé que incluso uso en clase de Lexicología a Chilanga Banda (que en su momento causó controversia) como un ejemplo de uso de sociolectos y del fantástico empleo del español. Me puse a escuchar el empleo de trompetas, guitarras, bajos y otros instrumentos que se mezclan en los corridos tumbados y podrá gustarme o no, pero lo cierto es que son mezclas complejas, bien diseñadas. Jamás estaré a favor de la apología a los delitos, ni de la violencia de ningún tipo. Pero no todas las letras de los corridos tumbados son así. Si la morra quiere bailar sola, bien por ella. 

Sigo creyendo que  los intérpretes de este género necesitan sonarse los mocos antes de cantar y aprenderse más vocabulario,  pero eso es cosa mía. Que sus mamás y papás les pasen los kleenex, los regresen a la escuela y les corten el pelo. Y si los chavos que viven en nuestra casa oyen a Peso Pluma o Junior H, y luego, como ocurre, lo alternan con Travis Scott, Kanye West,  Drake, se sepan La Incondicional y cuando salgamos de viaje pidan el himno Highway to Hell, estamos bien. Nosotros eso les enseñamos, ni modo. Nostra culpa, nostra culpa, nostra culpa.