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Ordinaria

Por Yolanda Camacho Zapata

Julio 25, 2023 03:00 a.m.

A

Yo no era de las niñas que jugaba con Barbie. Nunca tuve una, ni la añoré. La muñeca incluso me molestaba. Era todo lo que yo sabía que no sería: alta, güerota, de ojo azul, medidas de noventa-sesenta-noventa, ropa combinadísima, taconazo. En honor a la verdad, nunca jugué mucho que digamos con muñecas. O con nada. Pregúntenle a mi hermana, que a falta de compañera de juegos tuvo que inventarse un ejército de amigos imaginarios. 

Barbie me caía mal. Me parecía el estereotipo de las mujeres tontas que consiguen algo nada más por ser bonitas. Debo confesar que en aquél entonces, no reparé en que Barbie era astronauta, enfermera, doctora, ingeniera, abogada. Es más, llegué a pensar que la güera estaba usando un disfraz de astronauta, o de enfermera, o de ingeniera. No me di cuenta que tenía casa propia, carro, dinero por sí misma. Mi condicionada mente infantil caía en todo tipo de prejuicios, comenzando por aquél donde se cree que las mujeres bonitas, tienen que ser tontas. Con los años olvidé el mundo de los juguetes y con ellos a Barbie. Crecí (no mucho, mas bien envejecí), maduré (o lo he intentado).  Un montón de lecturas y un montón de guamazos en la vida profesional me hicieron ver aquellas construcciones que pensé naturales no lo eran. Comencé a trabajar en espacios masculinizados y fui consciente de que aquello de la igualdad y la equidad, no necesariamente eran una realidad y que los lugares de poder, sueldos y concesiones sufrían beneficios hacia lo masculino. También me di cuenta de que, dentro del grupo femenino, con todo y todo, yo era una privilegiada y aún así, no podía separarme por completo de esa red en donde para llegar a ciertos espacios, había que pensar como hombre. 

Me gustó mucho lo que Greta Gerwig hizo con Mujercitas, el libro de Louisa May Alcott que leído sin cuidado puede parecer tremendamente cursi y aburrido. Gerwig, sin embargo, pudo encontrar en el texto lo que creo es el espíritu fundamental del libro: la resistencia femenina hacia roles predeterminados, la búsqueda por la independencia emocional y económica, romper con el molde que sostiene que se debe de ser mujer de una única manera. Así, esperaba buenas cosas de Barbie, aunque con la predisposición natural de un juguete que nunca me significó mayor cosa. Sin embargo, ver la película excedió mis expectativas. De entrada, no debemos pasar por alto el genio comercial de Mattel, que deliberadamente supo que convertirse por un par de horas en una especie de villano y objeto de las burlas de los personajes y el público, acabaría redituando económicamente, como lo está haciendo. Hay una escena muy clara donde nos dejan saber sin empacho que ellos están metidos en el juego de Gerwig porque hay lana de por medio y habrá más. 

Ahora bien, independientemente de la fotografía, escenografía y las espléndidas actuaciones, Barbie  tiene un guion inteligente donde la dupla Gerwig – Baumbach vuelve a encontrar la manera de mezclar sátira, crítica, humor y sentimentalismo con un balance perfecto. Es una dura crítica contra la radicalización de ideologías y contra la vida que va sin sentido de autoconciencia y autocrítica. Es una película inteligente, bien tratada y que genera la necesidad de hablar después de salir de la sala, de confrontar los roles que hemos auto asumido y de reconsiderar aquellos que nos han asignado.

Hay dos momentos que me parecieron poderosísimos: el primero es un monólogo que el personaje humano, Gloria, dice frente a Barbie estereotípica y a la Barbie rara, en donde describe qué se siente ser mujer ahora.  He leído algunas críticas afirmando que es una  revictimización de las mujeres. No comparto esta opinión. A mí me pareció un retrato hablado de lo que muchas mujeres hemos vivido. Pregunten nomás a las mujeres frente a ustedes y verán que muchas de nosotras nos hemos identificado con las palabras del personaje de América Ferrara.  El segundo momento, es el final, que abraza la imperfecta humanidad y del cual no entraré en detalles por si quieren ver la película.

La cuestión es que más allá de cualquier tipo de Barbie, atrás de toda la narrativa del filme está la necesidad de entender que una mujer puede ser ordinaria, así, nada más ella, y con eso, ser suficiente. Greta Gerwig nos recuerda que la Barbie Ordinaria, también tiene su lugar en el juguetero. Bien por ella, bien por todas.