Palanca

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La corrupción es una práctica social que afecta a todos; debilita a las instituciones políticas, económicas y sociales, promueve la ilegalidad, genera desigualdad social, por lo que combatirla requerirá atenderla de una manera menos egoísta, más autocrítica, como una compleja red de relaciones entre individuos que buscan satisfacer sus propios intereses, se tiene miedo en definirla como una práctica social normalizada, por lo que solo se ve en quienes nos rodean, en los actos de gobierno, de los partidos políticos o en la policía. 

Se ha definido a la corrupción de manera egoísta como el uso indebido de los recursos públicos por parte de individuos a quienes la sociedad les ha otorgado poder político para tomar decisiones en torno al uso de los dineros; lo indebido se ha vinculado con aquello que afecta la colectividad, sin embargo este planteamiento resulta ser muy ambiguo, algunos ejemplos muy claros de esta ambigüedad son: la mordida, el hueso, la charola, el coyote y la palanca, que son las cinco prácticas de corrupción más comunes en México.

La mordida resulta ser el pago de dinero hecho al margen de la ley para evadir castigos ocasionados por infracciones menores, es una de las prácticas más comunes en todo México, siendo la policía local y de tránsito los considerados como los principales beneficiarios; el hueso se refiere a la herencia de puestos de trabajo y poder político por relaciones de amistad, sin méritos profesionales ni de conocimiento o habilidades técnicas, lo cual se presenta principalmente en la política y la administración pública. 

La charola se refiere al influyentísimo, son aquellas personas que se sienten intocables, utilizan como principal instrumento su puesto de trabajo o de elección popular para obtener un beneficio o evitar una sanción por alguna infracción; el coyote, es aquella persona que ayuda en trámites administrativos en la administración pública, se les encuentra fácilmente en dependencias gubernamentales, juzgados, hospitales, su uso se justifica por la rapidez y eficacia ante la lenta atención de la burocracia mexicana. 

Especial consideración merece la palanca, que es la supuesta ayuda desinteresada de quien tiene poder de decisión, es la práctica de corrupción más común en México, todas las personas se han visto en la necesidad de recurrir a ella en algún momento de la vida; no es tan visible y siempre se niega su uso, sin embargo, los empleos gubernamentales, la atención en los hospitales, en las dependencias de gobierno, las inscripciones escolares, las decisiones en los juzgados o las ayudas de los programas sociales se encuentran llenas de este tipo de práctica.

Las palancas son las relaciones y contactos utilizados para lograr lo que se necesita en determinado momento de la vida de las personas, desde simplificar o evadir trámites administrativos en la administración pública hasta crear un negocio, no pagar una multa, no cumplir requisitos legales o hasta para ingresar a una escuela; en México, quienes tienen palancas son bien vistos, se le consideran poderosos, influyentes, importantes, se les busca cuando se les considera útiles, tienen amigos temporales y familiares que nunca son frecuentados. 

La palanca es un acto de corrupción que refleja a una sociedad opaca que actúa al margen de la legalidad, que no distingue entre relaciones personales y profesionales, por lo que en tanto no existan estructuras de gobierno y administrativas imparciales en sus actos, y la sociedad desconozca las leyes y reglamentos, serán utilizadas de manera privada para obtener beneficios personales, siempre se escucharán expresiones como: “tengo una palanca”, como una manera de sentirse importante, superior a los demás y obtener un beneficio sin merecerlo.

Cuando se utilizan las palancas las personas justifican que es para algo bueno, para salir de un problema, para lograr un objetivo, para obtener un servicio ¿Qué tiene eso de malo?, esto no es corrupción, por que es un acto de justicia, pero en realidad es una relación social que genera y perpetúa la corrupción, que expresa el descuido y ausencia de planeación de los actos personales, o simplemente obtener un beneficio que les corresponde a otros, es una manifestación de injusticia que genera desigualdad social. 

Sin palancas todo es posible obtenerlo, solo se necesita contar con información, planear con tiempo los actos y no recurrir a favoritismos para que todo fluya más rápido y a conveniencia propia, ser transparentes y éticos en los hechos, de esta forma se puede obtener el empleo que se requiere, pagar la multa por las infracciones cometidas, ingresar a la escuela anhelada, obtener el permiso administrativo requerido, evitar los abusos de la policía; con ello es posible generar relaciones que hagan indeseables e innecesarios los actos de corrupción.

Combatir la corrupción inicia por dejar atrás las prácticas como la mordida, el hueso, la charola, el coyote y la palanca, consiste en dejar de pensar que los actos de corrupción siempre son de los “otros”, de los poderosos, de los políticos, de la policía, del agente de tránsito; el cambio parece sencillo: está en informarnos; ¿a quién le corresponde iniciar? Sin duda que, a la sociedad, pero también se requiere un gobierno que dé a conocer sus procesos, sus estructuras, sus reglamentos, que los haga accesibles a cualquier ciudadano, pero sobre todo automatizar sus procedimientos.   

En resumen, la corrupción son relaciones que requieren modificarse, para ello se necesita un ciudadano informado y un gobierno que impersonalice sus procesos de gobierno; ser autocríticos y más responsables de nuestros actos, pero también demandar un trato equitativo de parte del gobierno, el cambio es complicado, pero será más fácil si asumimos con responsabilidad nuestros actos. Estimado lector, agradezco el tiempo invertido para leer esta columna en 2019, deseo que disfruten estas fiestas y les envío un fuerte abrazo con mis mejores deseos para 2020.  

Twitter: @jszsslp