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Que se vayan todos

Por Sergio Sarmiento

Agosto 18, 2021 03:00 a.m.

“El árbitro es arbitrario 

por definición. Los derrotados pierden por él y los victoriosos ganan a pesar de él. Cuanto más 

lo odian, más lo necesitan”. 

Eduardo Galeano

La democracia en México empezó con la creación de un árbitro electoral independiente del gobierno. El proceso no fue fácil. Si bien el Instituto Federal Electoral fue creado en 1990, el secretario de gobernación mantuvo la presidencia hasta 1996. A partir de ese momento, con un IFE encabezado por primera vez por un ciudadano, José Woldenberg, dio inicio la democracia en nuestro país. No sorprende que en 1997 el PRI perdió por primera vez la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados. 

Preocupa por eso que el presidente López Obrador quiera eliminar a los árbitros electorales imparciales: “Ya llevo muchos años en esto, no me estoy chupando el dedo -dijo--; entonces, ya no les tengo confianza. Lo mejor es una renovación porque la democracia tiene que estar en manos de gente incorruptible, honesta. No hay más que una renovación tajante, tanto en el INE como en el Tribunal”. 

Como siempre, el presidente sostiene que todo aquel que no obedece sus instrucciones es corrupto, pero no hay indicio de que los consejeros del INE o los magistrados del Tribunal Electoral sean deshonestos. Hay una investigación en contra de José Luis Vargas, es cierto, pero este es, curiosamente, el magistrado más proclive a la Cuarta Transformación. Si la honestidad de las autoridades electorales pudiera comprobarse con la aceptación de los dictados del presidente, habría que recordar que han avalado los triunfos que le han permitido a Morena convertirse en el nuevo partido hegemónico, como antes lo era el PRI. Si los consejeros y magistrados fueran tan enemigos de la Cuarta Transformación como dice AMLO, él mismo no sería presidente de la república, ni Morena tendría 50.2 por ciento de los diputados con apenas 38.8 por ciento de los votos en 2018, en violación al artículo 54, párrafo V, de la Constitución. 

Los consejeros y magistrados pueden tener virtudes o defectos personales, pero el sistema está razonablemente bien diseñado. Se ha venido creando jurisprudencia a lo largo de los años y las instituciones no se han inclinado por un partido u otro. Han presidido, por el contrario, sobre el primer período en la historia de México con alternancia de partidos en el poder. y la alternancia es la prueba de fuego de cualquier democracia. La situación hoy es muy distinta a la que teníamos cuando el secretario de gobernación presidía la Comisión Federal Electoral y de manera sistemática favorecía al partido hegemónico. 

Defender al INE o al TEPJDF no significa aceptar todas las reglas de nuestro actual sistema. En mi opinión, las reformas electorales de 1977 a 1996 promovieron avances que llevaron a México a una genuina democracia, pero las de 2007 y 2014 resultaron negativas porque limitaron la libertad de expresión, introdujeron restricciones excesivas y crearon una burocracia enorme. 

Hay que apoyar una reforma electoral que preserve los aspectos positivos, pero que elimine las restricciones innecesarias. El sistema debe ser sencillo y transparente, y debe descartar la censura. No se trata de descabezar las instituciones por el delito de hacer su trabajo: ya lo hicimos con la reforma electoral de 2007, que tuvo un lamentable ánimo vengativo. Destituir a los consejeros y magistrados electorales para reemplazarlos por funcionarios que cumplan el papel que desempeñó Manuel Bartlett en la elección de 1988 sería un gravísimo error. 

Responsiva

El presidente despotricó ayer nuevamente contra “esta concepción burocrática, autoritaria, que se heredó del período neoliberal”, pero lo hizo al rechazar la carta responsiva de los padres de familia para llevar a sus hijos a clases presenciales que propuso la secretaria de educación, Delfina Gómez. ¿Será que la maestra es neoliberal y autoritaria?

Twitter: @SergioSarmiento