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Rebasar o arrebasar

Por Marta Ocaña / PULSO

Junio 16, 2021 03:00 a.m.

El otro día quise asegurarme sobre la forma correcta de referirse a la sensación de `sentir pánico´ porque cuando escucho decir “me apaniqué” siento que es como decir `arrebasar´, en lugar de rebasar. Segura de mi vana intelectualidad le pregunté al experto y en un click la pantalla de El Diccionario de mexicanismos, de la Academia Mexicana de la Lengua, me sacó de mi zona de experto y superfluo confort, para decirme lo equivocada que he estado queriendo corregir a quien se expresa de esa forma.

Pues sí: apanicarse de acuerdo a la AML consultada, se entiende como “entrar en pánico”. Pero si observamos que esto es un “mexicanismo” (Palabra, expresión o giro propios del español de México), será fácil entender porque me sonaba mal. 

En México, como en otros países, estamos llenos de modismos (Expresión característica de una lengua, formada por un conjunto de palabras con una estructura fija y con un significado que no se puede deducir del significado de las palabras que lo forman) y aquí como estos: Abusadillo: Listo, o sagaz. Lamecazuelas: Dedo índice. Chilletas: Una persona que llora frecuentemente. Acabadito: Agotado por la vejez. Jacal: Una casa o una choza habitualmente pobre. Empanizar: Revestir un alimento de pan rallado y huevo.

Todos ellos, unos más que otros, los hemos ido integrando a nuestro diario decir y normalizando de la misma como hemos integrado la violencia, la tranza, la presencia del narcotráfico, de los carteles y de los personajes que en otro tiempo solo vivían en las pantallas de grandes televisores o en los cuentos ahora llamados cómics, gracias a la adopción y adaptación de palabras extranjeras a nuestro idioma.

Hoy -no sé si como nunca porque no he estado en este mundo siempre-, tenemos la sensación de vivir en una sociedad formada por los humanos más exéntricos, antagónicos, diversos o comunes, todos reunidos en escasos metros cuadrados. Se han derribado fronteras invisibles que antes dividían a los buenos de los malos o a los delincuentes de los honestos. Así, la escuela, que antes fuera considerado un lugar casi sagrado, ahora puede ser el escenario de una balacera o una iglesia el de una masacre. Los buenos quizá no eran tan buenos o se cansaron de serlo y tal vez los malos así etiquetados, se han vuelto más malos obteniendo gracias al poder una validación social que los acerca a círculos antes vedados. Ahora estamos todos en la misma olla, codo a codo, mejilla con mejilla en ese estire y afloje entre el mexicanismo y el extranjerismo de nuestro vocabulario cotidiano. Entre la aceptación y la resistencia. Entre hacerse de la vista gorda y decir apanicado porque ya se usa o señalar la deshonestidad y la violencia porque no debieran estar `normalizadas´.

Pero siendo esto `lo que hay´, habrá que buscar la forma de navegar en estas aguas, en este territorio desbordado en el que los papeles se invierten y los discursos dan un giro de 180 grados. Ahora que entraremos en una nueva normalidad post pandemia, post electoral y rumbo al 2024, las reglas se borran, las instituciones se derrumban y todos estamos en el mismo juego. Ése en donde se acepta decir apanicado con tal de seguir participando o bien eligiendo salir del juego; desechando las palabras que no digan lo que queremos decir: rebasando el significado o arrebasándolo, a según de quien hable.