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RIP

Por Marta Ocaña

Diciembre 16, 2020 03:00 a.m.

A

Es oportuno hablar del fin de la vida, ahora que las noticias luctuosas llegan a nosotros desde todos los rincones del mundo y de nuestra ciudad.

Los mexicanos somos famosos por esa especie de complicidad que tenemos con las catrinas, figura icónica de la muerte y motivo de caracterizaciones fantásticas cada vez que celebramos -precisamente- el día de los muertos. Nuestra fama va acompañada con la idea de una actitud irreverente y de desafío ante la eventual fatalidad que todos experimentaremos en algún momento: la muerte.

Hoy, la muerte se ha envalentonado y está más presente que nunca de una forma que los ciudadanos de este último siglo, no hubiéramos imaginado. Nos visita con gran entusiasmo alrededor del mundo y sin tocar a la puerta se lleva el último aliento no solo de viejos o enfermos crónicos. Y así, sintiendo que la muerte husmea por las calles eligiendo nuevos candidatos, removiendo el suelo de hermanos, nietos, mujeres y hombres de todas las edades, hemos entrado al cierre del año sin querer imaginar siquiera lo que el 2021 puede traer consigo. 

Por ello quizá, recordé haber la víspera de la muerte de mi mamá en el 2013. Una de mis queridas sobrinas tenía en sus manos El Libro Tibetano de la Muerte, y sin conocerlo, pero con gran curiosidad y necesidad de encontrar consuelo o desahogo, me encontré con una bella oración para acompañar a los moribundos en sus últimas horas. Hoy, que tenemos que decir adiós sin poder acercarnos. Hoy que la vida se va de las manos de los médicos y enfermeras y de familias desconsoladas, quiero compartir algo de lo que podemos encontrar en el Bardo Thodol que es el nombre original del libro.

Según este libro, los difuntos antes de reencarnar, deben pasar por tres bardos o etapas de y así nacer nuevamente. Los bardos o etapas por las que habremos de transitar son: la luminosidad o Chinkhai, el Chonyid y el Sdpa. El primer bardo inicia después del “desmayo” y se está en él cuatro días. Después el difunto “despierta” desorientado hasta cobrar conciencia de que se ha muerto. Este momento se acompaña de la presencia de una luz clara que invita a continuar. Y cuando el alma comprende que ya no dispone de un cuerpo físico entra en el segundo bardo, con una sensación de desesperación por obtener rápidamente otro, experimentando nuevos reflejos y sensaciones. 

En la última etapa se empieza a olvidar quién fue uno en vida y entra en la conciencia de su próximo nacimiento. Este bardo comprende los días restantes hasta el inicio del Samsara, o ciclo de renacimientos del alma. El Libro considera que este proceso lleva aproximadamente 49 días en total; días para reflexionar que la vida y la muerte son etapas transitorias previas a la nueva vida.

Así, ante la fatalidad el libro aconseja visualizar al moribundo e invocar aquella presencia de luz en la que se tenga fe, imaginando que de ella emana una gran compasión en forma de luz llenado el espacio en el que, él o ella se encuentren, imaginado que la consciencia del recién fallecido toma la forma de una pequeña esfera de luz. Y que saliendo rápidamente de su cuerpo se disuelve en el corazón de aquella presencia divina en la depositan su fe. Y mientras, se ora para que la persona se libere de cualquier sufrimiento, confusión o caos provocado por su muerte, deseando que logre finalmente habitar en la luninosidad. 

Les dejo algunas de las frases que pueden encontrar en el Bardo Thodol, esperando sean un bálsamo en momentos difíciles:

“Estoy aquí y te quiero. Estás muriéndote y aunque me gustaría que siguieras aquí conmigo no quiero que sufras más. El tiempo que hemos pasado juntos siempre lo tendré como algo precioso. Déjate ir. No estás solo, ni ahora ni nunca. Tienes todo mi amor.”

-Dedicado a todos quienes nos han dejado este año, no tan solo 

por causa de Covid.  Quienes no han podido recibir atención 

adecuada por la saturación de espacios o falta de equipo médico. 

Todos quienes han dejado a sus familiares en la puerta de un hospital para no verlos más... A Mónica, al suegro de Cristi, al tío de Carlos, 

el dentista de Leticia, la tía de Alma... niños, ancianos, jóvenes: 

deseando que todos lleguen a la Iluminación.