Signos de nuestro tiempo

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El premio Nobel de Física 2014 fue otorgado a los investigadores japoneses Shuji Nakamura, Isamu Akasaki y Hiroshi Amano por haber inventado una fuente luminosa compacta –o LED, por sus siglas en inglés- de color azul. ¿Cuál fue la relevancia de un LED de este color que mereciera a sus desarrolladores un permio Nobel? Esta pregunta es válida, habida cuenta que anteriormente a la aparición de los LEDs azules existían ya LEDs de luz roja -lo mismo que LEDs de luz verde, si bien no tan eficientes- cuyos inventores no recibieron la misma distinción. 

Resulta que si bien el color azul pudiera no ser más relevante que el rojo para nosotros los humanos -dado que nuestros ojos son sensibles a ambos colores-, los LEDs azules a diferencia de los rojos pueden ser usados para fabricar LED blancos. Estos constituyen fuentes de luz compactas y eficientes, que han provocado una revolución en el campo de la iluminación artificial, y están paulatinamente sustituyendo a los antiguos e ineficientes focos incandescentes, lo mismo que a las lámparas fluorescentes, más eficientes pero contaminantes del medio ambiente por el mercurio que contienen.

Los LEDs blancos -al igual que otros desarrollos como el transistor o los láseres compactos que fueron ambos también motivo de premios Nobel- presentan numerosas ventajas y han, ciertamente, tenido un impacto masivo en nuestra vida diaria. Al mismo tiempo, sin embargo, tienen desventajas. En efecto, existe preocupación entre los especialistas por posibles daños a la salud que pudieran provocar, incluyendo daños a la retina y la afectación a nuestros patrones de sueño y al ritmo circadiano que nos regula. Para poner esto último en perspectiva, habría que considerar algunos detalles relativos a la tecnología de los LEDs blancos. 

Estos dispositivos están constituidos por un LED azul recubierto de un material fosforescente que emite una radiación amarilla en respuesta a la excitación de la luz azul del LED. El LED emite así una combinación de luz azul y amarilla que le da una apariencia de luz blanca. El contenido de luz azul emitida por los LEDs blancos típicos, sin embargo, es demasiado grande en comparación con la luz solar -bajo la cual hemos evolucionado como especie-, y es esto lo que los especialistas han encontrado pudiera ser dañino para nuestra salud.

Con referencia a esto último, un artículo aparecido esta semana en la revista “Aging and Mechanisms of Disease” publicado por un equipo de investigadores encabezado por Trevor Nash de la Universidad de Oregon, encuentra que especímenes de mosca de la fruta expuestos a luz azul sufren una reducción sustancial de su tiempo de vida en comparación con moscas mantenidas en la oscuridad, o bajo luz blanca a la que se le removió la componente azul. Durante su estudio, Nash y colaboradores expusieron a un grupo de moscas a un régimen de 12 horas bajo luz azul y 12 horas en oscuridad, lo que resultó en un daño a las células de la retina, una degeneración neuronal y daños en el sistema de locomoción de las moscas, que afecto su habilidad para trepar paredes.   

Los resultados de Nash y colaboradores son sin duda malas noticias pues apuntan a la posibilidad de que los daños neuronales y acortamiento de la vida observados en las moscas de la fruta puedan ocurrir también con los humanos, que estamos continuamente expuestos a la luz azul que generan tanto las lámparas LED para iluminación nocturna, como dispositivos tales como teléfonos, tabletas electrónicas y pantallas de computadora. 

En realidad, los LEDs blancos han estado entre nosotros solamente por un tiempo relativamente corto y por tanto no sabemos con certidumbre el impacto que tienen sobre nuestra salud. En este contexto, son necesarias más investigaciones para confirmar -o refutar- los resultados de Nash y colaboradores, lo mismo que los resultados de otros investigadores que, igualmente, apuntan hacia los efectos nocivos de la luz azul. 

Por lo pronto y en tanto averiguamos que tan real es la amenaza azul, podríamos quizás tomar algunas precauciones. Por ejemplo, podríamos hacernos de unos anteojos con cristales color ámbar que filtren la luz azul y usarlos durante la noche. Perderemos algo de luz, pero en cambio estaríamos quizá a salvo del peligro. Y en cuanto a dispositivos tales como teléfonos, tabletas electrónicas y pantallas de computadores, éstos pueden ser ajustados para mitigar la emisión de luz azul. 

Así, la situación no resultaría ser tan desesperada y no tendríamos que recurrir a medidas extremas como sería la de renunciar a la iluminación nocturna y regresar a épocas ya superadas en las que reinaba la oscuridad de la noche. Sin perder de vista, por supuesto, que el peligro puede ser real y que más nos vale averiguarlo a la brevedad posible