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SIN SORPRESAS

Por Juan José Rodríguez

Junio 09, 2022 03:00 a.m.

Las elecciones del pasado domingo no trajeron grandes sorpresas, ni medianas (creo), pero sí arrojan varios resultados interesantes, algunos de los cuales tendrán efectos significativos. A saber: 

Las y los mexicanos con derecho a voto, en todos los rumbos del país, no muestran gran entusiasmo para acudir a las urnas. Seis de 32 entidades federativas, distribuidas entre el norte (Tamaulipas y Durango), el centro (Aguascalientes e Hidalgo), el Sur (Oaxaca) y el sureste (Quintana Roo), son sin duda una muestra estadísticamente válida y geográficamente representativa. De los 11 millones 701 mil ciudadanos con credencial electoral en su poder, el domingo fueron a las urnas solamente 5 millones 191 mil (el 44.36 por ciento). Dicho de otra forma, casi 56 de cada cien de las y los mexicanos en aptitud de votar en esos seis estados decidieron mantenerse alejados de las mesas de votación. 

No siempre las comparaciones son odiosas: el año pasado, en la elección de diputados federales en todo el país, el abstencionismo fue del 47.34 por ciento, o sea 9 puntos porcentuales menos que ahora. El saldo es todavía más desalentador si la comparación se hace respecto del 2018, cuando en la elección presidencial la abstención fue de solamente el 36.58 por ciento. 20 puntos menos. 

 Es del dominio público que habitualmente los comicios menos concurridos son aquellos en los que se eligen diputados, sean locales o federales. Por el contrario, los más atractivos para los votantes son los de presidente de la República, gobernadores o alcaldes. Empíricamente, las de gobernadores, como las del domingo pasado, son de las más motivadoras.

La popularidad del presidente Andrés Manuel López Obrador, que implica una alta aprobación de su gestión, no se traslada automáticamente a su partido Morena y aliados. Según el portal Oraculus, que agrega y procesa las encuestas más confiables que se hacen públicas, al cierre de mayo, cinco días antes de la votación, AMLO contaba con el 62 por ciento de aprobación, casi 18 puntos porcentuales más que la participación electoral del domingo.

En la medida que Morena no es un partido consolidado y depende en un grado excesivo de la capacidad de convocatoria y respaldo social de López Obrador, ese desalineamiento entre las cifras de aprobación popular del Presidente y el apoyo en las urnas a su partido es un mal presagio y una ruta peligrosa. De hecho, la estructura electoral más sólida con la que cuenta Morena no es propia, pues la integran los miles de empleados públicos conocidos como Servidores de la Nación, cuya cadena de mando culmina en Palacio Nacional y no en la sede partidista.

Hay otro dato igualmente digno de consideración: en   los recientes comicios, Morena y aliados obtuvieron en total 2 millones 721 mil 028 sufragios, equivalentes a escasamente el 23.25 por ciento de la lista nominal de las seis entidades (11 millones 701 mil). Dicho de otra manera: hay escenarios en los cuales se vuelve dramática la distancia entre AMLO y su partido en términos de apoyo ciudadano. Sin embargo, dado que las cifras equivalentes de la oposición son peores aún, el lopezobradorismo seguirá acumulando triunfos.

La reciente jornada electoral fue exitosa para Morena. Ganar cuatro de seis gubernaturas en disputa es aquí y en China un triunfo claro, contundente. Más todavía si se considera que las dos perdidas son las de menor población (Aguascalientes y Durango). Los alcances de sus últimas victorias para el partido guinda es la notable ampliación de su control (político) territorial. 

Antes del domingo, Morena gobernaba 16 entidades, más dos por conducto del PES (Morelos) y del PVEM (San Luis Potosí). Ahora, a partir de septiembre y octubre, gobernará 22 en total, equivalentes a casi el 70 por ciento de las 32.

Antes de la elección presidencial del 24 ya solamente habrá dos elecciones de gobernador el año entrante: Estado de México y Coahuila. Contrario a lo que muchos opinan, me parece que no es fácil hacer pronósticos serios. Como quedó demostrado hace cuatro días, los gobernadores que deciden intervenir activamente en los procesos electorales de sus entidades, sin escatimar recursos de ningún tipo, logran influir de manera importante en los resultados. Hasta estos momentos, ni Alfredo del Mazo ni Miguel Ángel Riquelme han dado pistas claras de cuál será su comportamiento. Tampoco es un hecho irremontable que en ambas entidades PAN-PRI-PRD vayan a ir en alianza. Además, como también se vio el domingo, la identidad de los candidatos tiene su peso.

Lo que sí se puede conjeturar es que si el año entrante la oposición, con alianza o sin ella, pierde por un margen amplio en esas dos entidades, irá moribunda al encuentro electoral del 2024. En sentido inverso, si logra retenerlas ambas, la elección presidencial tendrá un nivel de competencia superior al que ahora se vislumbra. Esas dos gubernaturas son las últimas que le quedan al PRI y se trata de dos entidades donde nunca ha gobernado un partido distinto al tricolor.

Las alianzas o coaliciones partidistas no son ni buenas ni malas en sí mismas. Su éxito o fracaso depende fundamentalmente de que los partidos que las integren tengan capital político que aportar y de que su agrupamiento no sea excesivamente costoso en términos de rechazos internos.

No son pocos los analistas convencidos de que las alianzas son algo así como la panacea electoral. Si la intención de voto de cada uno de los partidos involucrados es pobre o si la formación de la alianza o coalición provoca resistencias internas, deserciones y conflictos graves, estaremos ante uno de esos casos típicos en los que el remedio sale peor que la enfermedad. En el resultado de una alianza también influye, y no poco, el perfil del candidato.

Previo a las elecciones del domingo pasado, las mediciones más serias difundidas por distintos medios otorgaban al PAN una intención de voto promedio del 21 por ciento; al PRI del 17.5 y al PRD del 3. Con esos números, claro que un acuerdo de participación conjunta parece más que deseable, pero siempre a condición de que las resistencias internas en cada formación política no sean demasiado costosas.

Todavía no hay mediciones sobre cómo quedaron en ese rubro los distintos partidos, pero el dato verdaderamente definitorio será cómo amanecen después de las dos elecciones del año entrante.

Si la suma de miserias no ofrece la posibilidad de ningún buen resultado, sin duda sería mejor que cada partido lidie con las propias por separado, pues carece de todo sentido que las junten para hacer más ostensible la debacle.

A propósito de nuestra tesis de que para que una alianza partidista sea exitosa es clave que sus participantes tengan votos que aportar, me parece útil citar un caso reciente. En Quintana Roo el PAN, el PRD y un partido estatal fueron juntos y el PRI fue solo. Los primeros consiguieron el 16.14 por ciento de los votos y el último se quedó con el 2.97 por ciento. Juntos, suponiendo que no hubieran sufrido ninguna merma por desacuerdos internos, habrían alcanzado el 19 por ciento, contra el 54 de Morena-PT-PVM-FxM. ¿Qué caso habría tenido que PAN, PRI y PRD fueran aliados? Ninguno. Igual habrían perdido por paliza. 

No hay magia en las alianzas o coaliciones; funcionan cuando se conforman inteligentemente y a partir de ciertos mínimos de preferencia electoral. No se trata, perdón lo reiterativo, de sumar miserias.

Por último, el caso de Movimiento Ciudadano puede verse desde distintas ópticas. Su cosecha promedio en las elecciones dominicales fue del 5.68 por ciento, un poco por debajo de su 7 por ciento previo. Visto así, fue un fracaso. Otro punto de vista es que hace seis años MC no presentó candidatos propios en las elecciones de Quintana Roo, Oaxaca, Hidalgo, Aguascalientes y Durango. Lo hizo ahora y, en ese orden, logró 13.1, 3.2, 3.1, 6.9 y 4.5 por ciento. Nada despreciable para un debutante, que además habría conservado su registro en todas esas entidades. Cosa esta última de lo que no pueden presumir ni el PRD ni el otrora invencible.

Hasta el momento, el partido de Dante Delgado se mantiene en la postura de ir solo en las elecciones presidenciales del 2024. Yo no estaría totalmente seguro de que así vaya a ser. Lo digo porque hay un escenario no tan improbable en que la alianza podría ser muy atractiva para los naranjas: que sean ellos los que pongan el candidato.

(Doy las gracias a mi querido y buen amigo Nacho Acosta, en cuyos trabajos de análisis numérico me apoyé para buena parte de esta colaboración).

COMPRIMIDOS

Quizá sea coincidencia, pero a partir de que la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México (así se llama) reactivó el caso del centro de espionaje montado por la administración de Miguel Mancera, quien fuera su segundo de a bordo, Héctor Serrano Cortés, se volvió ojo de hormiga y cambió de celular. Entre miércoles y viernes de la semana anterior la Policía de Investigación de la FGJCDMX detuvo a dos involucrados en la operación de ese núcleo de intervenciones telefónicas, que entre sus vigilados más conspicuos tenía nada más y nada menos que a Andrés Manuel López Obrador, Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard, Ricardo Monreal y otros 115 “clientes” de buen calibre, y a partir de ese momento el ahora principal asesor político de Ricardo Gallardo Cardona y dirigente estatal del PT, simplemente se desapareció. ¿Coincidencia?

Sí como apuntan datos bastante sólidos, Serrano Cortés resulta involucrado judicialmente en asuntos delictivos cuyas víctimas habrían sido los mencionados en el párrafo anterior, su eventual enjuiciamiento va a pasar factura a RGC, por lo menos en desafectos con los personajes que se perfilan como posibles sucesores de AMLO en Palacio Nacional. Las malas compañías son malas.

Ricardo Gallardo Cardona y Guadalupe Uñas Largas Torres deberían aprovechar que andan todo el día juntos para ponerse de acuerdo y no hacer papelones. La semana pasada el todavía secretario general de Gobierno dijo que el Ejecutivo estatal no estaba promoviendo la municipalización de Pozos sino únicamente acompañando el interés de muchos vecinos de esa Delegación. Un día después, el gobernador dijo que ni madres, que Pozos sería municipio sí o sí, por sus puras pistolas. Curiositos, curiositos.

Es por demás: el 7 de junio se celebraba el Día de la Libertad de Prensa, luego convertida en Dia de la Libertad de Expresión, festejo muy mexicano, hoy venido a menos, inventado por el coronel García Valseca en tiempos del presidente Miguel Alemán. En esa fecha, el pasado martes, nuestro gobernador inventó en sus redes sociales el “Día Mundial de la Libertad de Expresión”. O sus asesores son unos burros o él con espíritu suicida no les hace el menor caso. Son las ventajas de no tener miedo al ridículo. 

Hasta el próximo jueves.