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Un puente centenario

Por Marco Iván Vargas Cuéllar

Abril 01, 2021 03:00 a.m.

A

El próximo 3 de abril se cumplirán cien años del natalicio de Jesús Reyes Heroles. El político, historiador, jurista, académico. El gran santo laico de la política mexicana –así le llamó Otto Granados, quien fue su secretario particular durante algunos años-. Estoy seguro que a Reyes Heroles no le urgen homenajes o remembranzas: es el sistema político mexicano –y quienes de una manera u otra participamos en éste- el que requiere conocer y ponderar sus aportaciones para tener una mejor idea del terreno en que todos estamos parados. Todos.

No es mi intención hacer una reseña biográfica de Jesús Reyes Heroles; de ello ya se han ocupado biógrafos, historiadores, amigos y colaboradores. Mi propósito con esta entrega es reflexionar sobre la necesidad de la política ilustrada en nuestro tiempo. Reyes Heroles no solo recorrió con soltura, de ida y vuelta, los territorios distantes –a veces discordantes- de la política, la academia y la vida intelectual. Él fue, como pocos han sido, un puente entre estos territorios. 

Quien estudia de forma disciplinada las ciencias políticas, en algún momento tendrá que enfrentar el dilema del conocimiento y la acción. George Sabine en el capítulo introductorio de la “Historia de la Teoría Política” hace una distinción fundamental entre estos dos mundos: el teórico mira al político, reflexiona y aconseja sobre lo que debe o no hacer. Son personas distintas. Así lo había concebido también Max Weber en las célebres conferencias que después fueron editadas como un libro llamado “El Político y el Científico”. Las virtudes de la persona política parecen incompatibles con aquellas de la persona de ciencia. Para Weber existe una comunicación dialéctica entre política y acción. Reyes Heroles habitaba en esa comunicación. Él se convirtió en el arquetipo que tanto buscó en Maquiavelo, Guicciardini, Lenin y Azaña. Luis Medina Peña cita a Reyes Heroles en el primer capítulo de un magnífico homenaje que editó y publicó el Colegio de México hace diez años: “Él es, dijo, el que se mueve en dos mundos, el que sirve a dos amos, a cual más celoso, la idea y la acción, que navega entre el saber y las limitaciones que impone a la actuación, la terca y tozuda realidad”.

Me preocupa el desparpajo con el que algunos protagonistas de la vida política en nuestro país –y en el estado y en todos lados- dan las cosas por sentado. Creo que uno de los problemas sobre la manera en que se hace política en la actualidad es la notoria falta de perspectiva. Esa que llena los espacios públicos de simulación y de hueca habladuría. Es el extravío sobre lo que entienden por política. De ahí viene el desprestigio y el desencanto que aleja a las personas de lo que es realmente suyo: la vida en comunidad. “Sin política –cito uno de sus discursos- se pueden hacer muchas cosas, pero gobernar, en el poder o en la oposición, es imposible”. [Nota: Sí, ser oposición también es gobernar]. “La política es noble tarea cotidana”, decía Reyes Heroles.

Después de publicar “El liberalismo mexicano” afirmó que había acudido a la historia buscando explicaciones sobre el mundo en que vivía. Qué curioso, tiene razón. Si queremos comprender al sistema político mexicano, tenemos que acudir también a la historia. Tanto la que escribió como la que transformó. 

Hace unos seis años, Otto Granados publicó un texto que recuerda al personaje “Hombre honesto, erudito, sagaz, bibliómano, sibarita, fumador incorregible, de buen vestir y, cuando quería, con agudo sentido del humor”. En ese texto recuerda el episodio de la captura de la SEP por parte del SNTE y presenta así a Carlos Jonguitud “<<cuidado con él>>, insistía Reyes Heroles, <<¡es huasteco!>>”.  

Si Usted tiene la generosidad de leer esta columna la siguiente semana, le compartiré algunos aforismos y pasajes que muestran distintos ángulos sobre la manera en que Reyes Heroles entendió la política. Nunca como un capricho de erudición, sino como una lección de razón y practicidad.

Comentario no solicitado

Leí con atención el texto que publicó Juan José Rodríguez en Pulso del pasado jueves 25 de marzo que titula “El CEEPAC, a medias”. En este texto hace referencia a mi intervención en la Sesión del Consejo General donde se discutió de la negación del registro de Héctor Serrano Cortés como candidato a una diputación de Representación Proporcional por el PT. Pasaré por alto el énfasis que hace al señalar que no soy abogado ya que no supe si interpretarlo como dato, insulto o halago. En todo caso sería bueno señalar que cité la jurisprudencia 3/2002 y el Juicio de Revisión Constitucional SM-JRC-60/2015 para sostener que la controversia que se suscitó sobre el valor de una constancia de residencia es más un tema de la autoridad municipal que la expide, que de la autoridad administrativa electoral que la recibe. Quizás Juan José Rodríguez entendió a medias. Con gusto lo platicamos después.

Twitter. @marcoivanvargas