Valija diplomática
El aleteo de una conversación privada en un café de la Ciudad de México, dicen, provocó un tsunami en la representación de México en España y más allá. En lugar de recurrir a la cadena de mando, a la valija diplomática (“cartera cerrada y precintada que contiene la correspondencia oficial de la misión diplomática, que no puede ser abierta ni retenida por el Estado receptor”), en la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) se fueron “por la libre” y hoy hay un despedido, un renunciado y una agregada cultural que se niega a irse a pesar de que el presidente ya dijo que no va.
Para variar, gana la víscera en la discusión mediática y de redes. Los temas de fondo quedan sepultados por las acusaciones de traición, irreverencia o hasta deshonor. Debido a la prisa con la que se tomaron decisiones que debieron ser consultadas o planeadas, o incluso pudieron esperar, diplomacia y chisme quedaron revueltos en lo que más parece una nota de espectáculos que una situación que debería dar cuenta de la importancia que suponemos tienen para el gobierno el arte y la cultura.
En resumen: un medio le atribuye a Marx Arriaga, coordinador de Materiales Educativos de la SEP, una declaración textual sobre la lectura por goce “como acto capitalista”. Arriaga fue coordinador de bibliotecas al principio de esta administración y hasta febrero de 2021, fue entonces que despidió al director de la Biblioteca Vasconcelos, Daniel Goldin. A partir de lo que dijo o dicen que dijo sobre la lectura (y por pedir trabajo gratuito a artistas e investigadores para los nuevos libros de texto), mucha tinta ha corrido contra Arriaga desde muchas plumas, y una de ellas fue la del entonces agregado cultural en España, Jorge F. Hernández, quien el 5 de agosto encomió el placer de leer a pesar de “advenedizos absolutamente ilegibles”.
El 7 de agosto Hernández fue notificado de su despido mediante un documento público firmado por el titular de Diplomacia Cultural de la SRE, el escritor potosino Enrique Márquez Jaramillo. En el comunicado original se aducen “causas graves y comportamientos poco dignos”, aunque horas después se cambió a solamente “comportamientos poco dignos”, sin más explicación. El 8 de agosto Márquez Jaramillo comunicó que el despido fue por “términos muy ofensivos y misóginos” de Jorge F. Hernández hacia su jefa, la embajadora Carmen Oñate. Hernández lo negó. Manifestó que todo empezó por algo que dijo en julio, en una reunión informal de amigos y un “advenedizo”, y que incluso estaba con la embajadora cuando le llegó la notificación de su despido.
El 16 de agosto la SRE anunció que la escritora Brenda Lozano, columnista de El País y publicada en Alfaguara, como Hernández, asumiría como agregada cultural en España, y ese mismo día los usuarios de las redes recopilaron sus memes y críticas hacia el presidente y la actual administración.
El día 18 Enrique Márquez felicitó a Lozano, a quien calificó como “relevo generacional e ideológico”, pero un par de horas más tarde publicó su carta de renuncia ante el secretario de Relaciones Exteriores, porque debido a este caso “mis espacios de acción e intelocución con la comunidad cultural ya no son los de antes”. Se congratula con él de seguir “en lo mismo”, tras “39 años en que hemos compartido anhelos, proyectos y travesías en el desierto”. Acusó al historiador Pedro Salmerón de activar en su contra “un guerra de redes sociales”.
El asunto llegó a “la mañanera” el viernes. AMLO dijo que no estaba enterado del nombramiento, que es difícil encontrar a alguien no ligado a grupos de poder, pero le propondría a Marcelo Ebrard “que quien nos represente en lo cultural sea una mujer indígena, una poeta, del itsmo, de aquí, del centro del país, mexica”.
La aún agregada escribió este mismo viernes que no renunciaría: “Pienso lo contrario […] no es mi función favorecer la idea de que la cultura mexicana debe requerir una afiliación ideológica”.
Hay muchos grises en todo conflicto o diferencia de opiniones y por eso hace bien platicarlos. En nombramientos (no solo en SRE) hay de lo plausible a lo penoso. ¿Se tomó opinión a la embajadora? ¿Por qué no fue Oñate quien pidió el cese de Hernández? ¿Por qué el lenguaje críptico de Márquez? ¿Por qué no esperar para hacer el nuevo nombramiento? ¿Qué plan de trabajo presentan los aspirantes? ¿Cómo se elige a funcionarios y representantes “culturales” (de nuevo: no, no es lo mismo arte que cultura)? ¿De veras son necesarios (¿cuántos, por qué?)? ¿El ser escritor(a) o artista ya es garantía para un buen desempeño público? ¿Quién sale ganando en este embrollo?
Trabajar para una administración pública se trata de buscar un fin común, no para uno sino para la sociedad, y en el debate bien estructurado está la clave. No buscar ni dar privilegios. Se vale disentir, es más, sería deseable no estar de acuerdo en todo, sin exabruptos ni manoteos. No se debe contratar solo a quienes le siguen la corriente al jefe o sus amigos, sino buscar el mejor perfil para determinada actividad, aunque no sea afín en otros aspectos. Por ahí van la paridad y la pluralidad en otras instituciones, ¿por qué no en cultura?
En lo personal, cuando me ha tocado estar en labores públicas casi siempre he tenido la suerte de tener buenos jefes, abiertos a ideas diferentes, a la crítica respetuosa y a las propuestas alternativas. En la pluralidad es mejor. Como en los talleres de creación, se trata de mejorar y hacer notar las debilidades de un determinado texto o proyecto, no de “lucirse” o hacer quedar mal a nadie.
Se quedan muchos subtemas en el tintero, ya los platicaremos. También que en San Luis se avecina un cambio de administración, a ver cómo nos va en cada rubro, incluyendo el cultural/artístico. Por lo pronto, a cuidarnos que estamos en semáforo “casi” rojo.
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