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Vecinos lejanos

Por Alfonso Lastras Martínez / PULSO

Octubre 25, 2020 03:00 a.m.

El pasado mes de marzo, después de 20 años de operación, se suspendió el proyecto SETI@home operado por la Universidad de California, Berkeley, dedicado a escudriñar el firmamento en la búsqueda de señales de radio provenientes de inteligencias extraterrestres. El proyecto hizo uso de señales obtenidas por los radio telescopios de Arecibo, Puerto Rico, y de  Green Bank en el estado de Virginia Occidental.

Para el análisis de las señales recibidas desde el espacio interestelar, el proyecto SETI@home hizo uso de una estrategia pelicular, en la que participaron más de cinco millones de voluntarios distribuidos a lo largo del mundo que pusieron su computadora personal al servicio del proyecto. De acuerdo con esta estrategia, los datos obtenidos por los radio telescopios fueron concentrados en la Universidad de California, en donde fueron segmentados en pequeñas porciones que fueron enviadas a los participantes a través de Internet. Una vez recibidos los datos, cada computadora llevó a cabo su análisis por medio de un programa desarrollado para tal propósito y regresó los resultados al centro de control en la Universidad de California. 

De este modo, el proyecto SETI@home hizo uso de un poder de cómputo distribuido a lo largo de todo el mundo. Desafortunadamente, después de buscar por 20 años, no se han encontrados señales que nos indiquen que no estamos solos en el Universo y el proyecto ha sido suspendido.

No obstante, es posible que no hayamos todavía detectado la existencia de inteligencia extraterrestre porque la búsqueda no ha sido lo suficientemente extensa. Y en este sentido, un artículo aparecido esta semana en la revista “Monthly Notes of the Royal Astronomical Society” nos brinda una perspectiva interesante para enfocarla.

Dicho artículo fue publicado por Lisa Kaltenegger de la Universidad Cornell y Joshua Pepper de la Universidad Lehigh, y en el mismo, en lugar de considerar la búsqueda de inteligencias desde la perspectiva terrestre, se pusieron en el lugar de los extraterrestres y se preguntaron por la posibilidad de que éstos hubieran ya llegado a la conclusión que la Tierra es un planeta apto para albergar vida. Es decir, se propusieron determinar en qué direcciones del firmamento existen planetas desde los cuales quede claro que alrededor del Sol –nuestra estrella- orbita un planeta con las condiciones adecuadas para el desarrollo de vida. Y así, una vez determinadas, estas direcciones son hacia donde deberíamos enfocar nuestros esfuerzos, pues es posible que los hipotéticos extraterrestres a los que habría llamado la atención nuestro planeta, nos hubieran ya enviado señales para establecer comunicación.  

¿Cómo podría un extraterrestre llegar a la conclusión que, orbitando a una estrella lejana existe un planeta que promete albergar vida? Ciertamente tendría maneras, pues nosotros mismos desde la Tierra hemos comprobado la existencia de más de 3,000 planetas fuera de nuestro sistema solar. Una técnica usada para este propósito consiste simplemente en observar pequeños cambios periódicos en la luminosidad de la estrella bajo estudio, que indiquen la presencia de un planeta orbitándola. Para que esto suceda, la órbita del planeta debe ser tal que lleve al planeta a interponerse entre nosotros y la estrella cada que completa una vuelta.    

De lo anterior, podemos concluir que para que un extraterrestre detecte nuestra existencia como un planeta apto para la vida debe estar colocado en un sitio particular desde donde observe que de manera periódica transitamos enfrente del Sol. Esto nos restringe a extraterrestres que habiten planetas colocados en el plano de la órbita de la Tierra, desde donde se tiene la impresión que nuestro planeta avanza hacia adelante y hacia atrás en línea recta, Esto, por supuesto, limita considerablemente las opciones, y, de hecho, Kaltenegger y Pepper encuentran que, dentro de una distancia de 326 años luz –la distancia que recorre la luz en un año– solamente existen alrededor de 1,000 estrellas –la más cercana a 28 años luz– desde donde hipotéticos extraterrestres podrían haber detectado a nuestro planeta como probable asiento de una civilización inteligente.

Todo lo anterior, por supuesto, no pasa de ser una especulación, ciertamente fascinante, pero al fin de cuentas especulación. Hasta que algún día logremos detectar una señal que nos indique que no estamos solos en el Universo. Y ante esta posibilidad, podríamos entretanto sonreír y enviar un saludo a nuestros vecinos cercanos –posiblemente a decenas de años luz de distancia.