Ventajas del subdesarrollo

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No es demasiado difícil entender que los vehículos automotores de gasolina o diesel constituyen una fuente de contaminación atmosférica. Sobre todo si, como llega a suceder, despiden una espesa nube de humo negro cuando aceleran. Tomándolo con filosofía, podríamos quizá convencernos que el humo de los escapes es el precio del progreso y que, en todo caso, podríamos superarlo diseñando vehículos menos contaminantes –tal como de hecho ha ocurrido- o mediante el uso de vehículos eléctricos.

Sucede, sin embargo, que los inconvenientes –por no decir desgracias- no siempre vienen solos y ahora nos enteramos que las mismas pistas de asfalto –calles y carreteras- sobre las cuales corren automóviles y camiones son fuentes de contaminación atmosférica. A esta conclusión llega un artículo publicado esta semana en la revista “Science Advances” por un grupo internacional de investigadores de los Estados Unidos y Alemania, encabezado por Peeyusk Khare de la Universidad Yale. 

Para entender cómo una carretera de asfalto puede producir contaminación atmosférica, habría que considerar que la mayor parte del asfalto que se emplea comercialmente se obtiene a partir del petróleo crudo y que el mismo contiene componentes orgánicos que se volatilizan, tanto durante su proceso de transporte, como de colocación en calles y carreteras. Una vez liberados, estos gases reaccionan químicamente con otros componentes de la atmósfera incorporándose a la misma como aerosoles contaminantes. Estos aerosoles consisten de partículas microscópicas suspendidas en el aire, que son altamente peligrosas para la salud. 

Khare y colaboradores se propusieron cuantificar el volumen de gases desprendidos durante la colocación y el tiempo de vida de las superficies asfaltadas. Como parte de su investigación, los investigadores sometieron muestras de asfalto a una temperatura de 140 grados centígrados, que corresponde a la temperatura de transporte y de colocación del pavimento de asfalto, y midieron empleando sofisticadas técnicas el volumen de gases desprendidos. Encontraron como un primer resultado que después de una semana de calentamiento  la muestra dejó de emitir gases.

Encontraron también que durante las primeras cinco horas de calentamiento a 140 grados centígrados se desprendió el 14 por ciento del total de gases contenido en la muestra. De este modo, puesto que son precisamente cinco horas el tiempo estimado durante el cual el asfalto de mantiene a esta temperatura durante el transporte y el proceso de pavimentación, los investigadores concluyeron que una vez colocado contiene todavía un 86 por ciento de gases susceptibles de liberarse a la atmósfera. Esto de hecho ocurre en días calientes de verano cuando el pavimento puede alcanzar una temperatura de 60 grados centígrados. 

Por otro lado, la velocidad de desprendimiento de gases a 60 grados centígrados es mucho menor a la que se observa a alta temperatura, lo que convierte al pavimento de asfalto en una fuente de contaminación atmosférica de larga duración. Para hacer las cosas peores, Khare y colaboradores encuentran que la exposición del pavimento a una intensidad moderada de luz solar, incrementa el desprendimiento de gases hasta en un 300 por ciento a la temperatura ambiente. 

Entre áreas pavimentadas y techos de casas –en donde también se usa el asfalto- aproximadamente un 65 por ciento de la superficie de las ciudades norteamericanas está recubierto de asfalto. En estas condiciones, Khare y colaboradores estiman que el potencial de generación de aerosoles contaminantes por las superficies asfaltadas en la ciudad de Los Ángeles es tan grande como el de los vehículos de combustión interna.

De acuerdo con todo lo anterior, resolver el problema de contaminación por los automotores de combustión interna pasaría no solamente por hacerlos más eficientes y menos contaminantes, sino también por mitigar la contaminación de las superficies pavimentadas sobre las que corren. Sin olvidar que el calentamiento global eleva la temperatura de las superficies pavimentadas y por tanto incrementa la emisión de gases contaminantes y agrava el problema. 

Por lo demás, la contaminación por superficies pavimentadas se agravaría en función de la frecuencia con la que se renuevan los pavimentos. Y en ese sentido, en México podemos estar razonablemente tranquilos.