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Zedillo y el Fobaproa II

Por Miguel Ángel Hernández Calvillo

Mayo 27, 2025 03:00 a.m.

A

Para entender la crítica visceral de Ernesto Zedillo a los gobiernos de la transformación, resulta ilustrativo (de sus desmemorias) su artículo publicado en la revista “Letras Libres” del mes de mayo, titulado con más pompa que circunstancia como “México: de la democracia a la tiranía”. Para empezar, hay una serie de párrafos en los que Zedillo se asume como el “factótum” de la construcción de lo que denomina “joven democracia”, sugiriendo que antes de él era el diluvio: “la indignación que siento frente a esta realidad (la dizque demolición de su joven democracia) sería idéntica bajo cualquier circunstancia, pero el hecho de que por mandato de los mexicanos haya sido yo parte de la construcción de la democracia hoy asediada, me obliga a romper mi silencio”. ¿Por mandato de los mexicanos constructor de la democracia? Lo que más se recuerda de la campaña de Zedillo a la presidencia de México era su slogan “bienestar para la familia”, que terminaría identificado como bienestar para la familia… de financieros y políticos que hicieron los negocios de sus vidas.

     A ese ego exacerbado, Zedillo añade el cinismo descarado cuando acepta que su partido, el viejo PRI, no permitía que otras opciones ganaran elecciones periódicas, amén de alabar la “estabilidad política que posibilitó un partido único para traducirse en progreso económico significativo”… claro, progreso económico para sus cuates. Pero ese poder sin contrapesos, de reglas formales y… sobre todo informales, apenas le merecen a Zedillo el calificativo de “poder arbitrario”, como una suerte de poder que excepcionalmente se traducía en algún abuso menor. Pero, casi comparándose con Madero, Zedillo afirma que su misión era “construir una democracia en la que el poder judicial acotara los excesos del poder ejecutivo”. Ya entrado en gastos, sin rubor alguno, terminó usufructuando la visión colosista de “un México con hambre y sed de justicia”.

     Se podrían seguir citando algunos de los desvaríos de Zedillo, pero con lo señalado basta para denotar el talante oportunista de este sujeto, y entender que su incursión reciente en el ámbito político es más que interesada para el rejuego electoral en el que la oposición de derecha nomás no encuentra el camino.

     ¿Y el Fobaproa? Seguirá siendo un pesado lastre que llevará en su conciencia Zedillo y, nomás como botón de muestra, baste señalar que ni antes ni después ha desmentido que las revisiones externas encabezadas por Michael Mackey fueran verdaderas auditorías por falta de voluntad política del entonces titular del ejecutivo. Además, si “la joven democracia” es la que según él se inauguró con su sexenio y siguió con Fox, Calderón y Peña Nieto, pues más claro el despropósito. Esa cuarteta de “jóvenes demócratas” conformada por Zedillo, Fox, Calderón y Peña Nieto, más bien recuerda, parafraseando a un clásico, a “aquéllos jóvenes que pretendiendo que el Estado fuera el instrumento cohesionador de los intereses del capital, terminaban contribuyendo a reproducir el hecho de que los intereses del capital sean los que mantienen en cohesión al Estado”. Así, Zedillo creía, y sigue sosteniendo, que su decisión de política económica fortaleció al Estado para meter orden en el caos económico para cohesionar los intereses de los grandes financieros, pero en realidad fueron los intereses del capital financiero de dentro y fuera del país los que utilizaron a Zedillo como instrumento para vender el espejito de que solamente ellos podían mantener en cohesión al Estado mexicano. Por lo demás, es una narrativa en la que el otro polo de la relación esencial económica es ignorado, porque trabajadores y pueblo que lo conforman no les interesa considerarlos como sujetos relevantes de la historia. 

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