“¡Naif será usted!” Carmen Esquivel

En la obra de la máxima exponente de la pintura “naif” en México, los osos caminan en el bosque de la mano del cazador y las flores en las bodas son tan grandes que sirven de asientos. Su potencia expresiva mezclaba en desproporción jubilosa los sueños con la vida cotidiana.


En el mundo de Carmen Esquivel todos entran al cielo, desde las mulas hasta el quesero. La pintora potosina vertió en el lienzo contrastes de color que iluminan por igual pasajes de la vida cotidiana que fantasías de su mente. 

Carmen Alcocer Andalón nació en el corazón de la capital potosina en 1937. Su primer contacto con el arte lo tuvo en clases particulares que tomaba junto con su madre, Doña Carmen Andalón, en un grupo sabatino dirigido por el maestro Primitivo Caso Soria. 

Posteriormente, a la edad de 32 años, caminaba por Plaza de Armas y al pasar frente al Instituto Potosino de Bellas Artes, que se ubicaba en lo que fuera el antiguo Banco de San Luis, su director, el maestro Raúl Gamboa, la animó a entrar, mismo que después le prohibiría tomar cualquier entrenamiento formal de pintura.

La artista potosina, llegó a relatar cómo en su primera clase de dibujo comenzó a pintar un bodegón con frutas amorfas y platos sin perspectiva, y cuando el maestro Gamboa lo vio, no le permitió continuar con el ejercicio, en cambio, le solicitó que de manera libre pintara un cuadro como ella lo imaginara. Fue así como surgió Mariposas multicolores (1969), su primera obra y en la que el experimentado pintor yucateco reconoció un estilo tan particular de pintura que se atrevió a decir: 

- “Señora, usted tendrá en sus manos el estilo naif”.

- “¡Naif lo será usted!”, respondió la pintora.

Carmen afirmó que desconocía a qué se refería el maestro: “No sabía ni qué cosa era esa palabrita ´naif´, no sabía que era una corriente pictórica”; sólo sabía que se oía tan feo que hasta coraje le dio, por eso su reacción. 

El encuentro ente los dos artistas estaba destinado a suceder pues Carmen poseía un talento natural que sería impulsado por Raúl y que la llevaría a ser una de las grandes exponentes del naif en México. José Luis Cuevas y Rufino Tamayo se cuentan entre los admiradores de su trabajo, incluso se dice que en lo único en que llegaron a coincidir fue en el gusto por la libertad pictórica del arte de Esquivel.

El arte naif se aleja de los cánones académicos para evitar ser influenciado por los convencionalismos pictóricos, motivo por el que Raúl Gamboa no quiso que Carmen tuviera una educación formal en pintura, ya que sus representantes suelen ser autodidactas, lo que conlleva la libre exploración del tema, la técnica y la composición. El lenguaje expresivo de esta corriente es resultado de la fusión entre lo ingenuo y lo espontáneo, carece de proporción y perspectiva que se compensa con una preocupación casi obsesiva por el detalle.

La potosina capturó en sus cuadros escenas de la vida cotidiana de San Luis, paisajes reinventados de México, así como su propia interpretación del cielo y el infierno; las fiestas populares también formaron parte de su obra, en ellas asiste su familia y amigos junto a sus personajes históricos favoritos, sin preocupación alguna por la congruencia temporal o espacial, tanto que es posible encontrar a Francisco I. Madero junto a Lila López conviviendo en el Centro de las Artes, antigua penitenciaría de San Luis Potosí. Sin embargo, su trabajo no refleja “disparates”, por el contrario, proyecta una visión interior serena pero despreocupada de la lógica. Cuando llegaron a preguntarle a Carmen ¿por qué pintas así?, ella contestó “… porque es una forma de presentar lo que yo soy, como me manifiesto yo.”

La pintura de Esquivel se caracteriza por pinceladas definidas y precisas, pinta en planos, le falta de perspectiva, no existe una relación real entre la proporción de los elementos en su obra y el volumen se sugiere con la intensidad del color. Su potencia expresiva es tal, que los cuentos se mezclan con la realidad, los osos caminan en el bosque de la mano del cazador, las flores en las bodas son tan grandes que sirven de asientos y las sirenas tocan instrumentos musicales en la playa para deleite de los bañistas. La artista potosina plasmó de forma honesta quién era y cómo veía el mundo, visión que podría catalogarse de ingenua, pero que el crítico Antonio Rodríguez la describió como jubilosa, su trabajo es “pleno de encanto, rebosante de alegría”.

Se dice que el pintor naif nace, no se hace. Carmen afirmó que la pintura se convirtió en algo tan esencial que ya no pudo prescindir de ella. Cuando la gente cuestionaba su vocación señalando que en lugar de un oficio tenía un hobby, ella respondió: “… no es que pase el tiempo con esto, sino que para mí es una forma de vida, es parte de mí misma…”. Carmen falleció el 24 de noviembre del 2018 y sabemos exactamente cómo fue que ascendió al cielo, lo hizo en ese tren que se abre paso entre las nubes dirigido por un caballo turquesa, el mismo que transportó a Gamboa, a Tamayo, a Diego y a Frida.

El título de la exposición montada en el Museo Francisco Cossío: “Una visión ingenua, magia y color”, describe la obra de la pintora que optó por resaltar lo bueno de la vida. La exhibición vigente al 28 de julio, está conformada por más de 70 piezas en las que tenemos la oportunidad de convivir con sus personajes en los más inverosímiles escenarios, y vibrar con el color de la ingenuidad que puede tener tantas tonalidades de verde como existen en la selva chiapaneca.