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¡MADRES!

vanessa cortés colis

Por Redacción

Mayo 15, 2024 03:00 a.m.

A

Madre, madre. No existe especie animal, incluyéndonos, que no tenga una madre, es, por lo tanto, figura total que marca el destino, en cualquier matiz del pantone de las emociones. En la literatura, las historias de las madres se desbordan; algunas se vuelven clásicas y al repasar otras que como libreros podemos tener a la mano, una escisión se produjo en mi mapa conceptual, como madre. Por un lado, hay obras clásicas que dibujan y configuran en personajes de ficción a la madre generosa, comprensiva, en un amor ciego por las criaturas que ha traído al mundo, como “La madre” de Gorki; o la mamá que lo aguanta todo y pierde su identidad, construida por Pearl S. Buck en – también - “La madre”. Otro ejemplo, la madre protectora, el puerto seguro de la familia, es la que se presenta en “Una madre” de Alejandro Palomas. Es decir, el prototipo de la “buena madre”, que cumple con el deber-ser de esta figura; pero el segundo lado de dicha escisión, es la que viene a mí y caigo en la cuenta de que ese tipo de madre al que nos hemos adherido y del que esperamos tener y cumplir, ha sido dictado por el patriarcado, es decir, es el rol que socialmente se asignó a las mujeres, con la vista de un cíclope, unilateral, con nula participación femenina para saber si así es cómo lo queremos ser, por lo que hice una pausa, aproximándome a esas historias que plasman mujeres en la periferia de la norma, y por su rebeldía las concebimos como locas. En una nueva ola de escritura contemporánea, no son madres puras y sumisas, sino las humanas, las desencajadas, las manipuladoras, claustrofóbicas, poco sentimentales, rígidas o desobedientes. Las encontramos sobre todo en novelas de escritoras, quizá en un grito por desmitificar el propio papel reprimido y romántico de la madre culpable: “El baile” de Irène Némirovsky; “El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes” de Tatiana ?îbuleac o “Apegos feroces” de Vivian Gornick son un ejemplo para hablar del tema, pero sobre todo, reflexionar sobre esa figura que se desarrolla más en un rol impuesto, incluso con exigencias dolorosas, que en la elección de auto - dibujarnos como las madres que realmente queremos ser. Valga aquí la expresión ¡Madres!