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Ciudad de México. - A 67 años de su nacimiento, Christopher Reeve es recordado por su papel como Clark Kent, el reportero tímido que se transforma en “Superman”, el cual desarrolló entre 1978 y 1987.
Nacido el 25 de septiembre de 1952, Reeve estudió en la Princeton Day School, donde ejercía de ayudante del director de la orquesta del instituto, además cantaba en un coro local y trabajó regularmente como actor.
Fue seleccionado para estudiar arte dramático en la Juilliard School de NY con Houseman.
HÉROE
Sus rasgos físicos similares al “Hombre de Acero”, de los cómics de DC, así como su complexión física y musculatura desarrollada por su afición a los deportes le valieron el papel de “Clark Kent”, para “Superman” (1978), dirigida por Richard Donner.
Tras el éxito de “Superman” que lo llevó al estrellato, rodó otras tres secuelas de la saga “Superman II”, en 1980; “Superman” III, en 1983, y “Superman” IV, en 1987.
En abril de 1997 debutó como director con una película que narra la historia de un joven enfermo de Sida que vuelve a su casa para morir junto a su familia.
TRAGEDIA
El actor sufrió en 1995 un grave accidente al caerse de su caballo durante competencia en Virginia; se rompió dos vértebras cervicales que le seccionaron la médula espinal.
Desde entonces, dependía de respiración asistida para sobrevivir, aunque en sus últimos años presentó leve mejoría, recuperó el movimiento en un dedo y sensibilidad en piernas.
El año pasado, el hijo Matthew reveló el sufrimiento que enfrentó su padre. “Sabíamos que su vida estaba en peligro, así que fuimos a verlo de inmediato. Su lesión era de las más severas, estaba cuadripléjico, necesitaba respiración asistida y cuidados 24 horas”.
El heredero, quien en ese entonces tenía 15 años, recordó que su padre al principio se deprimió, pero optó por aceptar lo que sucedió y decidió “enfrentarse a todo y ayudar con investigaciones contra parálisis, ya que era un personaje público y podía dar voz.
ALTRUISMO
Se convirtió en activista y trabajaba en favor de causas sociales, apoyó y contribuyó en Olimpiadas especiales, asistía como invitado a conferencias, reuniones y daba charlas sobre problemas sociales, enfermos, discapacitados y personas con parálisis que necesitan ayuda.
Trabajó por el ambiente y visitaba hospitales de niños enfermos cuyos últimos deseos eran conocerlo; además contribuyó con pioneros de la Fundación Americana de Parálisis.
Fue un activista, reunió fondos y contribuyó a la ampliación de investigaciones relacionadas con las células madre.
Antes de su accidente, apoyaba organizaciones para personas con discapacidad y niños con cáncer; creó la Fundación Christopher y Dana Reeve, dedicada a beneficiar a quienes sufren de parálisis o de lesiones en la médula espinal.
El 10 de octubre de 2004, murió de un ataque cardíaco luego de recibir un antibiótico para una infección. En ese entonces su organismo ya estaba deteriorado.
