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Las crisis, no son buenas, pero son necesarias. Ya que no todo lo agradable es bueno, ni todo lo necesario es placentero. Hay cosas que no nos gustan, pero las necesitamos. Y las crisis, aunque duelan, nos ayudan a ver mejor la vida. Porque el dolor es una clara fuente de información.
Cuando no hay crisis, tampoco hay crecimiento. Porque éstas nos ayudan a recuperar algunos elementos que habíamos descuidado. Ya alguien dijo: “Nadie sabe lo que tiene, hasta que lo ve perdido”. Y en efecto, solo hasta que perdemos algo, es cuando apreciamos su valor.
Por tanto, si no hay crisis, tampoco hay avances. Porque, en los momentos críticos, es cuando más se fortalece el espíritu. Y sin sufrimiento, no
hay sabiduría.
CLARIDAD DE PENSAMIENTO
Ortega decía, que el hombre en esta vida, se encuentra como arrojado en medio del mar, y si se quiere salvar, tiene que bracear. Por eso, hay que echar mano del pensamiento, para poder salvarnos de morir ahogados.
Por tanto, no perdamos el tiempo en señalar culpables; es mejor ocupar la vida en encontrar soluciones, y así, sobreponernos a lo adverso.
Pero se necesita claridad de pensamiento. Y por eso, le pedimos a Dios, que nos asista con su espíritu, para que venga y nos ayude a pensar mejor. Ya que Él, es quien mejor conoce al mundo. Porque éste, fue creado
por Dios.
Hoy, Jesús nos promete la llegada de ese espíritu. Porque aún en medio de la crisis, es posible encontrar a Dios, que llega para iluminar nuestras tinieblas. Él, viene para que nuestra oscuridad se trasforme en luz.
El Señor nos dice: “… yo le rogaré al Padre y él les dará otro Paráclito, para que esté siempre con ustedes, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; ustedes, en cambio, sí lo conocen, porque habita entre ustedes y estará en ustedes”. (Jn14)
VIVIR EN CALMA
No estamos solos, Dios está en nosotros. Y aunque en el exterior se encuentra la tormenta, en el interior se vive la calma. Porque ahí, es donde habita Dios.
Recordemos aquel pasaje, cuando Jesús dormía en medio de la tormenta, y entonces sus discípulos le despiertan y le dicen: “Maestro, ¿no te importa que perezcamos? Él, habiéndose despertado, increpó al viento y dijo al mar: ¡Calla, enmudece! El viento se calmó y sobrevino una gran bonanza. Y les dijo: ¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe? Ellos se llenaron de gran temor y se decían unos a otros: Pues ¿quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen? “. (Mc. 4,38-41).
DIOS, VENDRÁ PARA SALVARNOS
Dios, es el dueño de la naturaleza, y ésta, le obedece. Por tanto, esperemos en él, que pronto vendrá a manifestarse.
Mientras tanto, no dejemos que la tormenta humana, nos haga temblar. Que los falsos rumores no nos hundan en el mar de la confusión. Dios, no duerme, aunque así lo parezca; y él, tarde o temprano, vendrá para salvarnos.
Pbro. Lic. Salvador González Vásquez