herencia cultural viva de las posadas mexicanas

La piñata es uno de los símbolos más reconocibles de la cultura mexicana y una de las tradiciones que con mayor fuerza se mantienen durante las celebraciones decembrinas. Su presencia en las posadas no es fortuita: se trata de una práctica con más de cuatro siglos de historia que combina religión, pedagogía y celebración comunitaria.
La forma tradicional de la piñata, tal como se conoce actualmente, surgió en el siglo XVI en Acolman de Nezahualcóyotl, en el actual Estado de México. Fue en ese contexto donde los frailes agustinos introdujeron este objeto como parte de las llamadas "misas de aguinaldo", celebraciones previas a la Navidad que más tarde darían origen a las posadas. La piñata funcionaba entonces como un recurso didáctico para transmitir enseñanzas religiosas a la población.
Originalmente elaborada con una olla de barro y forrada con papel de china de colores, la piñata tradicional adoptó la forma de una estrella con siete picos. Cada uno de ellos simboliza los pecados capitales, mientras que el acto de golpearla con los ojos vendados alude a la fe como guía. El palo representa la virtud que vence a las tentaciones y el contenido en su interior —frutas de temporada, cacahuates y dulces— simboliza las recompensas espirituales que se obtienen al superar el pecado.
Con el paso del tiempo, la piñata se integró de manera natural a las posadas mexicanas y se convirtió en un elemento central de convivencia. En estas celebraciones, especialmente durante el mes de diciembre, se le rellena con productos de la temporada como tejocotes, cañas, jícamas, naranjas, limas y mandarinas. Antes de romperla, era común entonar un canto tradicional que anunciaba el momento del ritual, una práctica que hoy se encuentra casi en desuso.
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A pesar de su origen religioso, el significado moral de la piñata ha ido transformándose. En la actualidad, su función simbólica convive con un carácter lúdico y festivo que la ha consolidado como un ícono popular. Las formas y figuras se han diversificado, y aunque persisten las piñatas de barro, también existen versiones elaboradas con otros materiales y diseños contemporáneos.
Sin embargo, más allá de los cambios, la piñata conserva su valor como expresión cultural colectiva. Romperla sigue siendo un acto que reúne a la comunidad, celebra el trabajo del campo mexicano a través de sus frutos y continua una tradición que ha sabido adaptarse sin perder su sentido de encuentro y celebración.
PIE DE FOTO
FOTO 1 Siete picos, una tradición
FOTO 2 De ritual a celebración
FOTOS DE LUIS GODÍNEZ
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