Colombia defiende una paz imperfecta
Bogotá, Col.- Autoridades colombianas y la comunidad internacional defendieron el acuerdo de paz que puso fin a uno de los conflictos más largos de América Latina, el de las FARC, aunque señalaron las imperfecciones y los retos que el país tiene por delante para hablar de una paz duradera.
“En un mundo marcado por conflictos, muchos de ellos sin un final a la vista, un acuerdo de paz negociado para poner fin a un conflicto que muchos creían sin solución es algo único y sumamente valioso”, afirmó el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, en el acto conmemorativo del quinto aniversario DE LA FIRMA.
El acuerdo hizo de Colombia ejemplo para un “mundo de divisiones geopolíticas, guerras interminables y multiplicación de conflictos”, por eso hay “la obligación moral de garantizar que este proceso de paz tenga éxito”, según Guterres, quien viajó a Colombia para mostrar el apoyo total de la ONU.
El 24 de noviembre de 2016, el entonces presidente Juan Manuel Santos y el líder de las FARC, Rodrigo Londoño, ponían su firma en el Teatro Colón de Bogotá a un acuerdo que tuvo que sortear el rechazo en un referéndum, tras una campaña empañada de resentimientos y desinformaciones y empujada, sobre todo, por el expresidente Álvaro Uribe.
UNA PAZ AGRIDULCE
El proceso conllevó la desmovilización de la guerrilla más grande de América Latina, con más de 13.000 miembros, y era “una hoja de ruta destinada a transformar las causas profundas del conflicto y comenzar a curar las heridas para que las atrocidades cometidas por todas las partes no vuelvan a ocurrir”, como recordó Guterres.
Ese acuerdo “tuvo efectos inmediatos”, como apuntó en su turno el presidente de la Comisión de la Verdad, el sacerdote Francisco de Roux, quien recordó que 2017 fue el año “más pacífico que ha tenido Colombia en el siglo XXI”.
Sin embargo, no se llegó a “la paz grande” que el país quería, porque no hubo “el liderazgo nacional”, aseveró el jesuita.
“La paz no solamente es la firma del acuerdo, sino que se vea en realidades”, dijo Débora Barros, una líder indígena y víctima que cree que se debería haber traducido en más carreteras, una mejora de la economía, empleo en las regiones y la reconciliación definitiva, lo que finalmente no ha ocurrido.
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