Coronavirus paraliza la frenética capital de Irán

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Las calles de la capital de Irán, Teherán, normalmente bulliciosas, se han quedado en silencio en los últimos días por el brote de coronavirus que afecta a la República Islámica.

Los cafés, ahora desiertos y con sus camareros mano sobre mano sin clientes a los que servir, o las librerías y estadios cerrados, ofrecen un firme contraste con la realidad de unas semanas atrás.

Durante días, el gobierno iraní restó importancia a los efectos del virus. Pero a medida que los casos y los decesos por COVID-19, la enfermedad causada por el coronavirus, se disparaban, la vida cambió drásticamente en las principales autovías de la capital, en los estrechos pasillos de su histórico Gran Bazar y en los espacios públicos presididos por la imagen del líder supremo, el ayatolá Ali Jamenei, y del difunto ayatolá Ruhollah Jomeini.

La gento comenzó por utilizar mascarillas, luego guantes y luego desapareció por completo mientras el Año Nuevo Persa, o Nowruz, cerró gran parte del país. Los parques infantiles y parques, cerrados al público, están vacíos. Lo mismo ocurre con los cines, las estaciones de autobús y los centros comerciales, incluyendo uno de grandes dimensiones a las afueras de Teherán que ahora alberga una clínica para el virus recién levantada.

Incluso muchos santuarios, muy importantes para los chiíes iraníes, están vacíos ahora. Una mujer deambulaba sola por el patio de uno a las afueras de la capital que debería estar lleno de fieles para rezar.

El presidente del país, Hasán Ruhani, ha pedido a las empresas que reanuden su actividad a partir del 11 de abril, lo que ha llevado a muchos a preocuparse por nuevo repunte en el número de contagios. Pero por el momento, figuras solitarias cruzan las calles de Teherán por las noches mientras bomberos con equipos de protección rocían desinfectante en las calles, tratando de combatir a un enemigo que nadie puede ver pero que todos saben que está ahí.