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La COP26 finaliza con un acuerdo que le da vida al carbón

Por EFE

Noviembre 13, 2021 02:41 p.m.

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La COP26 ha finalizado con un acuerdo que la presidencia británica aspiraba a calificar de "histórico" porque incluía, por primera vez en una cumbre del clima, una referencia a la necesidad de acabar con los combustibles fósiles pero al que una enmienda de última hora introducida por la India para "reducir" en lugar de "acabar" con el carbón desinfló el empaque.

El mantenimiento de posiciones de la industria de combustibles fósiles, junto con las limitaciones a la financiación climática y el interminable debate sobre la regulación de los mercados de carbono han limitado las posibilidades y el impacto del texto final.

En realidad, el listón estaba alto, teniendo en cuenta que venimos de un año y medio de restricciones y confinamientos -que obligaron incluso a retrasar la propia cumbre del clima-, un brutal descalabro de la economía a nivel mundial y, como guinda, la amenaza de desabastecimiento energético que convertiría la crisis del petróleo de 1973 en un juego de rol dominical.

Con este panorama, el hecho de que la COP26 pudiera materializarse y retomar las negociaciones climáticas multilaterales ya es en sí mismo algo positivo.

Además, la cumbre ha ofrecido algunas noticias relevantes, como la rúbrica de varios consensos sectoriales, la confirmación de la deseada colaboración entre Washington y Pekín o el mismo regreso de los EEUU al consenso climático internacional.

En la otra cara de la moneda, ha pesado la ausencia personal de algunos de los principales líderes internacionales -incluyendo al chino Xi Jinping, el ruso Vladimir Putin y el papa Francisco-, además del caos organizativo en las instalaciones de Glasgow con las restricciones de acceso y participación impuestas por el gobierno británico, así como el despilfarro en el transporte privado de los dirigentes internacionales, personificados en la caravana de vehículos del norteamericano Joe Biden o los viajes en jet del propio anfitrión, Boris Johnson.

En cuanto a las negociaciones, con la situación de inestabilidad mundial no parece demasiado sorprendente que los llamados "países ricos" -lo son más bien sus multinacionales y grandes compañías privadas- se muestren reticentes a la hora, no ya de ampliar el dinero destinado a mitigar los efectos del cambio climático en los "países pobres", sino de acercarse siquiera a las cantidades reflejadas en el Acuerdo de París de 2015, un año que en este momento parece mucho más lejano en el calendario de lo que lo está realmente.

Respecto a los combustibles fósiles, la fortaleza de su posición se explica en parte en la actual crisis que anima a mantener todas las fuentes energéticas pero también en el intenso trabajo del "lobbie" que les ha representado: más de 500 acreditaciones, según un informe de la organización Global Witness, lo que significa que, si fuese un país, tendría la delegación más grande de toda la COP26.

Asunto aparte es el del mercado de emisiones de carbono y el cero neto de emisiones o "neutralidad energética", un concepto que, dicen los ecologistas, esconde una trampa porque implica no eliminar -ni siquiera reducir- las emisiones de los gases de efecto invernadero sino limitarse a compensarlos, lo cual abre la puerta a todo tipo de cálculos que pueden desvirtuar esa compensación.

Sería como mantener un vehículo contaminante comprometiéndose a plantar árboles para compensar su conducción pero sin aclarar bien cuántos árboles se plantarían, cuánto tiempo va a durar realmente cada uno de ellos e incluso qué tipo de árboles serían porque podrían resultar especies invasoras.

España ha estado presente en la cumbre con la intervención a primera hora de Pedro Sánchez que, desde su llegada a la presidencia del Gobierno, abrazó la bandera medioambiental y, sobre todo, con el intenso trabajo durante varios días de su vicepresidenta tercera, Teresa Ribera, que junto a su equipo ha servido incluso como "facilitadora" de las negociaciones.

Ahora mismo, lo verde vende y, aprovechando la cumbre, muchas empresas han presentado sus novedades, planes de descarbonización incluidos, mientras que los políticos también han acudido a Glasgow para hacer ver su compromiso: en el caso español, tres presidentes autonómicos -el andaluz Juanma Moreno, el catalán Pere Aragonés y la navarra María Chivite- y media docena de consejeros de CCAA.  

Contra las delegaciones políticas, empresariales y financieras no han faltado las manifestaciones y los actos de protesta, capitalizados en el caso de los jóvenes por el ya consolidado liderazgo de la sueca Greta Thunberg y su organización Fridays For Future.

Pero Glasgow también ha dejado un inquietante sabor de boca entre los más veteranos ambientalistas: más que por los resultados formales, por algunos perturbadores estudios paralelos presentados estos días.

Por ejemplo, el de la plataforma independiente Climate Action Tracker, que alerta de que, aunque los compromisos sectoriales de la COP26 se cumplieran realmente -la duda es obligada, analizando cumbres anteriores- la temperatura global podría subir hasta 2.7 grados a finales de siglo.

O la demoledora información publicada por 'The Washingon Post', denunciando "importantes diferencias" entre los informes oficiales de emisiones elaborados para la ONU por los Estados y los datos de sus emisiones reales, que serían "mucho mayores", hasta el punto de que, sumadas, equivaldrían a las de una segunda China contaminante. 

Si los científicos corroboran en un futuro cercano la acusación del rotativo norteamericano, tanto el Acuerdo de París como todos los compromisos posteriores estarían basados no en un conjunto de datos fiables sino en una fantasía y, por tanto, servirían de poco para afrontar la crisis climática. 

En ese caso, tendremos que acostumbrarnos a oír hablar cada vez más de adaptación y, sobre todo, resiliencia: esa capacidad de los seres humanos para recuperarse de las situaciones difíciles y continuar el camino a pesar de todo.

Es lo que ha hecho la humanidad desde el principio de los tiempos y es lo que tocará seguir haciendo..., al menos hasta la COP27 en Sharm el Sheij.