Líderes religiosos de Irlanda del Norte buscan reconciliación
BELFAST, Irlanda del Norte (AP) — Adolescentes de grupos juveniles católicos y protestantes encendieron velas en una calle de Belfast en recuerdo de los que perecieron en el Holocausto, y luego escucharon solemnemente una advertencia acerca de los peligros de la propia y tristemente famosa intolerancia religiosa de Irlanda del Norte.
“Todos sabemos lo que es el prejuicio”, dijo Stephen Hughes, líder a cargo del Centro Juvenil Inmaculada de San Pedro, su voz robusta destacándose por encima del tránsito a la hora pico del atardecer. “Fuimos alentados a odiarnos unos a otros porque ellos son protestantes o son católicos”.
Los adolescentes son demasiado jóvenes, hizo notar, para recordar el periodo de “The Troubles” (“Los Problemas”), las tres décadas de violencia sectaria que cobraron más de 3,600 vidas a fines del siglo XX y dejaron a incontables más personas heridas y afligidas.
La violencia llegó a su fin en gran medida este mes hace 25 años con la firma del Acuerdo de Viernes Santo, que estableció un proceso político para solucionar el futuro de Irlanda del Norte.
Pero ese proceso político ha sido turbulento, periódicamente han resurgido enfrentamientos, y los católicos y los protestantes siguen segregados de muchas maneras.
Por otro lado, ahora los católicos son más que los protestantes en un territorio históricamente definido por su mayoría protestante probritánica. Pero ninguno de los dos bandos acude a la iglesia tan seguido como solían hacerlo, el número de los que no profesan ninguna religión está creciendo, y los católicos tienen puntos de vista dispares con respecto a unirse a Irlanda, lo que significa que no se prevé que sea algo que se someta a votación pronto.
Los que se dedican a labores de reconciliación y formación de comunidades aún tienen mucho trabajo.
El evento de conmemoración del Holocausto en una noche de enero fue uno de una serie de actividades pequeñas, aunque fervorosas, organizadas por dos grupos juveniles: el de la Inmaculada de San Pedro, que es católico, y el Centro de Promoción Social de la Calle Townsend, ubicado en un vecindario protestante adyacente. Su objetivo es forjar comunicación y amistad a través de los muros y hábitos que separan sus comunidades.
El evento conmemoraba un genocidio mucho mayor que el conflicto norirlandés, pero el recuerdo ofreció una advertencia poderosa y relevante, señaló Hughes.
“Nuestro propio odio, las risas y chistes que hacemos unos de otros, pueden agravarse rápidamente”, manifestó.
Exhortó a los adolescentes a ser constructores de paz. “Afortunadamente, ustedes no conocen esa violencia”, les dijo. “La cosa es que ustedes son el futuro”.
Y luego los jóvenes volvieron a subirse a su minibus para hacer una escala en un McDonald's, donde se entremezclaron para comer sus hamburguesas y papas antes de dirigirse a sus casas en vecindarios distintos.
La religión, largamente parte del problema, puede ser parte de la solución, dijo Ruth Petticrew, que desde hace tiempo dirige la organización de la Calle Townsend. Ha encabezado su organización desde “Los Problemas”, una época en que la gente no podía saber cuándo podía ser que ingresara a un edificio justo en el momento en que estallara una bomba.
“Muchas iglesias no predican el amor, predican la religión”, señaló Petticrew. “Vamos a mostrarle a la gente que el amor funciona, pero tiene que ser amor genuino, no sermoneo”.
El 25to aniversario del Acuerdo de Viernes Santo está arribando en un momento en que la población de Irlanda del Norte está atravesando por un cambio drástico.
Irlanda del Norte fue creada hace un siglo como una entidad de seis condados con una mayoría protestante de 2 a 1, firmemente leal a Gran Bretaña incluso cuando el resto de la predominantemente católica Irlanda se independizó de ella.
Durante largo tiempo minoría en la región, en la actualidad los católicos comprenden el 42% y los protestantes el 37% de la población de Irlanda del Norte de 1.9 millones de habitantes, según la Agencia de Estadísticas e Investigación de Irlanda del Norte.
Pero en otra sacudida demográfica, el número de personas que no se identifica con ninguna religión aumentó a 17%, en comparación con 10% una década antes.
Los clérigos en Irlanda del Norte dicen que la asistencia a las iglesias ha disminuido incluso entre los que siguen identificándose como cristianos, un fenómeno similar al de la república ubicada al sur tras los escándalos en la Iglesia católica irlandesa.
El Acuerdo de Viernes Santo autoriza llevar a cabo un referendo sobre la unificación irlandesa si en algún momento los sondeos dan indicios de que probablemente sería aprobada.
Pero casi el doble de personas en Irlanda del Norte —el 50% frente al 27%— votarían a favor de seguir formando parte de Gran Bretaña en lugar de unirse a Irlanda si en este momento se realizara un referendo, según un sondeo de 2022 efectuado por el periódico Irish Times y el proyecto académico Analizando e Investigando Irlanda del Norte y del Sur.
Lo que es más, sólo el 55% de los católicos de Irlanda del Norte votarían a favor de unirse a Irlanda. Una quinta parte de los católicos preferirían seguir siendo parte de Gran Bretaña y otra quinta parte se siente indecisa.
Los votantes aconfesionales y de otro tipo tienen posiciones incluso más dispares, y casi una tercera parte están indecisos.
“Hay más y más y más personas como yo que de hecho también no se identifican con la idea o no adoptan una posición sobre formar parte de Gran Bretaña o parte de la República de Irlanda”, dijo Boyd Sleator, coordinador del grupo Humanistas de Irlanda del Norte. “Sólo deberíamos pensar en gobernarnos a nosotros mismos”.
Los norirlandeses que no se identifican con ninguna religión obtuvieron recientemente el derecho al reconocimiento por parte del Estado de las ceremonias de bodas no religiosas encabezadas por celebrantes humanistas.
Ese tipo de victorias son importantes, dijo Sleator. Su grupo trabaja en pro de causas tales como mayor integración y la enseñanza sobre diversidad religiosa en las escuelas. Pero también le gustaría ver a todas las comunidades trabajar en problemas endémicos: el estancamiento político de Irlanda del Norte, la dependencia del financiamiento fiscal británico y la pérdida de profesionales con educación superior que emigran a otras partes de Gran Bretaña.
“Estamos pensando en esto: ‘Oh, tenemos todos estos problemas de los católicos y los protestantes’”, declaró. “Y más bien es así: ¿Realmente los tienen? Tenemos todos estos problemas de gente que simplemente se va del país porque nuestro gobierno no puede convivir”.
Todo esta pérdida de personas refleja lo que muchos han estado diciendo todo el tiempo: que el conflicto nunca fue sólo acerca de la religión, sino también sobre tierra, dinero, poder y derechos jurídicos.
“Los sitios donde un conflicto siempre se manifestó tendían a ser en áreas donde había carencias sociales”, dijo Jonny Clark, gerente de programa para teología pública en Corrymeela, una organización que lleva décadas trabajando en pro de la paz.
“La religión siempre fue una parte del trasfondo de nuestro conflicto y fue utilizada para enardecer, especialmente durante ‘Los Problemas’”, agregó Clark. “Pero creo que en la actualidad cada vez menos personas acuden a la iglesia, y de las que van, realmente es improbable que sean las que generan problemas los fines de semana”.
E incluso si la religión está perdiendo terreno, grupos basados en la fe siguen trabajando en pos de la reconciliación a nivel comunitario.
Pocas de esas labores son más sorprendentes que lo que está ocurriendo en el Club de Boxeo de la Comunidad Construyendo Puentes.
Opera en el que solía ser el salon para los feligreses de una iglesia presbiteriana que ya cerró sus puertas. El edificio fue adquirido por 174 Trust, un grupo comunitario fundamentado en la fe, y transformado en un gimnasio de boxeo.
Está ubicado a horcajadas en uno de los “muros de paz” que dividen los vecindarios en un intento por limitar la violencia sectaria. La puerta principal del gimnasio da a un vecindario habitado predominantemente por protestantes, y su puerta trasera da a un barrio de mayoría católica.
Eso le permite al gimnasio permanecer abierto en la noche, accesible a los jóvenes de los dos barrios, incluso después de que las puertas del muro de paz son cerradas cada noche.
Alrededor de los cuadriláteros y los sacos de boxeo, los muros del gimnasio están llenos con un caleidoscopio de afiches motivacionales: fotografías de boxeadores famosos del pasado y el presente entremezclados con consignas como “cree” y “logra”.
A diferencia de algunos deportes, que están divididos a lo largo de líneas sectarias, el boxeo atrae a aficionados de todas las comunidades, dijo el reverendo Bill Shaw, director general de 174 Trust, que colabora de cerca con el club de boxeo.
Cuando un joven boxeador protestante comenzó a tener éxito en el cuadrilátero, sus nuevos amigos católicos del gimnasio se presentaron para vitorearlo. Cuando uno de esos amigos católicos iba a librar su propio combate, el boxeador protestante estaba literalmente en su esquina, señaló Shaw.
“Cuando las personas no se conocen y no tienen contacto con el otro, uno puede vivir con ese prejuicio y permitir que te envenene”, agregó. Pero la historia es distinta, dijo, “cuando realmente se conocen... es por eso que estamos aquí”.
Esa fue la propia experiencia de Shaw, que creció en un vecindario firmemente protestante y apenas a los 17 años conoció a su primer amigo católico, un compañero de trabajo con el que compartía intereses sobre el fútbol, la música y las chicas.
En la década de 1990, Shaw trabajaba como ministro presbiteriano en Portadown, un poblado pequeño pero lleno de conflictos. Tras confrontar a un feligrés que rara vez acudía a la iglesia pero que alegaba estar “luchando por la fe” durante un enfrentamiento sectario, Shaw dijo que tuvo una experiencia similar a una conversión, la cual lo llevó del púlpito a las calles, a trabajar por la reconciliación.
En 1998, a unas semanas de que se firmara el Acuerdo del Viernes Santo, Shaw asumió la dirección de 174 Trust.
Gran parte de su trabajo lo lleva a cabo en The Duncairn, un centro comunitario ubicado en otro extemplo presbiteriano que se encuentra a unas cuadras del gimnasio de boxeo en un vecindario históricamente problemático. Dentro de sus ventanas con vitrales y arcos de estilo gótico, en la actualidad The Duncairn es sede de conciertos, exposiciones, un jardín de infantes en lengua irlandesa, un café y grupos de apoyo.
En el mismo Día de Recuerdo del Holocausto que los jóvenes estaban conmemorando, clérigos católicos y protestantes se reunieron en torno a una mesa en The Duncairn.
Uno por uno, los clérigos oraron fervorosamente para que se acaben los prejuicios y el odio, a lo cual siguieron silencios contemplativos y expresiones tranquilas de “amén”.
El objetivo de ese tipo de centros, señaló Shaw, es la reconciliación, no el proselitismo.
“Lo que nos motiva es la fe”, declaró. “No es lo que estamos vendiendo”.
Otra iniciativa fundamentada en la fe podía verse claramente en una noche invernal, cuando gran cantidad de personas de diversas iglesias y vecindarios se reunieron en un santuario metodista para orar juntas, escuchar a un orador católico y rendir culto recitando salmos acoplados a melodías irlandesas tradicionales y acompañados por un violín y una flauta irlandesa.
Formaba parte del Festival 4 Esquinas, de mayor tamaño, una serie de eventos anuales con los que se pretende crear puentes en la ciudad fracturada por la religión.
“El legado del conflicto nos ha dejado con miedo”, dijo el padre Martin Magill, un sacerdote católico y uno de los organizadores del festival. “Es muy importante poder proporcionar espacios seguros”.
El declive en las tasas de participación religiosa, consideró Magill, podría en cierto sentido facilitar la construcción de la paz.
“Las personas de distintas denominaciones se percatan: ‘oh cielos, ya no tenemos los recursos para ser totalmente independientes’”, declaró Magill. “'Realmente tiene más sentido compartir nuestros recursos'”.
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