A VER, CONVÉNZALO DE QUE ESTÁ EQUIVOCADO

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Entre los últimos días de abril y los primeros de este mes se han difundido algunas encuestas que indican claramente que, pese a todo y contra todo pronóstico, una amplia mayoría de mexicanas y mexicanos aprueban la forma como el presidente Andrés Manuel López Obrador ha hecho frente a la pandemia del coronavirus.

El “pese a todo y contra todo pronóstico” del párrafo anterior viene al caso porque ya avanzada la epidemia en nuestro país López Obrador seguía haciendo giras en vuelos comerciales sin ningún tipo de protección sanitaria, recomendaba salir con la familia a restaurantes y fondas, y ostensiblemente se negaba a utilizar gel desinfectante en sus conferencias mañaneras.

Eran los días también en que el vocero federal para temas de la pandemia, el doctor Hugo López-Gatell, echaba piruetas entre la ciencia y la politiquería para afirmar que AMLO era una fuerza moral y no una fuerza de contagio. Nadie entendió nunca qué quiso decir exactamente, pero las orejas de la obsequiosidad quedaron a la vista.

Bueno, pues hoy día López Obrador recupera niveles de aprobación muy elevados y López-Gatell está convertido en un rockstar.

Según algunos expertos, un fenómeno como el mostrado por las encuestas que hoy comentamos, tiene explicaciones. Básicamente lo que dicen es que en tiempos de crisis que traen incertidumbre y temor entre la gente, una reacción natural es depositar mayor confianza en sus liderazgos; agruparse en torno a ellos y esperar que la lleven a buen puerto.

Así, en abstracto, no suena mal la explicación y debería quitar cualquier motivo de preocupación al hecho de que López Obrador esté recuperando cotas altas de aprobación a su desempeño.

Las causas de preocupación saltan de inmediato cuando de lo abstracto se pasa a lo concreto y resulta que el revigorizado es un líder parcializado, pugnaz, belicoso, rencoroso, polarizante; un líder con ganas de mayor poder y de la sumisión de cualquier otro. Eso es lo que preocupa: lo concreto, lo demostrado, lo vivido.

Buendía y Laredo, una de las principales casas encuestadoras del país, realizó un sondeo (telefónico, porque están prohibidas las entrevistas cara a cara) a 549 adultos en todas las entidades del país. El levantamiento se hizo entre los días 17 y 21 de abril y los resultados se publicaron el domingo 26.

En lo medular, el sondeo de ByL arrojó que el 73 por ciento de los encuestados considera que AMLO y su gobierno han hecho bien/muy bien su trabajo para enfrentar la pandemia. Un 19 por ciento opina que lo ha hecho mal/muy mal y el 8 por ciento restante no respondió. 

Hubo tres preguntas específicas: lo que se ha hecho “para disminuir el contagio del coronavirus”. 82 por ciento considera que bien/muy bien. Lo dispuesto “para apoyar la economía de las familias que han sido afectadas por la pandemia”. Para el 79 por ciento está bien/muy bien. Finalmente, “para reactivar la economía del país que ha sido afectada por la pandemia”, el 62 por ciento consideró bien/muy bien lo que se 

ha hecho.

Entre el 21 y 26 de abril el departamento de encuestas del periódico El Financiero hizo su propio levantamiento, que se difundió el primer día de este mes. En este caso se entrevistó a 820 personas mayores de edad, igualmente vía telefónica y distribuidos en todos los estados. Los cuestionarios fueron diferentes de los aplicados por Buendía y Laredo, como es natural que suceda, por lo que sus resultados son distintos en lo específico, pero hay coincidencia en 

la tendencia.

A la pregunta “En general ¿usted aprueba o desaprueba el trabajo que está haciendo Andrés Manuel López Obrador como presidente de México”, el 68 por ciento respondió positivamente y solo un 29 por ciento en sentido negativo. En su trabajo anterior, con el mismo cuestionario, levantado en campo hacia finales de marzo, El Financiero había obtenido una aprobación del 60 por ciento y un rechazo del 37 por ciento. La mejoría es notoria.

El sondeo de referencia buscó respuestas a otra serie de inquietudes, una de las cuales nos parece que vale la pena reproducir. Por primera vez desde que es presidente López Obrador, a los mexicanos preocupa más la situación económica que la inseguridad pública.

Ciertamente, no estamos ante el final de la historia. A nivel nacional están llegando los momentos más difíciles en lo que hace a la contingencia sanitaria. Según López-Gatell, mañana día 8 será el “pico” de contagios en la zona metropolitana del Valle de México, y luego ese momento crítico se vivirá en Morelos, Puebla y Guerrero. A partir de ahí no hay claridad de lo que sigue.

Sea como fuere, habrán de transcurrir todavía varias semanas, o quizá meses, antes de que podamos saber, con métricas correctas y universalmente válidas, qué tan severa o benigna fue la pandemia con nuestro país. Será entonces cuando a partir de datos duros y no de percepciones, los mexicanos podremos expresar nuestro sentir respecto del presidente y los gobernadores.

MUY BIEN DICHO

Me voy a tomar la libertad de reproducir lo publicado ayer por Héctor Aguilar Camín en su columna Día con Día del periódico Milenio, por la simple y sencilla razón de que dice muy bien dicho algo que yo estaba buscando la manera de decir lo mejor posible:

“Hay una discusión en todo el mundo sobre la calidad de las mediciones de la pandemia. Vistas de cerca, ninguna de las mediciones es aceptable.

“Pero hay mediciones y mediciones. La mexicana es particularmente impugnable. Estamos llegando a no saber aquí ni qué se ha medido, ni qué se 

está midiendo.

“La voz oficial nos dice que estamos camino del pico de la pandemia, de infecciones y de muertos. Nos dice también que va siendo hora de abrir las puertas y salir a la normalidad. No tiene coherencia una cosa con la otra.

“Mejor dicho: así como no tenemos claridad sobre lo que está sucediendo con las infecciones, pues nuestra medición es comprobadamente deficiente, tampoco hay indicios claros de que el gobierno tenga un plan cuidadoso para poner fin al distanciamiento social y reabrir 

la economía. 

“La canciller alemana Angela Merkel advirtió anteayer, en el momento en que su país empieza a suspender el distanciamiento social y luego de haber medido y contenido con eficacia la pandemia, que la curva de contagio puede volver a sus picos catastróficos si no hay disciplina en la sociedad y rigor en el gobierno.

“La verdad, en México estamos en la mitad de una tormenta cuya intensidad cabal no hemos medido y cuya salida, por tanto, no puede ser sino incierta, aproximativa. Antes de que termine la tormenta mal medida, sin embargo, estamos ya planeando que la gente salga de su casa.

“Es imposible decir si la voz oficial acierta o se equivoca. Lo que podemos decir es que no ha medido bien lo sucedido hasta ahora, ni puede tener, por tanto, una idea clara de lo que hay que hacer para salir del encierro con el menor riesgo posible.

“Estamos en el ojo del huracán y hay que salir a la intemperie. No hemos tenido meteorólogos que midieran el tamaño del huracán, ni podemos tener, por lo tanto, autoridades que nos digan con claridad cómo salir del refugio.

“La mayor parte de muertos que hubo en el ciclón Janet de Chetumal en 1955, fue de la gente que salió de su casa pensando que el huracán había terminado. Pero faltaba la mitad del huracán”.

Esta válida inquietud que Aguilar Camín plantea respecto de todo el país, no es ajena a los potosinos. Lo que aquí se hace para enfrentar la contingencia sanitaria no es distinto de lo que se hace a nivel nacional. Particularmente en lo que tiene que ver con las pruebas de laboratorio, cuyo reducidísimo numero, comparativamente hablando, impide tener certeza sobre el tamaño del problema.

Apenas hace un par de días la secretaria de salud estatal, Mónica Liliana Rangel, reconoció que en San Luis el número de pruebas ha sido hasta ahora del orden de 70 por cada 100 mil habitantes, idéntico al de nivel nacional. Esa proporción nos ubica entre los últimos lugares en el continente, al lado de Guatemala y Bolivia.

En Estados Unidos, que no tiene el campeonato mundial en la materia, su promedio es de casi 2 mil pruebas por cada 100 mil habitantes. Hay que subrayarlo: aquí 70, allá 2 mil.

COMPRIMIDOS

A propósito de encuestas, tenemos otra pero de naturaleza distinta. La realizó a finales de abril la empresa Massive Caller, también telefónica, entre mil potosinos de todo el estado. Lo más relevante de sus resultados es que Morena sigue perdiendo intención de voto (pasó del 27.8% en marzo al 25.0% por ciento en abril) y el PAN ha ganado algo de terreno (subió del 19.3% al 20.6%), y lo mismo sucede con el PRI (avanzó del 8.5% al 10.2%). Lo interesante es que todavía en marzo PAN y PRI juntos apenas alcanzaban a Morena, en tanto que ahora lo rebasarían con casi seis puntos. En materia de precandidatos, entre los albiazules va adelante Octavio Pedroza, con Xavier Nava pisándole los talones.

Otro dato digno de atención que aporta la citada encuesta, coincidente con otros levantamientos similares a nivel nacional, es que el porcentaje de apartidistas, indecisos o reacios a responder sobre sus preferencias electorales, se mantiene inusitadamente alto. Massive Caller indica un 38 por ciento estatal, en tanto que de las últimas de alcance nacional había unas que superaban el 50 por ciento en ese tema. Eso se llama desencanto con los partidos y la política.

La tonta iniciativa que aprobó el Congreso hace tres semanas para reformar la Ley Estatal de Salud a efecto de que la autoridad sanitaria local “deberá rastrear, encontrar y aislar a cualquier persona sospechosa o confirmada de ser portadora de un padecimiento contagioso”, fue modificada antes de su publicación en el Periódico Oficial. En lugar de retirarla definitivamente, que hubiera sido lo correcto, sus impulsores encabezados por el Ratón Mayor optaron por descafeinarla, diluirla y dejarla de adorno. El “deberá” fue sustituido por un optativo “podrá”, se suprimió el “sospechosa” y se agregó algo de recurrir a la fuerza pública, cuyas líneas de mando están en otras instancias. 

 Una de las cosas que suele separar a las élites del pueblo llano es el lenguaje. En días pasados se reunieron en el Centro de Convenciones nuestras élites política, económica, académica, intelectual y demás. Lo principal que acordaron fue que para salir lo mejor librado posible de la pandemia hay que apelar a la “cohesión· social. Es hora que mucha gente no sabe que carajos quisieron decir. Por eso en el discurso y la retórica AMLO les da veinte y las malas.

Hasta el próximo jueves.