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El costal de votos

Por Juan José Rodríguez

Julio 20, 2023 03:00 a.m.

A

Sentado sobre un costal de votos que su gente estima en un millón pero que en realidad serán menos, el gobernador Ricardo Gallardo Cardona ha impuesto condiciones que cada vez hacen más difícil la alianza electoral de su partido, el PVEM, con el de Andrés Manuel López Obrador, Morena. Esto insinúa una sobrevaloración de sus verdaderos alcances políticos por parte del mandatario potosino. La gran paradoja es que en perspectiva amplia esos votos no son indiscutiblemente propiedad de Gallardo. 

La inconformidad que la postura gallardista ha producido en los altos mandos morenistas vino a plantearla públicamente el sábado pasado su secretaria general Citlalli Hernández, quien declaró “La soberbia no se vale. Morena cuenta con mayor respaldo a nivel nacional y hemos sido demasiado generosos a veces con nuestros aliados y toca que del otro lado haya generosidad”. Es la misma dirigente partidista que hace dos años puntualizó que el partido guinda no respaldaría la candidatura a gobernador de Gallardo, porque éste “no reúne los estándares éticos de Morena”.

La parte medular del mensaje morenista, me parece, fue implícita, no explícita. Sería algo así como “no se le olvide, señor gobernador, que los intereses de Morena y el Verde se entrecruzan en todo el país, no únicamente en San Luis Potosí”.

Tres días antes de la visita de doña Citlalli, el dirigente estatal del PVEM, Eloy Franklin Sarabia, dijo a los medios que aun sin alianza con Morena, su partido -que en San Luis lo tiene franquiciado RGC- sería capaz de ganar el 85 por ciento de los cargos de elección popular que estarán en juego en junio del año próximo. Si el aserto se refiere a los estatales, esto implica que el Verde está seguro de ganar 50 de las 58 alcaldías y 13 de las 15 diputaciones de mayoría. Si también están considerando los de nivel federal, el gallardismo iría por dos senadurías y seis de las siete diputaciones federales.

La primera vez que escuché eso del 85 por ciento, así, con esa exactitud, no lo creí, sobre todo por el contexto. Un operador de Adán Augusto López Hernández le confió a una persona que me merece confianza, que había platicado con Gallardo en vísperas de la visita del exsecretario de Gobernación, el 21 de junio pasado, y que el gobernador le dijo que no se preocupara, que si don Adán Augusto era el candidato, tenía garantizado el triunfo amplio en San Luis Potosí, pero que de una vez le quedara claro que el 85 por ciento de las candidaturas para los demás cargos los definiría el propio Gallardo.

Días más tarde, un integrante de la avanzada de Marcelo Ebrard -quien después del Jueves Negro del 29 de junio pospuso sine die su visita- comentó en corto con otro amigo mío una conversación idéntica con el mandatario potosino. Lo mismo: cuenten con amplia mayoría para el abanderado morenista a la Presidencia (lo de Manuel Velasco como corcholata verde nadie lo toma en serio, ni sus amigos, compadres y hermanos) pero de todo lo demás el 85 por ciento es mío.

Estaba Servidor en proceso de buscar una tercera confirmación a la especie, cuando sale al llano Franklin Sarabia y nos ahorró el trabajo. 

En razón de un aviso de la CFE en el sentido de que el suministro eléctrico en mi colonia se suspendería ayer a partir de las diez de la mañana y hasta las cuatro de la tarde, estoy escribiendo el miércoles muy temprano. Es por eso que los saldos de la visita de Claudia Sheinbaum nos quedan pendientes para la semana entrante. Además, los trascendidos más jugosos suelen tardar unos días en producirse.

A propósito de la visita de la secretaria general morenista, formalmente obedeció a una invitación de la dirigencia local de su partido para revisar trabajos de organización, pero en el fondo lo que se buscó nos lo expresó con brevedad y certeza un conocedor del tema: “Vino a recordarle a Gallardo que todo lo que él apriete aquí, Morena se lo puede cobrar al Verde en otros estados” (y habría que ver qué tiene que decir el dueño de la franquicia, el Niño Verde), y en especial doña Citlalli vino a trazar estrategias para evitar que el gallardismo arrase con el morenismo en estas tierras.

Decíamos en el primer párrafo que los votos gallardistas -sean un millón o la mitad- no acaban de ser indiscutiblemente propiedad de Gallardo Cardona. En una primera aproximación podría decirse que tal propiedad se la puede disputar el verdadero dueño del PVEM, el llamado Niño Verde. Debemos recordar que por normas estatutarias y reglamentación legal las únicas autorizadas para registrar candidaturas de cualquier tipo y nivel son las dirigencias nacionales de los partidos. Dicho de otra forma, en un eventual desacuerdo irremontable entre el mandatario potosino y el mandamás del Verde, éste tendría el sartén por el mango.

Pero no es ahí donde veo la principal amenaza a los ambiciosos planes de RGC. Su costal de votos se lo puede pedir muy amablemente su amigo, aliado y protector (desde el 3 de febrero pasado) Andrés Manuel López Obrador, para utilizarlo como mejor le parezca. Y a ver, díganle que no.

Hay otra ruta quizá algo más sinuosa pero tremendamente efectiva: una breve llamada de Gertz Manero diciéndole algo así como “amigo gobernador, tengo por aquí una gruesa carpeta de investigación que para cerrarla necesito ponerle encima un costal de votos, no tendrá usted alguno por allí”.  E igual, a ver, díganle que no.

UNA DE CAL…

Por decisión irrevocable de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, las interesantes y en algunos casos valiosas reformas hechas a nuestra legislación electoral en septiembre pasado, han quedado firmes y deberán aplicarse en las elecciones del año próximo. La única corrección que se debe hacer tiene que ver con las consultas a pueblos indígenas, pero la propia Corte indicó que se haga hasta después de los comicios del 2024.

Así las cosas, en lo que quizá sea la reforma más valiosa, han quedado suprimidas las alianzas electorales. Son esos arreglos que desde meses antes de las elecciones permitían a dos o más partidos políticos sentarse a una mesa y a espaldas del electorado, absurdamente, firmar un documento mediante el cual se repartían los votos que obtuvieran en las urnas: “un 50 por ciento para ti, un 30 por ciento para mí y el otro 20 por ciento para aquel”.

Para concretar tan insanos propósitos, los candidatos de las coaliciones figuraban en un solo recuadro de las boletas, con los logotipos de los distintos partidos, lo cual hacía imposible dilucidar a qué formación política correspondía cada voto. En lo sucesivo, si por ejemplo un abanderado tiene el respaldo de cuatro partidos, su fotografía aparecerá en cuatro recuadros distintos, en cada uno con un logotipo diferente. Así se podrá saber con precisión cuántos votos corresponden a cada partido. Si un elector cruza más de un espacio, el sufragio cuenta para el candidato, pero se anula para las organizaciones partidistas.

Y aunque el porcentaje mínimo de votación para conservar el registro seguirá siendo del 3 por ciento (no lo quisieron mover nuestros diputados para no chocar con la legislación federal que lo establece), sin el chapucero trasvase de votos que permitían las alianzas corren serio peligro de extinción varios partidos de La Chiquillada.

Otra modificación interesante es la que elevó del 3.0 al 3.7 por ciento el mínimo de votación necesario para acceder al reparto de las 12 diputaciones locales plurinominales. Puede parecer una diferencia insignificante, pero no lo es tanto. Si tomamos como referencia las elecciones del 2021, cuando la votación válida emitida fue de un millón 170 mil votos, el 0.7 por ciento equivale a poco más de 8 mil, que ya en las urnas no son tan fáciles de conseguir. Sirva el ejemplo de dos candidatos a gobernador que alcanzaron 6 mil y 4 mil 300 sufragios. Juan Carlos Machinena y Arturo Segoviano, respectivamente.

Queda un par de cuestiones más en esta temática que vale la pena comentar, pero lo haremos la semana próxima.

No deja de ser chocante que los mismos legisladores que implementaron la serie de acertadas reformas electorales ya avaladas por la Suprema Corte, poco después hayan mostrado la misma sensibilidad política que una viznaga. Ayer tenían previsto legislar para que la Secretaría de Finanzas no pueda retrasarles la entrega de sus prerrogativas en dinero a los partidos políticos, vía el Ceepac. El desquite legislativo ocurre porque la Sefin ha llegado al intolerable extremo de retrasarles hasta por 30 días la entrega de su lana. ¿No habría sido menos mezquino y sangrón que legislaran para que Finanzas no pudiera retrasarles por casi dos años sus aportaciones a los fondos de Pensiones y el pago de sus finiquitos a los nuevos jubilados? La verdad es que sí se vieron asquerosamente miserables, centaveros y codiciosos con esta iniciativa.

El ya célebre Jueves Negro de Ricardo Gallardo Cardona -el de “me gusta la sangre y ver arder el mundo”- sigue pasando facturas bastante onerosas a su protagonista, principalmente en medios impresos y electrónicos de la Ciudad de México. Y lo que empeora todo es el timing: justo ahora que las corcholatas le huyen a los compañeros de viaje incómodos como a la peste.

Las cosas en El Saucito parecen haber tomado un curso racional y esperanzador. El levantamiento del bloqueo en Fray Diego de la Magdalena y el inicio del diálogo entre autoridades e inconformes con las obras ofrecen buenas expectativas. Sin embargo, y perdón por hacerla de aguafiestas, yo no me confiaría mucho, pues la silueta de una mano negra no se ha desvanecido del todo. Ojalá me equivoque.

Quizá ya no tanto como hace algunos decenios, pero algo nos queda de fama de ciudad culta. Por eso extraña que en gobierno del estado batallen tanto para encontrar quién se haga cargo de la Secretaría de Cultura. Me atrevo a suponer que la dificultad deriva de la equívoca concepción que sobre el particular tiene el gallardato: confunden cultura con espectáculo; según ellos, entre más asistentes acudan, aunque sea de pie y cheve en mano, más culto es el evento.

Lo que mal empieza mal acaba, dice la conseja popular. Así se ven venir las cosas con la todavía tambaleante dirigencia estatal del PRI. La grosera y grotesca imposición de Sara y Frinné -que además ya se traen un bochornoso pleito de comadres- sigue causando repulsión, pero ahora ya también da lástima. De rato el primer convencido de removerlas va a ser el propio Alito.

¡Hasta el próximo jueves!