¿Acoso periodístico?
“¡Me estás acosando! ¡No se vale!”, gritó el coronel José Luis Urban Ocampo, tras encabezar la detención de varios repartidores de alimentos que protestaban en la carretera 57 por la muerte de un chofer de Uber. Veinte o más flamantes integrantes de la Guardia Civil estatal, habilitados como escolta del funcionario, empujaban y manoteaban a los reporteros y camarógrafos que los seguían hasta el edificio de Seguridad Pública y solo le pedían información. Urban, sin detenerse, añadió: “Eso es acoso periodístico y también es un delito! ¡Ustedes están en los medios!”
Esta escena fue el miércoles 18 de mayo en la Capital del Sí, Potosí. Urban, comandante de la recién creada Guardia Civil, no quiso informar, se limitó a repetir que los requirimientos de información son “acoso periodístico”. Un día antes, cuando entró en funciones la escolta o Guardia Civil, dijo el gobernador Ricardo Gallardo: “se hará cumplir la ley desde la prevención del delito hasta el ataque al crimen, de frente y con nuestras armas; hoy se tiene esa facultad para tener armas de alto poder y tener autos blindados para combatir la delincuencia”.
En abril pasado el Sindicato Independiente de Trabajadoras y Trabajadores del Gobierno del Estado (SITTGE) ya había exigido la destitución de Urban Ocampo, ante las presuntas agresiones a tres de sus agremiados durante una manifestación, lo que hizo que muchos recordaran historias de su paso por la dirección de policía municipal y en otros estados. “Sicario de Toranzo”, lo llamó en 2013 su hoy compañero de gabinete, Leonel Serrato.
Pobres policías y pobres políticos que todo el tiempo sufren acoso y otros delitos. A ver, ¿para qué le preguntan a un mando si para eso hay vocero? Pobre hombre, de veras. No los merecemos. Como esas personas que no se detienen en los retenes carreteros, los conductores que no se quieren poner la del Puebla o los potosinos que protestan por la falta de agua aunque ya vienen Magneto y la Feria Nacional Potosina.
Ya en serio: la incomprensión de buena parte de los tres poderes y los tres niveles de gobierno ante la labor de la prensa está peor que nunca. No solo en San Luis Potosí. Cualquier crítica puede ser motivo de indirectas, empujones, cohersión, un puesto en gobierno o algo peor. No hace mucho que el presidente acusó a Carmen Aristegui de estar en contra suya y de estar “alineada al bloque conservador”.
Los periodistas trabajamos casi siempre en o para un medio, los medios pertenecen a empresarios y los empresarios suelen trabajar con políticos. Y no es lo mismo publicidad que información. Y no siempre concordamos. Hay colegas que han hecho su propio medio, casi siempre en internet. Hay (habemos) blogueros y colaboradores ocasionales. En esta profesión, como en todas, hay héroes y villanos, incluso en los medios más oficialistas. Urge se transparente el cómo se asigna publicidad, que se retome la práctica de los boletines y que los funcionarios recuerden que están ahí por y para la gente, para informar y rendir cuentas, les guste o no.
Es el caso de los fiscales, nacional y estatal.
Fue detenida el 12 de abril y salió libre este viernes 20 de mayo. Mónica Liliana Rangel Martínez, ex secretaria de Salud y ex candidata de Morena a la gubernatura, salió de su detención. Mónimorena no pisó la cárcel, recluida en el Hospital del Niño y la Mujer, y tras “reponer” 20 millones de pesos, aceptar su culpabilidad y pagar una multa de 80 mil, se fue a su casa. No quiso seguir su convalecencia, qué raro. “Proceso abreviado”, es todo lo que se dijo.
Los “faltantes” en la Secretaría de Salud ascienden a más de 1,500 millones, pero la exfuncionaria ya dio “la de ocho”.
Un día como hoy, pero de 1885, murió el escritor francés Víctor Hugo. En Los miserables el protagonista es Jean Valjean, un hombre que por robar pan para su familia es condenado a 20 años de prisión. Nada que ver con los delitos de cuello blanco, actuales o de entonces. En su cautiverio reflexiona:
“Después se preguntó […] si no había más abuso por parte de la ley en la pena que por parte del culpado en la culpa; si el recargo de la pena no era el olvido del delito, y no producía por resultado el cambio completo de la situación, […] si esta pena no concluía por ser una especie de atentado del fuerte contra el débil, un crimen de la sociedad contra el individuo; un crimen que empezaba todos los días; un crimen que se cometía continuamente por espacio de diecinueve años. se dijo que no dudaría quizá en pedirle cuentas algún día. Se declaró a sí mismo que no había equilibrio entre el mal que había causado y el que había recibido; concluyendo, por fin, que su castigo no era ciertamente una injusticia, pero era seguramente una iniquidad”.
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