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Adaptaciones

Por Alexandro Roque

Diciembre 29, 2024 03:00 a.m.

A

Adaptarse o morir, dice la ley de la evolución. Pero hay de adaptaciones a adaptaciones: en arte se dice del proceso creativo para ‘trasladar’ una obra a otro lenguaje (que no es lo mismo que idioma, ahí se llama traducción). La más conocida es del libro a la pantalla de cine o televisión, pero igual puede ser a un escenario teatral, una pintura, una sinfonía o un meme. Y a la visconversa. 

La muerte del autor (perspectiva literaria donde una obra publicada es ya del público y el autor(a) no debe ya intervenir) devino en el nacimiento de los fandoms, que son las legiones (a veces hordas) de seguidores de cantantes, influencers, películas y libros, más o menos organizados, cada cual con sus usos y costumbres, que van de lo sano a lo tóxico. Véanse si no los debates en torno al Joker 2, la nueva de Superman (y su universo “expandido”), los de Marvel y en estos días sobre las adaptaciones de las novelas Pedro Páramo y Cien años de soledad, que se “transformaron” en una película y una serie, respectivamente. 

Yo, como apasionado de la mitología griega, no me quiero perder todo lo que se adapta sobre el tema. Recién disfruté mucho Kaos, la serie en la que los dioses griegos están en crisis por una profecía (Jeff Goldblum, que hace de Zeus, debe tener un record Guiness por tantas estatuas que se le han hecho en la vida real y en sus películas), de la cual tristemente no habrá segunda temporada, y estoy ansioso por ver la nueva película de Christopher Nolan, una adaptación de La Odisea de Homero. Con sus asegunes, claro, pero no me rasgo las vestiduras y me han gustado Troya (2004), ¿Dónde estás hermano? (2000), Furia de Titanes (1981 y 2010) y hasta las de Percy Jackson.

Hay una película que se llama Adaptation, a la cual en español le pusieron El ladrón de orquideas, que dirigió Spike Jonze y es producto de la mente de Charlie Kaufman. Su personaje es un guionista inseguro y se llama Charlie Kaufman. El autor es parte de la ficción y se crea talleres y hasta un hermano gemelo con tal de sacar adelante un guion que debe adaptar de un best seller. Hay otra película del mismo guionista, su debut como director, que se llama Synecdoche, Nueva York (Nueva York a escena), en la que el afán del protagonista de capturar la realidad lo lleva a recrear una ciudad, y a él mismo y casi todo se vuelve escenario. El arte sirve para aprehender el mundo, para explicarlo o mejorarlo.

Llegamos (¿?) a la cuarta parte de este siglo. Fue un año difícil, y el venidero no canta mal las rancheras. Tiempos de incertidumbre y violencia. Cada fin de año es una frontera, imaginaria como todas: una línea trazada para delimitar algo, un territorio casi siempre; en este caso, el tiempo. Conlleva imaginar qué sigue, cómo lo vamos a afrontar. Toca adaptarnos o adaptar lo que podamos. 

Fin de capítulo o temporada, que haya desarrollo del personaje (uno mismo). Habrá aumento de precios y de impuestos, pagos anuales como tenencia o placas, en su caso. Despedidas y descubrimientos. Lo importante es qué nos mantiene en pie: somos protagonistas y cada día puede ser el último o el primero. Por eso Albert Camus imaginaba a Sísifo dichoso y el patrón de Bartleby el escribiente le llegó a tomar afecto a esa presencia tan inquietante.

Les comparto un poema del admirado Luis García Montero, al que cambié (¿adapté?) los años, que en el original son 2012 y 2013 (perdón por la licencia poética). Se titula “Fin de año”.

«Ya se va el 2024. / Da igual. / Si vivo en el presente de mis ojos / es porque estoy ayer toda la noche / y me pesa la historia / que han contado los años. // Cuentan una vez más / la suerte de cadáver, / de la infancia perdida, / del amor que se parte como un bocadillo / en el corro de hambrientos. // Ya viene el 2025. / Da igual. / Un año es poca cosa / para el lobo que vive en el mañana / porque se siente hoy, / sombra de las preguntas repetidas. // Ha salido la luna para buscar mi aullido. / No busca el uno, el dos, el tres, el cero. / Sólo quiere mi aullido. // No va con dirección, cruza los días. / No devuelve la luz, pero pregunta / en las horas cuadradas o redondas. // Tiemblan los que comprenden / que hay un desván en las felicidades. / Una puerta en la casa del ahorcado.»

Los relojes no se detienen, con o sin brindis, pero nada nos cuesta tener buenos deseos y buenos recuerdos en la oscuridad, cuando suenen las campanadas de la hora cero. Dar abrazos, compartir lo que tenemos. 

Feliz año 2025, pleno de salud, inspiración y comuniones.

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