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¡Ah qué desmadre!

Por Juan José Rodríguez

Agosto 26, 2021 03:00 a.m.

Esto es un auténtico Parto de los Montes: Las montañas se cimbran por los dolores del alumbramiento, se estremecen sacudiendo toda la comarca y al final dan a luz a un humilde ratoncillo. Eso exactamente ocurre con el desistimiento del PRI estatal en la impugnación al resultado de la elección de gobernador. Cuando muchos, Servidor incluido, especulábamos sobre si se trataba de un acto de traición o de humillación política -habida cuenta de que efectos jurídicos no tendría- resulta que todo el affaire es producto (parafraseando a Churchill) de algo así como una burrada envuelta en una estupidez metida en una sobrerreacción. Les cuento la historia.

La tarde/noche del jueves 17 de junio, luego de que el Ceepac había entregado el domingo anterior la constancia de mayoría a Ricardo Gallardo Cardona, el Comité Directivo Estatal del PAN, cuya área jurídica fue la encargada de formularlo según acuerdo en el seno de la coalición Sí por San Luis, estaba por concluir el extenso documento de impugnación que debían firmar los representantes de los cuatro partidos coaligados cuando llegó Elías Pesina a las oficinas albiazules. Como todavía faltaban algunas horas para que estuviera lista la versión final y el dirigente priista debía atender otros compromisos, accedió a dejar estampada su rúbrica en tres hojas en blanco.

Transcurrió mes y medio sin que ese detalle tuviera importancia alguna. El 30 de julio, el Tribunal Electoral local resolvió el litigio desechando la gran mayoría de las quejas y denuncias de la Coalición. Para inconformarse con este fallo y acudir a la instancia final de la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, PAN, PRI, PRD y PCP tenían hasta la media noche del martes 3 de agosto para entregar el escrito correspondiente. Poco después de las 10 de la noche, Pesina fue enterado de que ya se había presentado dicho documento en las oficinas del TESLP para que de ahí se remitiera al TEPJF.

Desconcertado, Pesina se comunicó con Juan Francisco para indagar por qué no se había requerido su rúbrica, ya que el acuerdo de impugnación ante la instancia federal se había tomado desde antes entre los cuatro partidos. El dirigente panista confesó que como le había sobrado una de las hojas en blanco firmadas por su colega tricolor en junio, se le hizo fácil aprovecharla en esta ocasión y que se le “había pasado” avisar al interesado.

Así, a las 22:11 horas de ese martes 3 de agosto, la impugnación con todas las firmas de los partidos coaligados quedó entregada en tiempo y forma. 

La bronca estaba en otro lado. Enojado hasta donde su carácter por lo general apacible lo permite y azuzado por algunos de los muy pocos que tuvieron conocimiento del abuso, exceso, descortesía, pendejada o lo que fuera de Juan Pancho, Pesina pidió le redactaran un documento para desistirse de la impugnación, como única manera concebida hasta ese momento de ajustarle cuentas al PAN e imponer respeto. Para el atardecer del miércoles 4 el escrito de desistimiento ya estaba presentado personalmente por Elías, quien para ahorrarse un viaje posterior a la Sala Superior en la Ciudad de México pidió proceder de inmediato a la ratificación que impone la ley.

Poco después, el dirigente priista cayó en cuenta que aquello iba a ser un escándalo de proporciones muy superiores al incidente que le dio origen, que podría significar el rompimiento definitivo de la Coalición, y decidió no hacer público el hecho, con la esperanza de que pasara desapercibido, por lo menos hasta que ya todos los litigios estuvieran resueltos.

(Toda la información que da cuerpo a la versión de los hechos que hemos asentado en los párrafos anteriores está apoyada en tres testimonios directos de personas que tuvieron participación en los sucesos, incluido el del propio Elías Pesina, con quien me reuní personalmente la mañana de ayer).

DE TODO SE PUEDE APRENDER ALGO

La regla no falla: cuando hay vacío de información, el espacio de la comunicación lo llenan los rumores, las especulaciones, las conjeturas, los chismes y las visiones más disparatadas. Así ocurrió esta vez.

Dado que tengo un alto grado de confianza en la veracidad de lo narrado en torno al incidente que nos ocupa, lo más lógico sería que me desentendiera de la serie de rumores, especulaciones y demás distorsiones comunicativas que tuvieron origen en la falta de una información puntual y oportuna. No lo haré porque estoy convencido de que en este asunto hay saldos, experiencias, estragos y lecciones que es socialmente útil identificar y aprovechar. 

Lo primero, sin duda alguna, es justamente lo que de alguna forma ya hemos dicho: la ausencia de información necesaria es siempre peligrosa; podrá no ser inevitable en determinadas circunstancias, pero hay que tener conciencia del riesgo que se corre.

En tanto no se hiciera ningún esfuerzo de clarificación de lo ocurrido, sus damnificados comenzaban a aparecer por todos lados. Quizá el primero y más dañado haya sido o lo esté siendo Juan Manuel Carreras. Elías Pesina me asegura que su lance le fue comunicado al Gobernador cuando ya se había dado y que estuvo de acuerdo. Tengo serias dudas sobre el particular. Quienes conocemos a Pesina, sabemos que muy difícilmente daría un paso de esa naturaleza sin antes pedir y obtener autorización de Carreras, con quien ha trabajado codo a codo por decenios. De cualquier manera, todavía hoy, después de este intento de esclarecimiento, habrá muchísimos potosinos nadando en el sospechosismo que identifica al mandatario potosino como el villano de la película.

La persistencia de ese nubarrón de sospechas no es ni será de ninguna manera gratuita. Se inscribe en una línea que se comenzó a trazar la tarde del lunes 7 de junio en la Plaza de los Fundadores, cuando Ricardo Gallardo Juárez amenazó e insultó públicamente al gobernador Carreras, y su reacción fue expedir el que probablemente sea el boletín de prensa más infame y vergonzoso que se haya expedido en la historia del Poder Ejecutivo potosino.

No paso por alto que el martes salió a la luz pública el titular del Ejecutivo a declarar que es ajeno al famoso desistimiento, pero con la pena de que su credibilidad anda últimamente muy maltrecha.

No escapa a la condición de damnificado el propio Ricardo Gallardo Cardona, a quien muchos vimos de inmediato detrás del desastrado incidente del desistimiento priista, más que nada para seguir sus empeños en el ámbito de la percepción pública, donde lleva más de dos meses empeñado en implantar la idea de que su triunfo es irreversible y que está más firme que el Titanic al zarpar de Southampton. Esto sigue pendiente en las instancias electorales.

Un elemento de juicio más en mi aserto de que RGC también salió o sigue saliendo dañado en todo este desorden es que a muchos no nos resulta difícil creer que sea capaz de ejercer cualquier tipo de presión despiadada e innoble para someter, humillar, a quien sea necesario para salirse con la suya. Si alguna reticencia tiene, puede llevar a su progenitor a Fundadores.

Además de su dirigente estatal, por obvias razones, el priismo potosino, como institución y como cuerpo colectivo, también resulta con daños nada desdeñables. Más allá de la percepción de que había sido sometido para el desistimiento, se acentuaron los movimientos de varios interesados en sustituir a Pesina, agazapados en espera de que amanezca el 26 de septiembre para lanzársele a la yugular. Si para ese día el CEN tricolor no ha, por lo menos, enviado un delegado fuerte y hábil, al seno de la militancia priista se va a desatar una contienda sin dar ni pedir cuartel. Tras los huesos de Elías andan tan finísimas personas como Oscar Cochiloco Bautista.

Y para no estirar demasiado el tema, una última inclusión en la lista de damnificados: la seriedad de la política potosina. No es que últimamente haya mostrado mucha, pero en esta ocasión se llegó a desfiguros nunca antes vistos. Me quedo con dos: el lunes, una vez conocido el desistimiento, el dirigente estatal panista hizo las veces de vocero del dirigente estatal priista,  y sigo sin entender ni el propósito ni el contenido de la aparición del diputado Mauricio Ramírez Konishi, quien salió a decir que lo del desistimiento era solo “un detalle técnico” ¡¿What?!

COMPRIMIDOS

Desde hace varias semanas prácticamente desapareció de suelo potosino el muy corrupto exdelegado de la SCT federal César Rey del Moche García Coronado. Sobre el particular hay tres versiones: una, que sintiéndose en olor de triunfo decidió regresarse a su natal Tamaulipas para comenzar a trabajar su boleto como candidato del Verde a gobernador. Otra, que no midió bien sus alianzas locales y ya andaba repartiendo cargos en el gabinete, comprometiendo obras y hasta creando empresas fantasma. Le habrían dicho algo así como pasa a la caja por tu finiquito y que te vaya bonito. Por último, que al hacer bien las cuenta de la campaña, resultó que el susodicho se chingó fácil unos 30 millones. A lo mejor ni falta le hacían pero hay hábitos imposibles de abandonar.

Otro que no la trae fácil es el ínclito Héctor Serrano. Al parecer su anunciado “protagonismo” en la política potosina va a consistir en presidir el PT, rémora de Morena. Su gran capital serían sus tres diputados locales, que le van a hacer mas caso al Chiquis que al engominado Serrano. Pero su problema mayor no es ese. Los integrantes del más viejo y leal círculo gallardista, andan viendo cómo desterrar al chilango ese, según nos cuentan porque ya los tiene hasta la madre de que trate a RGC como si fuera un minusválido mental. A todos lados lo lleva en silla de ruedas cerebral y trata de imponerle todo lo que debe decir. O sea, se puede caer por encimoso.

 No sé si finalmente la impugnación contra la diputación de Alejandro Leal Tovías por razones de equidad de género lo vaya a dejar fuera del Congreso, pero por lo pronto ya lo apartó de la coordinación de la bancada priista. Creo que hubo sensatez tanto de sus compañeros como de él mismo: qué tal si lo eligen para ese cargo y días después resulta que el TEPJF le dice que adiós y que le deje la curul a Marthita Rangel.

Perdón la necedad: ¿Para eso querían comparecencias de funcionarios los diputados, dizque para glosar el último informe de Carreras y para luego dejarlos hablando solos?. En las apariciones del encargado del despacho de la Secretaría de Seguridad, en la del Secretario de Comunicaciones y Transportes y en otras más no han pasado de cuatro los legisladores que asisten. El de mayor rating ha tenido seis. ¡Qué patético!

Hasta el próximo jueves.