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Ambigüedad de Zaldívar

Por Catón

Abril 27, 2021 03:00 a.m.

A

Cortejaba al mismo tiempo a tres hermanas, y las tres sentían por él gran atractivo. Era hombre guapo, de viril apostura masculina, y para las tres tenía iguales galanteos y atenciones. Irene, Julia y Soledad -así se llamaban- no sabían a cuál prefería, por cuál de ellas se inclinaba, y él no daba a ver afecto particular por ninguna. Así, un día las hermanas se decidieron, y en forma comedida, pero enérgica, le pidieron que diera a conocer sin ambigüedad sus intenciones. ¿Cuál de las  tres era la escogida? Él les dijo que al día siguiente les daría su respuesta. La dio, efectivamente. Les entregó una décima octosilábica bien medida y bien rimada, pero sin puntuación alguna. Les indicó que cada una de ellas debía poner la que a su juicio era la puntuación correcta. Los versos decían así: “Tres bellas que bellas son / me han exigido las tres / que diga a cuál de ellas es / la que ama mi corazón / si obedecer es razón / digo que amo a Soledad / no a Julia cuya bondad / persona humana no tiene / no aspira mi amor a Irene / que no es poca su beldad”. Soledad se alegró. Estaba claro que ella era la elegida. La décima decía: “Si obedecer es razón / digo que amo a Soledad. / No a Julia, cuya bondad / persona humana no tiene. / No aspira mi amor a Irene, que no es poca su beldad”. Julia la contradijo, y leyó los versos con la siguiente puntuación: “Si obedecer es razón / digo que ¿amo a Soledad? / No. A Julia, cuya bondad / persona humana no tiene. / No aspira mi amor a Irene, que no es poca su beldad”. Irene se opuso a la interpretación de las dos, y leyó: “Si obedecer es razón / digo que ¿amo a Soledad? / No. ¿A Julia, cuya bondad / persona humana no tiene? / No. Aspira mi amor a Irene, / que no es poca su beldad”. El galán sonrió a la lectura de las tres versiones. Les entregó la suya y antes de que la leyeran salió a todo correr. Mis cuatro lectores se explicarán la razón de su apresurada escapatoria. La carta, con la puntuación puesta por el autor, decía así: “Tres bellas que bellas son / me han exigido las tres / que diga a cuál de ellas es / la que ama mi corazón. / Si obedecer es razón / digo que ¿amo a Soledad? / No. ¿A Julia, cuya bondad / persona humana no tiene? / No. ¿Aspira mi amor a Irene? / ¿Qué? ¡No! Es poca su beldad”. Total, a ninguna de las tres. Largo es el relato, y quizá no servirá más que a los maestros de Español elemental para enseñar a sus alumnos la importancia de la puntuación. A mí me es útil esa antigua narración a efecto de decir que en ocasiones -como en el cuentecillo- la ambigüedad es precaución, evasiva cautelosa, pero las más de las veces entraña cobardía. En este último caso pienso, se encuentra Zaldívar, el ministro que está sirviendo más a López Obrador que a la justicia, a la Constitución y a México. Su risible respuesta a la ilegal -e inmoral- proposición de ampliar dos años su mandato al frente de la Suprema Corte más parece chicana de abogado rábula o mañoso leguleyo que argumentación de profesional serio del Derecho, y menos aún de hombre decente. Hay veces -lo dice la Escritura- en que hay que decir “sí, sí”, o “no, no”, pues todo lo demás de mal procede. A la indebida propuesta de darle dos años más de chamba para que atienda mejor la voz de su amo debió responder desde el principio con un no rotundo, pues tal iniciativa viola flagrantemente la ley máxima que se comprometió a cumplir y hacer cumplir. Ahora Zaldívar está sumido hasta el cuello en la sentina. Si al final acepta la ampliación de su encargo -a quién le dan pan que llore, dice el cínico dicho- se hundirá aún más. Mañana cambiaré de tema. ¡Cómo urge en este país cambiar de tema!... FIN.