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Familia y escuela Capítulo 180: La lectura: “correr encima de las frases”

Por Gustavo Ibarra Hurtado

Septiembre 20, 2023 03:00 a.m.

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Cuendo escuché decir al escritor Serbio Goran Petrovic que: “muchos lectores pasan corriendo encima de las frases…” automáticamente me remonté a todas esas prácticas que todavía en muchas escuelas se realizan, incluso a manera de concurso, sobre la lectura de rapidez que los alumnos de educación básica “deben realizar” contando palabras dichas por minuto.

Cualquier intento por reactivar la práctica de la lectura es bien recibido; sin embargo, si bien es cierto que la rapidez al pronunciar palabras tiende a mejorar la dicción y la coordinación ocular fina entre otras cosas, en el fondo no hace más que mecanizarla, cual secuencia numérica repetitiva.

Esta forma “automática” ha servido para leer letreros e instrucciones que necesitan de atenderse con velocidad para tomar decisiones en la vida cotidiana; en otros casos, es usado como técnica de “estudio” para exámenes, sobre todo para aquellos (casi la mayoría) que piden respuestas que requieren escasa comprensión y solamente memorización a corto plazo, es cuando tenemos a los estudiantes a repite y repite las frases, esperando que “se les peguen en la memoria”.

Toda esta forma de lectura equivale a no analizar, comprender, situar en tiempo y contexto, además de no disfrutar lo que se integra en nuestro cerebro y conocimiento mediante el sentido de la vista frente a un texto; tal como si un manjar, en lugar de saborearlo, lo tragásemos sin paladear siquiera su presentación visual, sabor y aroma.

Leer comprensivamente implica un sentido y práctica crítica y analítica de lo que revisamos, no solo la mera enunciación de palabras, frases y párrafos; ubicar quién lo escribió, cuándo, dónde y en qué situación lo hizo; frenar el ritmo y velocidad de lectura y regresar al párrafo que no se ha entendido.

Si algo nos corresponde enseñar en familias, escuelas y en general en todos los medios de comunicación e instituciones culturales es, además del sentido crítico y analítico, el aumentar el deseo por fomentar el ir en búsqueda de lecturas que nos interesen y provoquen el disfrute de ellas; leer y releer esas frases y párrafos que nos hacen respirar profundo y nos provocan una reflexión o una visión diferente de lo cotidiano y, con ello, no solo comprender lo escrito, sino también un aprendizaje y un aumento de nuestro capital cultural, espiritual y académico.

Por ejemplo: Simone de Beauvoir con su aporte y horizontes que deja para el movimiento feminista y a todos aquellos que concordamos con ello, mediante su obra “El segundo sexo” 1949 y frases como: “No se nace mujer: llega una a serlo. Ningún destino biológico, físico o económico define la figura que reviste en el seno de la sociedad la hembra humana…”

Tenemos también el caso de Michel Foucault, con su obra para la reflexión de muchos, pero particularmente para educadores de cualquier nivel: “No soy un profeta, mi trabajo es construir ventanas donde antes solo había pared”.

Del gran Gabo: “No es verdad que las personas dejen de perseguir sueños porque se hacen viejas, sino que se hacen viejas porque dejan de perseguir sus sueños”; de Mario Benedetti: “Me gusta la gente que vibra, que no hay que empujarla, que no hay que decirle que haga las cosas, sino que sabe lo que hay que hacer y que lo hace. La gente que cultiva sus sueños hasta que esos sueños se apoderan de su propia realidad”.

José Vasconcelos: “Los educadores de nuestra raza deben tener en cuenta que el fin capital de la educación es formar hombres capaces de bastarse a sí mismos y de emplear su energía sobrante en el bien de los demás”; Sabines: “…Para los condenados a muerte y para los condenados a vida no hay mejor estimulante que la luna en dosis precisas y controladas”

Martin Luther King: “Tengo un sueño, un solo sueño, seguir soñando. Soñar con la libertad, soñar con la justicia, soñar con la igualdad y ojalá ya no tuviera necesidad de soñarlas”; Gandhi: “La verdadera educación consiste en obtener lo mejor de uno mismo”

Frida Kahlo: “El arte más poderoso de la vida es hacer del dolor un talismán que cura, una mariposa que renace florecida en fiesta de colores”; Sor Juana: “óyeme con los ojos, ya que están tan distantes los oídos, y de ausentes enojos en ecos, de mi pluma mis gemidos; y ya que a ti no llega mi voz ruda, óyeme sordo, pues me quejo muda”.

Si a todas estas frases, poemas, narrativas y miles de textos más que nos esperan, se les lee corriendo encima de ellos, desde luego que nunca habremos de captar y deleitar nuestros espíritus con este alimento; debe ser despacio, pausado, respirando profundo y con la mente abierta a descubrir los mensajes que hay en su interior; ir y regresar hoy, mañana y siempre, porque este consumo cultural no caduca y siempre es necesario.

No importa la edad, ni el género, mucho menos el estatus y la clase social, porque tanto quienes somos padres de familia como los que dedican su vida a enseñar, comunicar y sobre todo a quienes tienen una responsabilidad social, debemos pugnar por hacer una pausa y con ella el regreso a esa lectura que enseña y alimenta.

Comentarios: gibarra@uaslp.mx