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Amigos del pueblo

Por Miguel Ángel Hernández Calvillo

Mayo 18, 2021 03:00 a.m.

A

En época de elecciones, es común que los candidatos a un cargo de elección popular se asuman como cercanos a la gente, como humildes escuchas de los vecinos, como promotores de los sueños y aspiraciones de todos los sectores de la sociedad, como amigos del pueblo, pues. Pero allí tienen que las formas en las que se manifiestan esos “quereres” son tan variadas que, por fuerza, llaman la atención acerca de sus intenciones de fondo (porque no siempre la forma es fondo). Y es que la forma de algo no es sólo su exterioridad, sino el proceso que hace que sus componentes se conecten para obtener el resultado final. Así, tenemos que mientras unos candidatos despliegan el reparto de comestibles (despensas) y otros la ilusión de contar con algún recurso económico extra el día de la jornada comicial (tarjetas), también se cuentan los que únicamente divierten -o preocupan- con sus ocurrencias. Empero, al final del día, lo que los conecta es toda esa aparatosidad o parafernalia que los muestra “a disposición del pueblo”, dizque para todo lo que se ofrezca, así sea que, luego, ni el polvo se les vea.  

     Por supuesto que hay excepciones a esa regla, pero ya será responsabilidad de los ciudadanos-electores hacer la criba de sus respectivas experiencias. Sin embargo, el asunto está en que, a pesar de la conciencia propia que se pueda tener de ese problema, con frecuencia se impone o sobreviene el “hacerse de la vista gorda” para cubrir necesidades personales irresueltas. De allí que, ante el abuso de las necesidades materiales de las personas, es imperativo que el pueblo proceda a distinguir con claridad a quienes plantean soluciones de fondo y no cosméticas o de corto plazo, para poder avanzar a un modelo distinto de hacer política, fundado en el bienestar estructural, duradero y libre de la sociedad en su conjunto y no de unos cuantos. ¿Quiénes son los amigos del pueblo? Esa es una pertinente pregunta que titula un famoso texto de Lenin y que, aunque se refiere a la comprensión de elementos que permiten distinguir, dentro de una formación económico-social específica en la historia, el actuar de sus agentes sociales, ayuda como método para, guardadas las proporciones de tiempo y lugar, abordar nuestra peculiar situación presente.

     Así, los amigos del pueblo no son los que se afirman con esa demagogia populista que tanto abunda en estos días de campañas electoreras. Tampoco son los que andan “nadando de a muertito”, sin esforzarse siquiera por jugarle al enmascarado recorriendo calles y terminan colgándose de otros candidatos de más amplio espectro. En contraste, los que dialogan con el pueblo, entendido éste como un bloque social heterogéneo que comparte agravios acumulados por un largo proceso de opresión y que, por lo menos, espera atención y respuesta plausible a sus reclamos, son a quienes se les puede confiar el beneficio de la duda, aparte de revisarles, con razonable crítica, sus trayectorias en distintos ámbitos. Una mínima subjetividad comunitaria que haga tabla rasa de todos esos artificios, de que se valen no pocos candidatos, para presentarse como camaradas, casi hermanos -o peor aún, investidos de un sentido paternalista- con las desgracias de la gente, sobre todo de los sectores más vulnerables, es indispensable para que los resultados del proceso comicial sean los más adecuados, en términos de lograr un mandato democrático.