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Antes de salir

Por Catón

Abril 04, 2023 03:00 a.m.

A

MacAvario, hombre sumamente agarrado, fue a consultar a un urólogo, y éste le pidió que al día siguiente llevara una muestra para hacerle un análisis. Cuando MacAvario fue por los resultados el galeno le informó que no había encontrado nada anormal en la muestra: todo estaba bien. “¿De veras no halló algo malo, doctor?” -pregunta MacAvario. “Nada absolutamente -le contesta el médico-. Está usted muy bien”. Pide entonces MacAvario: “¿Me permite llamarle a mi esposa, doctor?”. “Claro que sí -lo autoriza él-. Dele la buena noticia”. MacAvario marca el número y luego dice: “Vieja, salí bien del análisis. Y tú también saliste bien. Y los muchachos; y mis papás y los tuyos; y el tío Usurino, y la tía Agarrancia, y el abuelo Cicaterio; todos salimos bien”... Una señora le dice a su vecina: “Tu marido y tú no parecen tener nada en común. ¿Por qué se casaron?”. “Bueno -explica la señora-. Creo que fue aquello de que los polos opuestos se atraen. Él no estaba embarazado, y yo sí”... Le dice un tipo a otro: “Mi mujer habla mucho cuando voy manejando en la carretera”. “No te doy el pésame -responde el amigo-. Mi mujer seguramente habla más”. “Lo creo difícil -replica el primero-. A ver: ¿cuántas palabras por litro da tu esposa?”... Muchos viajeros llevan a afinar su coche antes de salir a la carretera en vacaciones. En eso hacen muy bien. Pero mejor harían si también pidieran que les revisaran tres importantes elementos del vehículo: las llantas, los frenos y la suspensión. Otra recomendación hacen los expertos: llevar siempre, al manejar, las luces del coche encendidas, aunque sea de día. Eso ayuda a prevenir accidentes. Obvio es decir que el uso del cinturón por parte de todos los que van en el vehículo es algo obligatorio. Ninguno de los pasajeros debe omitir llevarlo, pues en caso de colisión quien no lo lleva se convierte en un proyectil que puede dañar a los demás. Manejar sin haber bebido y sin estar cansado o bajo el influjo de algún medicamento o droga; obedecer las señales de tránsito y -muy especialmente- no exceder los límites de velocidad; todo eso es indispensable para evitar que el gozo de las vacaciones se convierta en pena... Astatrasio Garrajarra y Empédocles Etílez, borrachos de mucha convicción, se corrieron una parranda majestuosa. Al fin se vieron sin dinero, y Empédocles invitó a su compañero a ir a su casa, pues tenía ahí -le dijo- una botella de aguardiente común, llamado chínguere, con la que podrían dar cima a su minuciosa farra. “Y tu señora ¿no se molestará?”. -inquirió Astatrasio no con prudencia de hombre sobrio, sino con miedo de beodo. “No te preocupes -lo tranquiliza Etílez-. La tengo dominada; siempre hace lo que le digo”. Llegaron, pues, y Empédocles abrió la puerta. Lo estaba esperando su mujer con una cólera tan encendida que comparada con su enojo la rabia de las Erinias, las Dinas, Euménides o Furias, las Harpías, las Górgonas (Medusa, Euríale y Esteno) y las Ménades era un aire suave de pausados giros. La esposa cubrió de baldones a su briago marido, lo dejó como lazo de cochino, palo de gallinero, trepadero de mapache o jaula de perico. Él se engalló, pues iba con su amigo y no quería verse mal ante él. Le dijo a su mujer con tono retador: “Eres una deslenguada. Si tan mujer te crees golpéame. Anda, ponme la mano encima”. Su invitación no cayó en oídos sordos. La fúrica mujer unió la acción a la palabra, y con arrestos de varona le propinó a su esposo una bofetada tal que lo hizo dar cuatro vueltas sobre su eje y luego venir al suelo, derrengado. Desde ahí se dirigió Empédocles a su amigo Garrajarra, que cautelosamente se había alejado unos pasos de la pugnaz señora, no fuera a asegundar con él. Le dice en tono victorioso: “¿Lo ves? La tengo dominada. Hace lo que le digo”... La linda muchacha le pregunta al señor: “Si no es indiscreción, don Gerontino, ¿cuántos años tiene?”. “Te lo diré, hija mía -suspira el veterano-. He llegado a la edad en que el Señor ya no tiene que esforzarse mucho para no dejarme caer en la tentación“... FIN.