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Bolas de cristal

Por Marco Iván Vargas Cuéllar

Octubre 29, 2020 03:00 a.m.

A

[Lección. Tzipi Livni, política israelí, diputada y líder del partido Hatnuah tiene razón: nos corresponde crear una realidad].

Falta menos de una semana para conocer al ganador de las elecciones presidenciales en Estados Unidos. Para estas alturas del partido y considerando la aleccionadora experiencia en 2016, ya deberíamos saber, como constantemente lo ha sostenido Roy Campos de la casa encuestadora Consulta Mitofsky, que las encuestas no predicen el futuro. Unos días antes de la jornada electoral del 8 de noviembre de 2016, la mayoría de las casas encuestadoras serias en Estados Unidos, daban por ganadora a Hillary Rodham Clinton por intervalos de entre cuatro y hasta siete puntos porcentuales por encima de Donald John Trump. Usted ya conoce el resultado. 

Recordará que Hillary Clinton obtuvo una mayor cantidad de votos individuales (48%) que Donald Trump (45.9%), pero Trump ganó la Presidencia ya que el sistema electoral en Estados Unidos es indirecto. Los candidatos orientan sus estrategias a ganar Estados. Cada Estado le otorga al candidato ganador la totalidad de los votos que con los que cuenta, pero no son los votos de la ciudadanía sino los de una instancia intermedia que se llama “Colegio Electoral”. De esta manera, si un candidato gana una demarcación -por ejemplo, el estado de Florida-, obtendrá la totalidad de sus colegios electorales. Los votos en favor del candidato perdedor en Florida dejan de contar. Todo el Estado se pinta de un solo color. Así funciona: un candidato accede a la Presidencia si gana por lo menos 270 de los 538 Colegios Electorales.

Otra regla que hay que considerar es que los Estados no cuentan con la misma cantidad de Colegios Electorales, hay unos que pesan más que otros. Por mencionar un ejemplo, Florida otorga 29 Colegios Electorales. La misma cantidad que la suma de Nuevo México (5), Arizona (11), Utah (6), Idaho (4) y Wyoming (3). De esta manera la estrategia cambia: los territorios importan. Entonces Donald Trump ganó porque obtuvo victorias en los Estados clave. 

No quiero dejar suelto el cabo sobre los posibles errores de interpretación de las encuestas del 2016. Por la regla que le acabo de describir, no podemos pronosticar al ganador de una elección en Estados Unidos prestando atención únicamente a los porcentajes de intención de voto, sino que debemos considerar también la distribución geográfica del mismo. Además de eso, a la hora de cierre de las casillas, los pronósticos basados en encuestas de preferencias y encuestas de salida, daban probabilidades de 75% de victoria a Hillary Clinton. ¿Qué ocurrió entonces?, después de años de discusiones al respecto, la hipótesis más firme apunta a que los indecisos y quienes no contestaron las encuestas, recogieron los sentimientos de frustración y de confrontación contra las instituciones que en última instancia favorecieron a Trump. Era un voto oculto, pero determinante, que no se supo ponderar.

Le tengo noticias. La primera es que al momento en que escribo estas líneas, las encuestas de intención de voto en escala nacional favorecen a Joe Biden por ventajas de entre 5% y 12% sobre Donald Trump. Las que importan son las de los Estados, en donde Biden obtendría entre 290 y 310 de los 538 Colegios Electorales -recuerde que gana quien obtenga 270-. La otra noticia es que conforme nos acercamos al martes 3 de noviembre, las diferencias no parecen acercarse. Aclaro que es un indicio, no una tendencia.

Si nos apegamos a lo que hemos venido sosteniendo desde hace ya algunos meses, no debemos tomar estos datos como pronósticos de lo que habrá de ocurrir. Tenemos que dejar de ver a las encuestas como bolas de cristal -porque no lo son, y si lo fueran, tampoco funcionan- sino como instrumentos de lectura. Y no debemos perder de vista que hay un montón de factores técnicos -como los niveles de confianza y los márgenes de error- y cualitativos -como las intenciones ocultas que se encuentran detrás de los “no sabe/no contesta”- que podrían establecer diferencias entre los resultados de una encuesta y los de una elección: las encuestas son una cosa, las boletas electorales otra. De aquí a que termine la elección, puede ocurrir cualquier tipo de evento que altere o modifique la percepción de los votantes. La ventaja de todo esto es que nos corresponde a nosotros observar y aprender. 

En el terreno de los hechos, soy de la idea de Tzipi Livni: nos corresponde crear una realidad, y no dejarnos guiar por lo que creemos que dice alguien más -como en las encuestas-.

Twitter @marcoivanvargas