Caja china

Vicente Fox y Felipe Calderón se sienten vulnerables y reclaman seguridad personal del Estado mexicano. Acostumbrados a disponer de privilegios diversos y de un séquito de guaruras pagados por todos los ciudadanos, no hallan la manera de moverse como cualquier cristiano y tienen que llamar la atención con algún pretexto nimio para hacerse las víctimas del desbarajuste que ellos mismos provocaron. Es una suerte de caja china que no llega al dramatismo de algún complot imaginario. Simplemente se trata de un par de sujetos apestados de la vida pública nacional, pero metiches hasta el cansancio. Con estos actos, inevitablemente viene a la mente la novela de Rafael Bernal, “El complot mongol”, próxima a presentarse en una nueva versión cinematográfica, para deleite del respetable.

Recuérdese brevemente la trama: un investigador tiene que resolver el misterio de un eventual atentado al presidente de los Estados Unidos cuando visite nuestro país, para lo cual se dispone de versiones que apuntan a que desde Mongolia han sido enviados agentes orientales que podrían operar ese objetivo con sus contactos en el barrio chino de la Ciudad de México. Después de múltiples peripecias en las que, por supuesto, no faltan personajes sacrificados por la “mafia china”, resulta que todo es un disparate inventado por el jefe del propio superior del investigador policíaco para encubrir otro tipo de intereses. Nada, pues, que no pueda ocurrir en un país como el nuestro, donde ciertamente la realidad, sobre todo política, termina superando, frecuentemente, a la ficción.  

¿Se acuerda Usted del caso Zhenli Ye Gon, el chino acusado de tener en su domicilio más de 205 millones de dólares? El también conocido como “robo del siglo” fue un escándalo mayúsculo por la presunta intromisión de políticos mexicanos que, en la controvertida sucesión presidencial de 2006, operaron delincuencialmente para imponer a Felipe Calderón. Es famosa la frase “o copelas o cuello”, con la que se habría amenazado al chino Ye Gon para que aceptara se guardara ese dinero en su domicilio y que, de acuerdo con su testimonio, serviría para apoyar a Calderón a la presidencia de México. El político señalado por el chino, como operador de todo ese asunto, sería el ahora senador Javier Lozano. Luego se diría que el chino traficaba con sustancias ilícitas para producir drogas.

¿Qué haría Usted con una montaña de billetes, si la tuviera, literalmente, a la mano? Como parece un sueño loco e inalcanzable, no queda más que asombrarse de que alguien sí pudo apilar tantos fajos de dólares que hasta parecían formar un amplio colchón para descansar plácidamente. Pero allí tienen que, como por arte de magia, resulta que una buena parte de ese dinero fue desaparecido por parte de la policía investigadora y al chino ni siquiera le permitieron reclamar su propiedad. Se dice que, más bien, ese dinero fue repartido, alegremente, entre varios personajes y grupos ligados al entonces presidente Calderón, para que siguieran operando su burda “legitimación”. El chino señaló que, antes de ser defenestrado, siempre disfrutó de un trato como de representante “honorario” del gobierno mexicano (Sergio González Rodríguez, “El robo del siglo”, Ediciones Grijalbo-Proceso, México, 2016).

Así las cosas, no es de sorprender que, ahora, tanto Fox como Calderón salgan con sus “cuentos chinos” y asusten con el petate del muerto. Que se sienten inseguros… ¿pues qué esperaban luego de tanto daño que hicieron a este país al que dejaron sumido en la violencia social más grave de los últimos años? En el fondo, estos personajes pretenden regresar al disfrute de insultantes privilegios que ya no deben ser proporcionados por el gobierno, salvo el apoyo institucional en situaciones extraordinarias y debidamente justificadas como a cualquier ciudadano, y mejor… que procedan a rascarse con las “uñotas” que tienen, eso sí, más que afiladas.