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Calendario

Por Marta Ocaña

Diciembre 23, 2020 03:00 a.m.

A

Hace mucho que no escribía a oscuras, cuando el día se viste de color silencio sólo interrumpido por ruidos urbanos, lejanos y toscos. Hace mucho que no escribo tan solo por placer y por necesidad íntima.

Mis renglones de los últimos años han sido caligrafiados por requerimientos de calendario para responder en un idioma de proyectos, reportes, tareas y sinónimos de deber cotidiano.

La noche se puso de modo para olvidar la televisión que mima y ataranta, informa y fustiga, facilitando así el encuentro personal entre mis dedos y el teclado. Así, me acercó al tinnitus de mi mente, a la forma de mis no ideas que cuando el sol se va, olvidan el listado de recados por dar y recibir. La noche se queda corta para garabatear, borrar y tachar electrónicamente, sin dejar huellas del error o del arrepentimiento.

Mientras diciembre duerme sus noches, intento recordar el lenguaje de todos los días cuando la vida era tan solo eso, cuando el vestuario y los accesorios eran lo más importante para muchos. La vida nos sentó a pensar, a observar y actuar; nos anti-preparó para lo menos imaginable convirtiendo la trama alegorizada, en realismo exótico crudamente palpable. Nos saturó de advertencias, desidias y omisiones 

Octubre llegó y pasó con lunas famosas por sus dimensiones a simple vista y su resplandor incomparable. Noviembre nos trajo un recuerdo actualizado de santos difuntos y muertes recientes, repentinas y atípicas.

Estamos en diciembre admirando la unión de los planetas, lamentando perdidas, celebrando vida, confundidos, atemorizados, desorientados como náufragos en desierto, sin rumbo ni norte a la vista. Pero persiste una voz que nos dice que hay un mañana pero que sobretodo tenemos un presente. Un hoy en donde cada quien decide y actúa en consecuencia. Nos hemos -más que nunca- acercado a la muerte, a los moribundos y a la posibilidad de la pérdida inevitable y ello nos ha devuelto a la esencia, al cuidado del otro, a la ternura por el enfermo y el viejo, al mimo a los que no pueden valerse por sí mismos. Nos hemos encontrado con el humano dormido que todos y cada uno tenemos dentro, y en ello parece haber una especie renovación, de promesa o esperanza.

El año que marca el tiempo del calendario dice que casi terminamos un ciclo, pero las circunstancias, lo vemos, no se rigen por agenda mensual. No saben de cierre de año ni de fiestas de navidad o de la llegada de los Reyes Magos. La vida sigue en su canaleta atemporal y por tanto indiferente a nuestro ritos o tradiciones de fiestas y encuentros, de abrazos y regalos un tanto absurdos un tanto de corazón.

Llega diciembre y como humanidad quisiéramos cerrar un ciclo, pero los bichos que han formado esta pandemia son analfabetas del tiempo y las costumbres. Están aquí para valerse de nuestros organismos y nutrirse de nuestra salud deteriorándola hasta terminar con ella. Estamos en tiempo de guerra, guerra biológica, sin armas, sin calendario ni efemérides. 

Lleguemos victoriosos a este momento con las armas que cada uno posee, entre ellas el sentido común, el amor a sí mismos y el amor al prójimo. Sólo así, creo, sobreviviremos.

¡Feliz Navidad a todos!