Carta marcada

Esta columna bien podría ser leída en voz alta y con diversas impostaciones de voz, a fin de resultar más ilustrativa.

La escena transcurre en el Palacio de la Zarzuela, residencia de Felipe VI, rey de España. La puerta de la sala se abre y entra un secretario llevando en la mano una carta.

-Majestad, majestad, misiva de allende la mar océano ha llegado al real buzón, enviada por el señor López, presidente de México. En la carta os conmina a que pidáis disculpas a los mexicanos por los agravios que han recibido en su país.

- ¿Algo ha ocurrido que ofenda a su señoría López? ¿Algo hemos hecho que no me he enterado?

-Según el ocursante, reclama los agravios del señor Cortés, de nombre Hernán, que conjuntamente con curas, misioneros y brazos armados lastimaron a su pueblo.

- El nombre de Cortés no me suena muy cercano a la corona.

- A esta no, su majestad, sino a la de don Carlos, I de España, V sacro emperador romano, rey de Italia y de Germania, quien gobernó del mil quinientos al mil quinientos cincuenta y ocho.

-Es decir, de los Habsburgo, mas no de los Borbón, casa a la que debo mi corona y mi linaje. ¿Pariente de aquel Maximiliano al que mataron por fusilamiento los mexicanos?

-Sí su majestad, de los mismos. Hecho por el cual, por cierto, nunca se han disculpado. Hubo peticiones de clemencia que nunca fueron oídas.

-Tal vez, secretario, porque en ese momento era lo que se imponía y el entonces presidente actuó conforme las circunstancias históricas y de contexto. No hay que olvidar, secretario, que no se puede juzgar hoy, en este momento, con ideas y conceptos de hoy, lo que pasó antes, con otras ideas y otros conceptos. Antes de nuestra llegada a la américa, los aztecas causaron bastantes estropicios y sometieron salvajemente a otros pueblos; de esta forma ¿los herederos de los mexicas deberán disculparse con los propios de los purépechas, tlaxcaltecas y demás? No, secretario, no se mira el futuro con los los en la nuca.

-De acuerdo, su majestad. Sin embargo, en la misiva parece que no coincide con su majestad, pues reclama el señor López agravios, maltratos, vejaciones y sinsabores y propone reconciliación entre México y España.

-¿Qué más me puedes decir, secretario, sobre esta curiosa comunicación?

-Que encontramos en los archivos, majestad, un tratado firmado en 1836 entre los ministros plenipotenciarios de ambas naciones, México y España. En el cual dan por zanjado el tema. En el artículo II del documento puede leerse: “Habrá total olvido de lo pasado, y una amnistía general y completa para todos los mexicanos y españoles, sin excepción alguna, que puedan hallarse expulsados, ausentes, desterrados, ocultos, o que por acaso estuvieren presos o confinados sin conocimiento de los gobiernos respectivos, cualquiera que sea el partido que hubiesen seguido durante las guerras y disensiones felizmente terminadas por el presente tratado, en todo el tiempo de ellas, y hasta la ratificación del mismo. Y esta amnistía se estipula y ha de darse por la alta interposición de S. M. C., en prueba del deseo que la anima de que se cimente sobre principios de justicia y beneficencia la estrecha amistad, paz y unión que, desde ahora en adelante, y para siempre, han

de conservarse entre sus súbditos y los ciudadanos de la república mexicana”.

-Pues demos respuesta entonces, secretario, contestando lo siguiente: “Nos, Felipe VI, rey de España, hace llegar al señor López, presidente de los mexicanos, una copia de un documento que creo responde sus pretensiones, el cual, tal vez por algún olvido, su canciller Ebrard omitió poner en conocimiento. Sin embargo, luego de recordar que don Pedro Sánchez, presidente del gobierno español, me comentó que le hizo llegar el acta de nacimiento de su abuelo, cántabro de nacimiento y, considerando que a la luz del ius sanguinis, principal y por encima del ius soli, es usted español, le comisiono para que sea portador de las disculpas, si usted insistiere, ante usted mismo, honrando así la memoria de su muy español, abuelo, ejerciendo, a sugerencia, este solemne acto en el espejo auxiliar de su afeitado matutino, dando por concluido este intercambio epistolar y adjuntando en copia legible el tratado definitivo de paz entre nuestras naciones”, y mandamos el comunicado, secretario.

-No creo que le siente bien que le diga español, majestad.

-Secretario, si de argumentos extraños se trata, no veo que deba disculparme por usar uno similar al empleado por el señor López. Aunque no se haya formalizado administrativamente, el derecho lo tiene, de ser reconocido español por la sangre y no seré yo quien se lo niegue. Y ahora, iros a cumplir con el encargo.

Sale el secretario.

Fin.