Juan Manuel
Escribir esta columna es tal vez de las tareas más difíciles que he tenido que enfrentar que inicié en esta actividad semanal.
Conocí a Juan Manuel Ramírez Delgado cuando recién estaba yo en segundo año de la carrera en la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí y organizó un diplomado en criminalística, en el cual un grupo totalmente heterogéneo de alumnos nos reuníamos los sábados para aprender sobre la investigación de delitos en sus diferentes facetas. Desde entonces establecí con Juan Manuel un vínculo muy personal, producto del orgullo que me daba el haber conocido a un MAESTRO, así, con con mayúscula, en toda la extensión de la palabra.
Más adelante tuve la oportunidad de hacer mis servicios social como su auxiliar de investigación en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Facultad. Producto de aquellos meses compartidos con él fue parte de su libro “El Llamado Derecho Penal Especial”, publicado en primera instancia por la UASLP y luego por Editorial Porrúa. Me hizo el enorme honor de invitarme a ser uno de los presentadores.
En mi servicio social asistía yo al cubículo de Juan Manuel todas las tardes y, en lugar de hacerme llenar formatos y fichas de trabajo, me ofrecía una silla para intercambiar impresiones sobre los diferentes delitos que tenía en su haber la legislación mexicana para el desarrollo de su obra.
Vinieron también las actividades de la filial San Luis Potosí de la Sociedad Mexicana de Criminología, que culminaron para mí con un congreso nacional, el tercero, en el cual, pese a ser alumno todavía en la Facultad, presenté una ponencia instado y apoyado por el maestro Ramírez Delgado.
Así a lo largo del tiempo se construyó un vínculo de amistad que hoy se ve truncado por el destino, porque la muerte decidió que su tiempo en este mundo había terminado.
Pero no.
Somos muchos, cientos, miles tal vez, que tendremos en Juan Manuel siempre el modelo del hombre desinteresado que, sin dudarlo, compartía sus conocimientos, sus experiencias, sus inquietudes y sus enseñanzas sin restricción alguna, sin limitación y sin mayor interés mas que el que todos nos construyéramos como mejores personas y profesionistas.
Juan Manuel proyectó, propuso y consiguió la aprobación del programa de la Maestría de Política Criminal en la en la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí y, pese a ser el coordinador y artífice, se sentó en las aulas a cursarla como un alumno más.
Ese era Juan Manuel, el hombre que rehuía a los reconocimientos y al aplauso público, como lo sabemos quiénes en ocasiones intentamos que se le reconociera como “Potosino Distinguido” por el ayuntamiento de San Luis Potosí o con la medalla “Plan de San Luis” por parte del Congreso del Estado; cuando Juan Manuel se enteraba de nuestros empeños, mandaba cartas donde, palabras más o menos, pedía que no nos hicieran caso.
Con Juan Manuel me acerqué al derecho penal y a la criminología, al gusto por la enseñanza y por el escribir con fines formativos. Hoy escribo estas líneas con la mirada nublada y con un nudo en la garganta pero con el altísimo honor de haberlo conocido y de haber tenido la diferencia de su amistad.
Voy a proponer algo que tal vez, de alguna manera, Juan Manuel encuentre la pedir de pedir que no se me haga caso: por su impulso al estudio de la criminología, del derecho penal, del derecho penitenciario, por la huella profunda que dejó su paso en la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, por sus méritos académicos y personales, creo que haría bien la Universidad en instaurar la Cátedra Juan Manuel Ramírez Delgado, como una muy modesta forma de agradecerle tanto a mi maestro, a mi amigo, al maestro de tantos, al amigo de tantos.
Jorge Chessal Palau
@jchessal