La ciudad, nuestra ciudad
En su novela Hermanos, el escritor italiano Carmelo Samoná escribe: “¡Y henos en la calle! ¿Qué suerte de zozobra, qué nuevo e imperceptible desasosiego nos sobrecoge a partir de este instante? Caminamos en apariencia en perfecta armonía, cerca o no muy lejos uno del otro; en realidad lo primero que se produce en cuanto ponemos un pie en la calle es un cambio gradual de las relaciones entre nosotros”
A menudo asociamos la vida en la ciudad con el tráfico, los edificios y las calles llenas de gente, ya caminando o circulando en cada vez más vehículos. Pero la ciudad es mucho más que eso. Como dice Samoná, cuando salimos a la calle, nos encontramos con un espacio público en el que interactuamos con personas que no necesariamente conocemos. En este sentido, la calle es un espacio en el que se manifiesta la alteridad de los otros, y donde podemos experimentar la incomodidad o el desasosiego que se produce cuando nos enfrentamos a lo desconocido; es donde se ponen a prueba nuestras habilidades para relacionarnos con los demás, y como un lugar en el que se manifiesta la complejidad y diversidad de la condición humana. Es donde podemos aprender a apreciar, valorar y construir vínculos en un mundo cada vez más fragmentado y desconectado.
En un mundo en el que la mayoría de las interacciones humanas se llevan a cabo a través de medios digitales, la calle puede ser donde la gente todavía tiene la oportunidad de interactuar cara a cara y establecer relaciones más significativas. Sin embargo, esta posibilidad se ve amenazada por la creciente tendencia a evitar el contacto físico y social, y a refugiarse en los espacios privados y virtuales.
Cuando llegan los periodos vacacionales, la primera reacción es buscar la manera de huir de nuestra ciudad; dejar la cotidianidad pareciera que va ligado a dejar el espacio urbano en el que discurrimos diariamente.
Durante los periodos vacacionales, los ciudadanos tienen más tiempo libre para explorar la ciudad y disfrutar de todo lo que tiene para ofrecer, además, hay que decirlo, de conocerla más allá de las, en muchos casos, pocas calles que se recorren diariamente.
¿Por qué no aprovechar el tiempo para conocer los barrios y las zonas menos conocidas de la ciudad? Cada barrio, cada colonia, tiene su propia personalidad y estilo, y es una oportunidad perfecta para descubrir lugares nuevos.
Por ejemplo, en una ciudad con una rica historia y cultura, como San Luis Potosí, una visita guiada por el centro histórico, en donde explorar los museos es una opción, puede dar cuenta de un entorno que la actividad diaria nos nubla de la vista.
Otra forma de disfrutar de la ciudad durante las vacaciones es asistir a eventos culturales y festivales, desde gastronómicos hasta conciertos al aire libre y actividades deportivas y al aire libre.
Pero la vida en la ciudad no solo se trata de pasarla bien durante las vacaciones, sino que también es importante encontrar un equilibrio entre el trabajo y la vida personal. El ritmo de vida puede ser rápido y agitado, y puede ser fácil sentirse abrumado. Por lo tanto, es importante encontrar tiempo para relajarse y disfrutar de la vida en la ciudad, incluso durante los días laborales.
¿Nos gusta la ciudad? Hay que darle la oportunidad de que nos conquiste, dejar de lado la percepción de que poner tierra de por medio es la mejor manera de aprovechar unas vacaciones y salgamos a las calles, sintamos y vivamos nuestra ciudad, que es nuestra, muy nuestra.
Sentir como propia la ciudad donde vivimos es fundamental. Al desarrollar un sentido de pertenencia a ella, podemos sentirnos más conectados con los demás habitantes y trabajar juntos para construir una comunidad más fuerte y sostenible.
La comunidad es cuando compartimos valores, intereses y experiencias comunes, como en nuestro hogar, ese lugar donde nos sentimos seguros, donde podemos ser nosotros mismos y donde encontramos una sensación de pertenencia.
Que la ciudad sea nuestro hogar.