Colosio, 29 años
El próximo veintitrés de marzo se cumplirán veintinueve años del asesinato de Luis Donaldo Colosio Murrieta, candidato del Partido Revolucionario Institucional para la presidencia de México.
En ese momento, Colosio se presentaba como un candidato reformista que buscaba cambiar la política tradicional del PRI y llevar a cabo una serie de reformas que modernizaran al país. El impacto de su muerte fue enorme, no solo en términos de la política mexicana, sino también en la sociedad. Muchos mexicanos vieron el asesinato como una señal de que la violencia y la corrupción habían alcanzado niveles alarmantes en el país. Como sucede hoy.
El entonces presidente Carlos Salinas de Gortari, quien había apoyado la candidatura de Colosio, fue criticado por su manejo de la situación y su aparente falta de acción para investigar el asesinato, además de voces que sugirieron entonces (algunas no han cambiado de opinión) que estaba detrás del magnicidio como autor intelectual, versión nunca probada.
La base de esta sospecha siempre se ha dirigido a dos aspectos: la designación de Manuel Camacho Solís como comisionado para la paz en Chiapas a raíz del levantamiento del ejército zapatista de liberación nacional, luego de que Camacho demostrara su molestia por no ser el ungido con la candidatura presidencial; el otro, el discurso que pronunció Colosio en el Monumento a la Revolución el seis de marzo de mil novecientos noventa y cuatro.
Aun hoy resuenan aquellas palabras y vale la pena tenerlas presentes: “Yo veo un México con hambre y con sed de justicia. Un México de gente agraviada, de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla. De mujeres y hombres afligidos por abuso de las autoridades o por la arrogancia de las oficinas gubernamentales. Veo a ciudadanos angustiados por la falta de seguridad, ciudadanos que merecen mejores servicios y gobiernos que les cumplan. Ciudadanos que aún no tienen fincada en el futuro la derrota; son ciudadanos que tienen esperanza y que están dispuestos a sumar su esfuerzo para alcanzar el progreso. Yo veo un México convencido de que esta es la hora de las respuestas; un México que exige soluciones. Los problemas que enfrentamos los podemos superar. Yo me propongo encabezar un gobierno para responderle a todos los mexicanos. El cambio con rumbo y con responsabilidad no puede esperar.”
A pesar de los avances en la economía y en la política que tuvo nuestro país en los años subsecuentes, hoy México ha tenido un retroceso, sobre todo en los últimos cuatro, que lo mantienen como un país marcado por la desigualdad social y la corrupción, con la tolerancia y connivencia presidencial, la ineficacia de las autoridades en materia de seguridad pública y una profunda división de la sociedad propiciada, alentada y reiterada por parte de López desde su púlpito mañanero.
La muerte de Luis Donaldo Colosio hace casi treinta años sigue teniendo un impacto en México hoy en día. Su asesinato cambió el curso de la política mexicana y dejó un legado en la sociedad que aún se siente, pues dejó un vacío en la política mexicana, con una sensación de pérdida y frustración ante los hechos y sus posibles causas, generando una mayor desconfianza en las instituciones y una mayor presión para la transparencia y la rendición de cuentas.
La Comisión Nacional de Derechos Humanos emitió el veinticinco de octubre de dos mil veintiuno la Recomendación 48VG/2021 en la que señala, entre otras cosas, que la Fiscalía General de la República debe concluir la investigación iniciada el treinta y uno de agosto de mil novecientos noventa y cuatro en la que Mario Aburto, asesino confeso de Colosio, denunció haber sido torturado para declararse responsable y, consecuentemente, se reabra el caso del asesinato de Colosio.
A casi treinta años, aun la incertidumbre, como siempre, en este país que nada concluye.
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