Chamuco comunista
La determinación de no distribuir los libros de texto gratuitos, por parte de seis gobiernos estatales de oposición, es evidentemente de carácter político-electorero. Con los tiempos de la sucesión presidencial encima y la muy disminuida posibilidad de dar la pelea en 2024, la oposición conformada por la coalición de partidos y poderes fácticos que pretenden regresar por sus fueros, está encontrando cada vez menos postulados y argumentos contundentes para cuestionar los avances de la Cuarta Transformación. De allí que el presunto debate sobre los libros de texto gratuitos lo han planteado más en términos de forma que de contenido, más en sentido de lógica simple que de carácter histórico, más en torno a valores “moralizantes” que de principios éticos.
Una cantaleta reiterada de esa oposición, que raya en lo caricaturesco, es la de considerar que la Nueva Escuela Mexicana en general, y los libros de texto en particular, pretenden llevar a México… ¡al comunismo! Confunden a un funcionario educativo de nombre Marx Arriaga con… ¡Carlos Marx! En suma, cuando no es populismo, es comunismo, socialismo o cualquier “ismo” que se acomode a una crítica superficial y descontextualizada. Antes, la derecha opositora cuestionó el término “humanismo mexicano”, simplemente porque así lo refirió el Presidente AMLO para caracterizar la orientación progresista de su gobierno como heredera de las mejores luchas del pueblo mexicano, pero con una connotación específica de reivindicar la dignidad de los sectores históricamente olvidados.
En un artículo reciente, el reconocido historiador Lorenzo Meyer ha dejado en claro de qué se trata cuando se habla de Humanismo Mexicano (en “El Universal”, 13 de agosto de 2023); sin embargo, la oposición conservadora sigue con la cantaleta de que todo lo que haga o deje de hacer la 4T tiene que ver con la intención de llevar al país a un régimen “comunista” y, para esa oposición, lo primero que se le ocurre es identificar lo comunista con el régimen soviético que se instaló en Rusia después de 1921, con el ascenso del estalinismo. Ese régimen conocido como “socialismo real” quedó muy lejos del comunismo como utopía del reino en el que sería posible esperar “de cada cual según sus capacidades, a cada quien según sus necesidades”. Vamos, ni siquiera el socialismo como régimen de transición. Pero dilucidar sobre eso rebasa el espacio de esta colaboración.
Lo que despierta, una vez más, la hilaridad, es la insistencia de las ocurrencias de esa oposición conservadora de amenazar con la influencia de “los rusos de Rusia”, como cuando en 2018 advertían que si el camarada “Andrés Manuelovich” llegaba a la Presidencia de México se acabaría la propiedad privada y se re-editarían episodios de tensión con el sector privado por versiones tan descabelladas como las de la época del presidente Echeverría, en los años setenta, cuando se difundió la especie de que llegaría una “Ley de Asentamientos Humanos” que obligaría a propietarios de vivienda a dar alojamiento a familias que carecieran de techo, nada más porque a Echeverría se le metió la idea de encabezar a los países tercermundistas y eso representaba el riesgo de padecer el “virus comunista”. En fin, la superficialidad con la que se descalifica a los libros de texto gratuitos, insistiendo con la cantaleta del chamuco comunista, queda más que descrita con la pretendida confusión de lo “comunitario”, término que, por supuesto, implica otra cosa muy distinta.