Cien días

Se cumplen cien días del gobierno de Andrés Manuel López Obrador y los agoreros del desastre fracasando en sus predicciones. La economía no ha naufragado y, por el contrario, las expectativas de reactivación en sectores deprimidos aparecen en el horizonte inmediato. Por supuesto que no ha sido fácil desmontar los vicios del pasado y sobra decir que los objetivos de la cuarta transformación son de largo aliento. No sólo se trata de un cambio de gobierno, sino de un régimen político distinto al que se había estado padeciendo las últimas décadas con los representantes del prianismo más corrupto, así como de introducir correcciones en el modelo depredador neoliberal que tanta desigualdad social y violencia ha generado.

Frente a la impúdica rapiña de la cosa pública con la que se condujeron los personeros de gobiernos anteriores, el actual ha convocado a la austeridad republicana y, salvo deshonrosas excepciones, se ha logrado imponer un tope salarial en el servicio público que, antes, se lo pasaban por debajo del arco del triunfo. Quienes se resisten a esa política de austeridad, evidentemente son los “gandallas” que nunca faltan y pretenden aprovechar el viaje de su inesperado goce de las delicias del poder, verdaderos “pulpos chupeteadores”, diría el célebre Jesús Martínez “Palillo”. También se ha mostrado disposición para corregir los entuertos, como en el caso del presupuesto a educación superior, callando las bocas de quienes insisten en una eventual vena autoritaria. Más bien, lo que se advierte en esas reacciones que descalifican por adelantado, es la “muina” por la pérdida de privilegios que ya no serán el pan de cada día.

Frente a la simulación del pasado, AMLO ha convocado a desentrañar la verdad de casos dolorosos como el de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, constituyendo una comisión que sea faro de luz y no más agravio a la sociedad mexicana. También se ha logrado quitar las onerosas pensiones a los pobrecitos ex-presidentes de México que, sin el menor empacho, recibían periódicamente por sus “servicios” a la Patria y, al propio tiempo, gozando de jugosos ingresos económicos derivados de su involucramiento con empresas beneficiadas durante sus mandatos, en claro conflicto de interés que, por supuesto, siempre han negado. Hasta lastimoso ha sido el espectáculo de un Vicente Fox que, sin pensión, lloriquea su pretendida condición de paria sexenal.

En materia de política exterior, el gobierno de AMLO ha dado muestras de aplaudible sobriedad, manteniendo firmes los principios constitucionales de no intervención y solución pacífica de las controversias en conflictos difíciles como el de Venezuela, sin llegar a la confrontación con el principal promotor de la desestabilización política en ese país, como lo es el gobierno del estadounidense Donald Trump, al que se ha mantenido a raya, de manera digna, en sus ya clásicas bravatas. Aquí es donde, con mayor claridad, se ha mostrado un ejercicio de la política institucional más que serio y comprometido con los sentimientos de la nación, en términos de salvaguardar el respeto a la soberanía de los pueblos. Frente a esta serie de actuaciones y otras más que implican desafíos mayores, la responsabilidad política y la sensibilidad social se han mostrado como prendas indispensables para gobernar de manera que la mayoría del país apruebe la gestión inicial de AMLO, sin desconocer que hay temas controvertidos y pendientes que deberán concretarse a la brevedad. De allí que, en efecto, la “politiquería” no debiera tener lugar entre quienes apuestan por la verdadera transformación del país, pero hasta en las mejores familias nunca faltan las “ovejas negras” que tratan de contrariar la lógica de la consecución del bien mayor.

En fin, a cien días de iniciada la administración de AMLO, muchas cosas han cambiado, más bien que mal para el conjunto del país, y la catástrofe augurada por quienes no digieren la derrota electoral se ha desvanecido como frágil castillo de naipes. Obviamente “Roma (para estar a tono con el alborozo nacional por el logro cinematográfico alcanzado) no se hizo en un día” y, falta ver cosas que, esperemos, sean todavía mejores a lo que ya se han logrado, desterrando de una vez por todas, el pesado lastre de la corrupción y el abuso en que se regodearon los personeros de ese viejo régimen que, aún, parecen no entender que,políticamente, “ya chuparon faros”.