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Con respeto y seriedad

Por Marco Iván Vargas Cuéllar

Agosto 26, 2021 03:00 a.m.

A

¿Está el pasado tan muerto como creemos?. Nos interroga Ezra Winston, el anticuario londinense, en la obra Mort Cinder, escrita e ilustrada magistralmente por Alberto Breccia y Héctor Germán Oesterheld, publicada en 1962.

Es temporada de informes de gobierno. Es esa obligación constitucional que Usted ya conoce. Las y los titulares del poder ejecutivo presentan su informe de gobierno en un ejercicio que ha cambiado en forma y fondo en los últimos años. ¿Recuerda que en aquellos lejanos años, la presentación del Informe de Gobierno por parte del Presidente de la República representaba en realidad una escenificación clara de aquello que algunos denominaron “el día del Presidente”? No era día de asueto o feriado, pero por disposición oficial se detenían las actividades educativas, comerciales y políticas. Las señales de radio y televisión -que eran pocas y controladas por el Estado- transmitían en cadena nacional el mensaje que se pronunciaba desde la sede del Congreso de la Unión. Siempre pensé que esa fecha era el orgullo del Centro de Producción de Programas Informativos y Especiales -El famoso CEPROPIE-. Advierto que es inadecuado y quizás ocioso sentenciar a los hechos del pasado con criterios del presente. Pero no dejo de celebrar que esa manera de informar haya quedado atrás.

Un informe de gobierno no vale por el llano cumplimiento de una obligación constitucional, sino por el valor que transfiere a la sociedad a la que se dirige: debería ser un asunto de rendición de cuentas. Se equivoca quien cree que la rendición de cuentas tiene que ver con la exhibición de datos, cifras y acciones en una narrativa controlada. Rendir cuentas implica hacerse responsable de las acciones, decisiones y omisiones desde el poder público. Por eso es fundamental que ese informe pueda presentarse ante un órgano de gobierno como lo es el Congreso, en donde se encuentran presentes -en teoría- las representaciones políticas de la pluralidad. [No hay que olvidar que no toda la pluralidad se encuentra representada, como dimos cuenta de ello en este mismo espacio hace una semana].

Para que el informe que se presenta ante el Congreso se constituya como un ejercicio auténtico de rendición de cuentas, deben ocurrir, por lo menos, cuatro cosas: (1) Que quien informa, presente la totalidad de las acciones, decisiones y omisiones de las que se hace responsable, (2) Que las representaciones políticas ejerzan de facto esta función de equilibrio de poderes y propicien un control efectivo de la responsabilidad pública, (3) que este ejercicio no sea ajeno a la ciudadanía, a través de la difusión amplia, pública e informada de lo que ahí se discute y (4) que existan consecuencias -sanciones, por ejemplo- de lo que ahí se informa. Informar, exigir, vigilar, sancionar. ¿Le suena lejano?. Entonces hay algo que necesitamos ajustar ahí. Ahora que se está poniendo de moda reformar políticamente al país, ¿no le parece sensato que en lugar de centrar los ataques en las autoridades electorales, nos concentremos mejor en lo que hacen -o dejan de hacer- quienes reciben y ejercen el poder público?. Es pregunta.

Insisto. Retórica aparte. Quien recibe el mando y ejerce el poder público, debe mostrar respeto y seriedad frente a la población a la que sirve. El control democrático del poder público se ejerce a partir de la exigencia de rendición de cuentas. La reactiva -cuando se informa y justifica las acciones realizadas- y la proactiva -cuando se proponen y justifican las acciones a realizar-. No solo es un llamado desde y a la ciudadanía, sino, sobre todo, a los actores políticos para que asuman son solvencia la función encomendada. Sin simulaciones. 

Epílogo. Quiero compartirle tres fragmentos de discursos pronunciados en informes de gobierno. Los primeros dos pronunciados por los presidentes Luis Echeverría y José López Portillo, respectivamente, que resultan por demás elocuentes. El último es un fragmento de la réplica que hizo el Diputado Porfirio Muñoz Ledo a la presentación del Tercer Informe de Gobierno de Ernesto Zedillo en 1997, en un ejercicio inédito: era la primera ocasión en la que el partido del presidente no gozaba de la mayoría en el Congreso, por lo que esa primera réplica tiene un enorme valor histórico; abandonado, a mi parecer.

“En los últimos meses vidas muy fecundas y valiosas para el país han sido segadas por la acción cobarde de bandas de cobardes terroristas, desgraciadamente integrados por hombres y mujeres muy jóvenes surgidos de hogares generalmente en proceso de disolución, criados en un ambiente de irresponsabilidad familiar, víctimas de la falta de coordinación entre padres y maestros, mayoritariamente niños que fueron de lento aprendizaje, adolescentes con un mayor grado de inadaptación que en la generalidad con inclinación precoz al uso de estupefacientes, en sus grupos, con una notable propensión a la promiscuidad sexual y con un alto grado de homosexualidad masculina y femenina, son estos grupos fácilmente manipulables por ocultos intereses políticos nacionales o extranjeros que hallan en ellos instrumentos irresponsables para estas acciones de provocación en contra de nuestras instituciones.” Luis Echeverría, 1974.

“No vengo aquí a vender paraísos perdidos, ni a buscar indulgencias históricas... Decir la verdad, la mía es mi obligación pero también mi derecho... Soy responsable del timón pero no de la tormenta.” José López Portillo, 1982.

“Que esta igualdad en que hoy descansa el equilibrio de las instituciones de la República se convierta en la forma de vida que heredemos a las futuras generaciones de mexicanos. Remontemos las comarcas de la intolerancia; mostremos a todos que somos capaces de edificar, en la fraternidad y con el arma suprema de la razón, una patria para todos”. Porfirio Muñoz Ledo, 1997.

Twitter. @marcoivanvargas