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Construcción crítica

Por Miguel Ángel Hernández Calvillo

Marzo 23, 2021 03:00 a.m.

A

El proceso electoral en marcha representa, sin duda, un momento crítico para los propósitos de transformación institucional del actual gobierno federal, encabezado por el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO). ¿Por qué? Pues porque se enfila a la segunda mitad del sexenio y, por tanto, a preparar no únicamente las condiciones de una sucesión ordenada y pacífica, sino, sobre todo, de la continuación de un proyecto de cambio que, por definición, es de larga duración, como ya lo hemos planteado aquí en otra ocasión. Evidentemente, la renovación de la cámara de diputados federal es de vital importancia porque significa la posibilidad de cambiar, de fondo, varios de los gravísimos problemas heredados de las administraciones “prianistas” anteriores que, como dice la “vox populi”, vaya que “se pasaron de veras” jodiendo a la nación.

Lorenzo Meyer ha señalado, en su más reciente artículo periodístico, “sólo el tiempo permitirá evaluar con claridad la naturaleza de nuestra época, una donde el peso del pasado -su red de intereses económicos creados- es considerable y el esfuerzo por modificar el presente, en función de un proyecto con características diferentes, es una lucha a contracorriente” (en “El Universal”, 21 de marzo de 2021). Para Meyer, aparte de los efectos sociales de la pandemia que padecemos, hay que “sumar los que busca producir un partido-movimiento de izquierda no radical y bastante heterogéneo como Morena, que ha tomado el control de buena parte de los puntos neurálgicos de la maquinaria del gobierno federal. Este movimiento pretende modificar la naturaleza del régimen, es decir, dar forma a una coyuntura crítica que sea el arranque de un nuevo equilibrio político, económico y social” (Ibid.).

Meyer pone los puntos sobre las íes. Ciertamente, el actual gobierno federal ha desplegado una política de apoyo a los más desvalidos y vulnerados por los efectos devastadores de un prolongado modelo económico neoliberal, seguido a pie juntillas por gobiernos “prianistas” de los últimos sexenios. No sorprende que así sea, no solo porque esa ha sido la oferta programática de AMLO desde hace mucho tiempo, sino porque las condiciones objetivas de reordenación en el mundo indican un papel más activo del Estado y, hasta en el vecino país del norte, observa Meyer, “se busca generar crecimiento vía una cierta redistribución de la riqueza en favor de los grupos menos protegidos”. Por supuesto que ese tipo de políticas económicas encuentran obstáculos en grupos conservadores que se resisten a dejar de ser los “ganones”, sobre todo en términos económicos, y seguir con privilegios e impunidad en sus acciones.

Por todo esto, se pregunta -y responde- Meyer, “¿está México atravesando por un período de mera turbulencia política o está en un proceso que pudiera tener las características de una coyuntura crítica? Quizá, y el resultado de las elecciones de este año dará más pistas al respecto”. Con independencia del resultado que arrojen las elecciones, creo que el proceso de transformación del país, que se conoce como “4T”, está en marcha desde hace rato y si bien las elecciones serán un factor a considerar en el derrotero de ese proceso social, habría que considerar que no se trata sólo de una decisión de élites partidarias o de la clase política en general, sino de la capacidad que tenga el pueblo mexicano de orientar, con su cada vez más amplia participación, la consolidación de ese proyecto transformador. La subjetividad social cobra aquí una importancia crucial y ojalá que en esta coyuntura comicial, la gente no permita que se pase por encima de su dignidad y se le tenga por mera clientela a manipular. Nos encontramos ya en la construcción crítica de un nuevo régimen político y social que, en efecto, no será tarea fácil cumplimentar, pero de nosotros depende dar, como decían los clásicos, un paso adelante y no dos pasos atrás.