“Porque más allá, lo que es clave en cualquier estructura de seguridad,
es el paradigma que se sigue”.
Verónica Michelle Bachelet Jeria.
En una plática que sostuve con algunos clientes inversionistas me preguntaban ¿En qué se gasta el dinero público para la seguridad? La pregunta surge al final de mis consultorías en seguridad, en las que les sugiero que destinen un porcentaje de sus ingresos a la seguridad de sus activos, así como en su entorno familiar y social.
La dificultad son los dineros, a nadie le gusta invertir para producir seguridad, sea la iniciativa privada o el gobierno. Unos porque consideran que el gobierno les debe resolver sus problemas de inseguridad y el otro porque le vale, no sabe gastar o gasta deficientemente. Desde la perspectiva de los particulares, consideran algunos que su seguridad es una cuestión de contar con un guardia con un libro de visitas tupido de mugre y grasoso, facilitando pases de entrada y de salida y a otro dando vueltas por sus negocios o parado en una esquina. Por parte del gobierno la ecuación de mayor inversión versus menos inseguridad, ha tenido una correspondencia bastante contradictoria.
La inseguridad poco a poco está cambiando la visión entre los particulares, sobre todo en los Estados del norte y las grandes metrópolis, en los últimos tres años ha pasado de 16% a 38% la inversión de más de 5% que se hace en seguridad, según datos de American Chambers of Commers of México. El problema para ellos radica en ataques al transporte y cadena de suministros, robo y extorsión, que se estiman en poco más de 155 mil millones de pesos en perdidas en inseguridad y las consecuencias propias de los delitos, lo que representa 1.5 millones de empresas víctimas de la inseguridad, según datos del INEGI de hace ya dos años. Lo preocupante, es que vaticinan que cuando menos en diez años la situación no va a mejorar sustantivamente.
En cuanto a la política de inversión en seguridad a nivel federal, en cinco años se pueden despilfarrar la friolera cantidad de un billón y medio de pesos, como fue el caso del sexenio pasado, súmele las aportaciones a las entidades federativas en el mismo periodo por casi 45 mil millones de pesos, todo entre subejercicios, claros-oscuros y nuevos ricos mordisqueando dineros de la seguridad. Agréguele que en algunas entidades federativas usan los recursos federales, inclusive para pagar nominas a servidores públicos. A pesar que existen programas de supuesta prioridad nacional, no existen controles en su ejercicio ni en su desvío.
Mire Usted, un “Proyecto Escudo C5” (adquirir una plataforma de monitoreo inteligente que incluya 8,500 dispositivos de tecnología de punta, entre los que se encuentren centro de control y monitoreo, cámaras de vigilancia e inteligentes, aplicación móvil, botones de pánico, arcos detectores, tabletas y otras monerías), anda en una inversión mínima de mil millones de pesos y puede rondar los cinco mil millones, todo depende del pavoneo del Gobernador en turno. Drones para “brindar seguridad a sus habitantes”, llegan a costar hasta los cien millones de pesos. Y mientras se gasta mal, la inversión en el factor humano es nada, con pésimos salarios y condiciones de vida lamentables, estrictamente de supervivencia y sin un estado de fuerza real coherente a las idiosincrasias del territorio mexicano, más una incertidumbre laboral que hace imposible la permanencia y la jubilación, simplemente no se ha evolucionado en la seguridad ciudadana.
TAPANCO: Tendría que hacerse un replanteamiento técnico y social del presupuesto destinado a la seguridad, así como los subsidios, pasando por el tamiz de los ciudadanos, continuar con el dispendio de los últimos veinte años invirtiendo en infraestructura y equipamiento, (casi el 50% de los recursos en eso se van), sería un rotundo chasco. Solamente el 3.2% de los dineros se destina a prevención del delito (este 2019 sube al 5%), y el acceso de justicia para las mujeres; el 1.6% al desarrollo de mecanismos de evaluación de las políticas y programas en seguridad, y para la búsqueda de personas desaparecidas, bueno, mejor ni le cuento, una grosería.
Francisco.soni@uaslp.mx
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