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Cuitláhuac

Por Jorge Chessal Palau

Junio 19, 2023 03:00 a.m.

A

Cuitláhuac es una palabra que señala los extremos de un amplio espectro.

     En el año mil quinientos veinte el nombre de Cuitlahuac representó, sin duda, uno de esos hitos de gloria del pueblo azteca en contra de Hernán Cortés, pues fue el artífice de la batalla que derivó en aquel episodio de la noche del treinta de junio de aquel año, conocido como la “Noche Triste”, en la que el conquistador español lloró su derrota.

Hoy, a quinientos años de distancia su tocayo, de apellidos García Jiménez y, a más señas, gobernador de Veracruz, se ha convertido en la antítesis, en el otro extremo de esa extensísima gama que separa la gloria de la iniquidad.

Noche triste para los españoles la que causó Cuitláhuac, el mexica; noche triste para los veracruzanos la que viven a diario en un Estado en la que no amanece nunca con claridad y lozanía la naturaleza diáfana de tan prometedora entidad federativa, pues siempre se enseñorea de la obscuridad el fantasma de la injusticia y la perversidad, que tanto gustan al Cuitláhuac de hoy, que ha hecho de Veracruz la más acabada muestra de la tiranía tropical.

El encarcelamiento del ex fiscal Jorge Winckler, acusado de privación ilegal de la libertad, fue la primera de toda una serie de dirigidas y deleznables acciones para lograr el control total del Estado, con la obediencia de la Fiscalía estatal y del Poder Judicial.

Así, luego de Winckler vino José Manuel del Río Virgen, secretario técnico del Senado de la República, culpable del pecado de ser fiel a Ricardo Monreal. Del Río fue detenido y finalmente tuvo que ser puesto en libertad, por falta de pruebas.

Ahora toca el turno a la jueza Angélica Sánchez, a quien el gobernador en persona señaló como sospechosa de tráfico de influencias y quien sabe que otros retorcidos cargos construidos de manera mañosa por la obediente y fiel fiscal Verónica Hernández, que de independencia y autonomía, poco y mal.

Liberada por un mandato de un juez de amparo, luego de su detención arbitraria, la jueza se encontraba en la Ciudad de México cuando volvió a ser detenida porque, según el gobernador jarocho, “se había fugado”. Veo que, en su desmedida intención de pisotear la ley, el caso de la Jueza Angélica Sánchez será la piedra de toque que marque su destino, de nada favorable augurio

A esto se suman otras caras del absolutismo deseado por Cuitláhuac, como es su intentona de reformar el Código Penal de Veracruz para sancionar el delito de ultrajes a la autoridad, configurado como aquel que comete quien amenace o agreda a un servidor público en el momento de ejercer sus funciones o con motivo de ellas.

Por supuesto que no se hicieron esperar sendas acciones de inconstitucionalidad que la Suprema Corte de Justicia de la Nación declaró procedentes y fundadas, determinando por diez votos que el obediente congreso veracruzano había violentado la Constitución General de la República al establecer ese delito.

¿Y cómo olvidar su participación con féretros mortuorios en protesta ante el edificio de la Corte, en contra de la Presidenta Norma Lucía Piña y otros Ministros que le resultan incómodos a su amo, el señor López?

Al tiempo, que la justicia siempre llega y hace noches tristes.

Cierro esta columna recordando como a Macbeth, en la obra de Shakespeare que lleva su nombre, le dijo el mensajero: “Mientras hacia mi guardia en la colina dirigí mis ojos hacia Birnam y pareció de pronto que el bosque comenzaba a moverse. […] Puede verse cómo avanza a unas tres millas de distancia. Afirmo que es un bosque que se mueve...”

Así se movieron los árboles potosinos para colocarse a la sombra del Poder Judicial de la Federación y salvarse de la tala injustificada, gracias a los buenos oficios de la asociación Cambio de Ruta y de mi buen amigo Luis González Lozano, que a fuerza de sentencias, sigue su lucha en favor de la salud de los potosinos.

Si demandar justicia y amparo es una “chingadera”, ¡Gracias Luis, por seguir chingando en favor del medio ambiente!

Jorge Chessal Palau

@jchessal