Dicotomías irreales

Amor, amistad, sexualidad, belleza, erotismo, deseo. Son mucho más que dos las llamas que se entrelazan en la búsqueda de “eso” que celebramos el día 14 del segundo mes de cada año. El ñoño Día de San Valentín, o día del amor y la amistad, es un buen pretexto para cuestionarnos nuestra historia emocional, individual y colectiva, y ver en qué nos hemos convertido como seres deseantes.
Un Yo con un cuerpo y una mente que desea estar (y a veces permanecer con otro Yo con su cuerpo y su mente. Cuerpos y mentes que cambian y se desgastan. Amor, sí. Física y química.
En La transformación de la intimidad, sexualidad, amor y erotismo en las sociedades modernas, Anthony Giddens lo dice tan cual:

«Las sociedades modernas tienen una historia emocional clandestina que está aún por revelar. Se trata de las aspiraciones sexuales de los hombres, que han mantenido disociadas de sus personalidades públicas. […] La transformación de la intimidad puede tener una influencia subversiva sobre las instituciones modernas consideradas como un todo…»

Una vez o varias habrá alguien que nos mueva el tapete, que nos haga sentir poetas (y hay quienes aseguran que solo hay dos temas en la literatura: el amor y la muerte, o sea la epístola y el epitafio). Tratar de escribir el amor, dice Roland Barthes, es enfrentarse a “el embrollo del lenguaje, esa región de enloquecimiento donde el lenguaje es a la vez demasiado y demasiado poco…” Pero lo poético convive con lo zoológico, lo neuronal, lo psicológico y lo económico.
Bauman, en Amor líquido, nos previene:

«es imposible aprender a amar, tal como no se puede aprender a morir. Y nadie puede aprender el elusivo —el inexistente aunque intensamente deseado— arte de no caer en sus garras, de mantenerse fuera de su alcance. Cuando llegue el momento, el amor y la muerte caerán sobre nosotros, a pesar de que no tenemos ni un indicio de cuándo llegará ese momento. Sea cuando fuere, nos tomarán desprevenidos…»

El divorcio del expresidente Enrique Peña Nieto o la “curación” de la homosexualidad de un locutor de televisión no son aspectos tan superficiales si los ponemos en la balanza social junto con feminicidios, secuestros, trata, prostitución, homofobia, aborto y hasta fraudes cometidos por funcionarios y sus parejas (declaradas o no), para que en caso necesario uno pueda resguardar el capital (“sí merezco abundancia”).
Nadie se llame a sorpresa de los comentarios sobre Angélica, Irma o Sasha. El poder también se asienta en el cuerpo de quien lo detenta. No es creíble, en el caso de Javier Duarte, que su esposa no haya estado al tanto. O que, en otros casos, la elección de la esposa o esposo no sea una especie de reelección de alguien que ya tuvo esa representación popular. La individualidad, sí, pero hay muchos acuerdos que no se ven sino en la intimidad.
¿Cuántas decisiones públicas han sido producto directo o indirecto de negociaciones (o desencuentros) de alcoba?
Hay parejas memorables, donde ambas partes se apoyan para destacar, aunque sea (por lo mismo o a pesar de lo mismo) con muchos desencuentros. Pensemos en Sartre y Beauvoir, Kahlo y Rivera, Krasner y Pollock. Pero el machismo sigue en muchos casos relegando a la pareja como musa, o aprovechándose de su arte superior, o relegándola en público. No es fácil compaginar dos libertades inteligentes, dos talentos apasionados.
También están en boga las redefiniciones de sexo, género, “normalidad”. La idea de belleza debe dejar de basarse en un canon (impuesto durante demasiado tiempo) y prejuicios. Definiciones hay muchas. La belleza es “la manifestación sensible de la idea” (Hegel), es “más difícil de explicar que la felicidad” (Beauvoir), es “un estado de ánimo (Zola) y “una convención, una moneda que tiene curso en un tiempo y lugar” (Ibsen).
La sexualidad con fines recreativos y no procreativos es aún tema tabú en muchos sitios. La homosexualidad, por ejemplo, fue descatalogada de las enfermedades mentales apenas en 1990. Hoy necesitamos fortalecer y hacer oír a numerosas visiones colectivas, donde el amor y el respeto a necesidades y sentimientos es lo que cuenta. El conocimiento del cuerpo como causa y efecto de la significación, cuerpo que va más allá de la piel.
Hago un recuento de recuerdos, de momentos. Sonrío. Al final he sido afortunado. Amor y arte. Sí, estamos en paz, como dijo Nervo, tan citado en estos días.
Me quedo con lo que dijo Borges: “Al cabo de los años he observado que la belleza, como la felicidad, es frecuente. No pasa un día en que no estemos, un instante, en el paraíso”.
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Posdata: ¿Cuál es la película que consideran más erótica, o que transmite mejor esto que llamamos amor? ¿Y el libro, el autor? ¿Cuál el poema, la novela? ¿Qué canción se les hace más amorosa-erótica? Mánden su opinión al correo de abajo, para armar una lista padre en YouTube y otras en mi blog, y añadirlas a mis preferencias, que les adelanto son, por ejemplo, El libro de cabecera y La casa de las bellas durmientes, de Kawabata. Gracias.

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